La tragedia que sacude a cada familia en nuestro país la
representa, la indefensión ante el abuso de las “nuevas leyes del mercado”, que
transcurre entre un Gobierno Nacional quien a cada segundo publicita precios justos como conquista revolucionaria,
la guerra económica antipatriótica y una economía informal que aprovecha el
desabastecimiento y la escasez para imponer los precios de la canasta
alimentaria.
Mientras las más importantes economías del continente
evalúan el desarrollo de los dos acuerdos más influyentes, tras 20 años de
aplicación y su influencia en las condiciones de vida, como son el Tratado de
Libre Comercio de EEUU, México y Canadá y el MERCOSUR donde Venezuela acaba de
incorporarse por la puerta trasera, nosotros sufrimos una suerte de canibalismo
en la vida diaria para poder accesar a todo producto elemental de la dieta
alimentaria.
Incluso cuando observamos entre otros, acuerdos bilaterales
entre Perú y Bolivia para el impulso del intercambio económico o la
participación y afianzamiento de Chile con la Unión Europea y el Comercio con
el mercado del Pacifico, resalta la gigantesca irresponsabilidad de nuestros
gobernantes al haber abandonado con argumentos ideológicos la Comunidad Andina
de Naciones y el G-3, donde nuestro país ejercía un liderazgo que aportaba beneficios a nuestra economía,
empleos y diversidad de productos en los anaqueles del mercado.
¿Cual Apocalipsis estamos viviendo ahora? ¿Será esta
hecatombe el fin de la historia?. Cuando
presenciamos cada noche en las cercanías de los supermercados de pueblos y
ciudades de Venezuela, pobladas acampando en chinchorros y colchonetas para
alcanzar el mejor puesto de la fila en la madrugada, donde mujeres, ancianos e
infantes se abaten en los portones con la GN para no ser atropellados, todo por
un objetivo comprar a precios subsidiados y rematarlos luego a precios
siderales en los barrios, campos, en los mercados ante la mirada cómplice
gubernamental.
Ese comercio informal expresado en el bachaqueo es una
ganga que incorpora a una red impresionante, desde el transporte que traslada
los nómadas visitantes de cada establecimiento, la comida rápida que alimenta
la cola que sufre jornadas extenuantes de 8 y 10 horas, con un pago final por
jornada que quintuplica al salario mínimo diario actual de 248 Bs.
Entre tanto el trabajador formal sufre un efecto de
pinzas, atrapado por un Gobierno incapaz de frenar la inflación, y la escasez y
el desabastecimiento que deteriora hasta niveles de precariedad a la familia,
obligado a pagarle al bachaquero por un pote de leche hasta 2.000 Bs., casi 8
veces el valor real del producto.
El bachaqueo ha impactado tanto el mercado formal que trabajadores públicos y privados, complementan sus ingresos utilizando su capital las prestaciones sociales para adquirir productos de la dieta diaria y ofertarlos a sus propios compañeros de trabajo, impedidos de hacer las denigrantes colas. Como vemos el fraude populista del Socialismo del siglo XXI ignoró hasta la Seguridad Alimentaria de la CRBV.
Froilan Alejandro Barrios Nieves
fbarriosnieves@gmail.com
@froilanbarrios
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