El capitalismo a través de su historia, ha sido un sistema muchas veces
injusto y que no en pocas ocasiones ha creado condiciones sociales y políticas
comprometedoras.
Aun así, es hasta ahora la forma más conocida y desarrollada
de realización del trabajo, de la mercancía, del ahorro y el consumo masivo.
Fortaleció al mundo laboral productivo, en todas partes. Los beneficios y los aportes a la comodidad, salud, descubrimientos y buenos
servicios útiles a las sociedades modernas que hoy las disfrutan, han sido como
consecuencia de su desarrollo. El 90% de los avances médicos y tecnológicos
provienen de los países con ese sistema.
Muy por el contrario de las sociedades que experimentaron y experimentan el
modelo económico socialista, que solo generan escasez, atraso y una mala
calidad de vida.
La participación de los trabajadores en el capitalismo moderno es central.
Pero antes, su mentalidad y conducta deben favorecer la productividad y la
disposición a aumentar su rendimiento. Ver solo a su empresa como obligada
exclusivamente a satisfacer todas sus demandas y necesidades, solo conduce a un
final seguro, la quiebra y la pérdida del empleo.
Desarrollar una industria nacional vigorosa, democrática y productiva,
libre de controles ilegales, de chantajes y extorsiones, más que necesario es
imprescindible en la actualidad. Es el valor del trabajo, la más acertada
ideología en una sociedad moderna.
Estimulada por la demagogia política, en Venezuela esa confusión favorece,
por un lado, la creación de una mitología del patriotismo en la que proliferan
doctrinas tan absurdas como la del militarismo
revolucionario de la independencia. Impide por otro lado, la apreciación
racional y actualizada de los factores económicos y de progreso de la nación.
Tratan de enmascarar la ineficacia y la corrupción, arrancando de la
historia las luchas sociales y el idealismo épico del siglo 19. Insistir en
modelos populistas y no erradicar la dependencia del estado, puede hundirnos en una recesión
económica de muy difícil recuperación.
El ciclo revolucionario iniciado en Rusia en 1905, está cerrado además para
siempre. La historia no se repite y si lo hace, como ya observó Marx, convierte
en sainete o farsa lo que fue drama. Los ciclos en la historia se abren con
abrupta violencia, pero se cierran luego con fuerza definitiva. La revolución
socialista se ha marchado con tanta brusquedad y amplitud como entró. Ella no
volverá jamás.
Hay algo esencial, el capitalismo con sus imperfecciones ha resultado como sistema histórico, más estable de lo que se creía. Hoy por hoy disfruta del monopolio de la ideología. Su adaptación, mejoras y reorientación, son hoy objeto de estudios y de debate. Pero aún no se ha planteado su erradicación.
Cesar Guillen
Citterio
cesarguillencittrerio@gmail.com
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