El régimen viola los derechos humanos de manera
sistemática. Hay demasiados ejemplos; tal vez uno de los más pavorosos es el de
la jueza María Afiuni y continúa, al pretender Luisa Ortega, brazo furioso del
régimen, presentarla como mentirosa. El gobierno niega las acusaciones que le
caen como mazazos inevitables, casi ofendido; y con su cara muy lavada saca
testimonios forjados y cuentos de camino para desmentir sus crímenes. En esta
nota se destacará cómo y por qué son capaces de querer refutar lo evidente con
cinismo e impudicia.
A veces pareciera que quienes mandan tuvieran no sólo la
mentalidad de los comisarios soviéticos o cubanos sino que vivieran en el mundo
cerrado que sus regímenes opresivos logran construir, en los cuales lo que pasa
“adentro” no se conoce “afuera” –salvo para los muy informados-. Los
malandrines domésticos actúan como si pudieran caerle a palos a los disidentes,
torturarlos, apresarlos, perseguirlos con su justicia, y en el resto del mundo
se creyeran sus patrañas. Tienen, en algunos casos, una visión antigua de la
comunicación, como si sólo el trasiego dificultoso de cartas manuscritas
pudiera informar al exterior de los crímenes cometidos.
Hay otra dimensión más contemporánea. El régimen ha
buscado desde Chávez -entonces con éxito- imponer una narrativa acerca de su
origen, desempeño y propósitos. Un disidente no es sino un representante del
imperialismo; un productor no es más que la siniestra máquina de explotar al
pobre; un joven que protesta tiene que ser un agente pagado por Álvaro Uribe;
un organizador de una manifestación no es tal sino un golpista; una juez que
toma una decisión contraria a lo que quiere el régimen no es una jueza sino una
operadora de las fuerzas contrarrevolucionarias. Se podría pensar que esa
conducta es enloquecida al tratar de imponer un cuento que nadie cree; sin
embargo no es tan loco como parece: al régimen no le importa que le crean; es
más, sus jerarcas saben que nadie les cree.
El propósito es más profundo y perverso: es el de la
creación de una burbuja comunicacional para los suyos dentro de la cual todas
las acciones del poder aparezcan como racionales, fundamentadas y coherentes,
mientras se desecha todo lo demás como mentira de “la derecha”. El engaño es
para los suyos. Esa burbuja no es de jabón; su transparencia no la hace menos
resistente pues se sostiene por la represión y el terror.
Encontrar su punto débil y pincharla es la tarea de
quienes luchan por la libertad. Entonces, el cuento se caerá. Y sus autores
quedarán como los facinerosos que son.
Carlos Blanco G.
@carlosblancog .
www.tiempodepalabra.com
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Apreciado Carlos. Cada lunes, no dejo de leer su valiente opinión de Tiempo de Palabra. Por mi parte, me siento honrado y hasta orondo de acompañarlo en elrepublicano.blogspot.com pues siento que usted me impulsa. Lo conocí cuando fungía como presidente la Copre. Yo actuaba como representante del Conicit. Siempre será un inmenso gusto estar a su lado y de su lado. Mil abrazos. AJMonagas. Y mucha salud...
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