Venezuela está atrapada bajo el delirio de grandeza de
quienes buscan usurpar la historia política contemporánea en nombre de una
doctrina deológica que sólo tiene posibilidad de garantizar miseria para el
pueblo.
AL BORDE DEL COLAPSO
El peligro siempre ha formado parte de la vida del
hombre. Sobre todo, cuando ha pretendido lidiar con la incertidumbre sin tomar
en cuenta los riesgos a los que se enfrenta. No sólo esto lo ha vivido en
situaciones de adversidad que su temeridad le ha prodigado. También, frente a
problemas derivados de su afán por alcanzar el poder necesario para dominar a
otros. La política, por ejemplo, explica bien tales realidades habida cuenta
que configuran el devenir del ser humano en medio de las dificultades propias
que impone su movilidad como individualidad comprometida con propósitos de
razón social. Ya hablaba Aristóteles sobre las necesidades e intereses que
movilizan al hombre toda vez que debe enfrentarse a los avatares del
“Leviatán”. Quizás reflexiones de este tenor, animó a José Ortega y Gasset,
filósofo y ensayista español, a afirmar que “la vida es una serie de colisiones
con el futuro”.
Revisar el concepto de peligro, asociado al significado
de contingencia, amenaza o eventualidad, desde la perspectiva de la política,
pareciera no coincidir a plenitud de lo que representa para el hombre social y
emocional su desarrollo y crecimiento. Posiblemente, inquietudes de naturaleza
política hicieron asentir al Conde De Mirabeu, un fogoso activista de la Revolución
Francesa, asentir que “el mayor peligro de los gobiernos es gobernar
demasiado”. Incluso, Simón Bolívar, en su discurso de Angosturas el 15 Febrero
de 1819, expresó que “nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo
a un mismo ciudadano en el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él se
acostumbre a mandarlo, de donde se origina la usurpación y la tiranía”.
Considerar que el gobierno no se ha hecho para la
comodidad y el placer de los que gobiernan, hace inferir que tampoco un gobierno
se estructure con propósitos que pongan en peligro el bienestar del ciudadano.
No obstante, la ineptitud de gobernantes sometidos por ideologías obsoletas,
aparte de sectarias, hace que la paz del terror y el silencio del despotismo se
impongan como criterios de gobiernos. Así la nación sucumbe bajo el dominio de
gobernantes obstinados, resentidos y desentendidos del significado de Estado
democrático y social de Derecho y de Justicia.
No hay duda de que Venezuela está atrapada bajo el
delirio de grandeza de quienes buscan usurpar la historia política
contemporánea en nombre de una doctrina ideológica que sólo tiene posibilidad
de garantizar miseria para el pueblo. En medio de tan aterrador marasmo, estos
gobernantes han pretendido actuar en nombre de una revolución bolivariana de la
cual se han valido para permitir el ingreso de un mal denominado: socialismo
del siglo XXI. Fue así como el país cayó en la desgracia de ver arruinada su
economía toda vez que su sector productivo fue objeto del peor descalabro de su
historia. Descalabro éste provocado como resultado del (des)gobierno que
severamente viene azotándolo sin tiempo ni medida. Hoy los pronósticos son
gravemente desesperanzadores. Particularmente, en materia económica. Aunque
algo menos, pero igualmente fustigante, representan para el ámbito político y
también social.
Es así que se habla de una inflación que según algunos
cálculos, 2015 estaría cerrando con una inflación por encima del 170% rayando
en un 200% lo cual revela el craso fracaso del presente régimen y su modelo
económico. En consecuencia, el país verá ahondar su recesión hasta el 7 % este
año. Todo ello, en el marco de políticas macroeconómicas “insostenibles” dado
lo desproporcionado de sus fundamentaciones. El régimen ha equivocado la dirección
del país el cual lejos de escapar a seguir subordinado a la renta petrolera, no
sólo se ha sometido más a la misma. Sino que además, el hecho de supeditarse a
ella, desvirtuó el carácter de una economía en otrora declarada como referencia
para América Latina. Hoy lamentablemente se sitúa en vergonzosos lugares, muy
por debajo de países del llamado “patio trasero del subdesarrollo”. Por pagar
deudas externas de insidioso y amenazador discurso, el régimen ha desdeñado las
demandas populares haciendo que por ello el país se haya venido al suelo.
Tanto, que los peligros de un sacudón están latentes. Más, cuando todo estar
casi al borde del colapso.
VENTANA DE PAPEL
MORAL ENCAPUCHADA
Cuando la mayoría de una nación quiere permanecer libre,
¿pudiera emplearse una fuerza capaz de impedir que no lo sea?. Posiblemente si.
Aunque en medio de una sociedad surgida en democracia y afincada sus
expectativas de bienestar y desarrollo en libertades políticas, sociales y
económicas, luce difícil. O quizás, imposible. A pesar del carácter amenazador
y violento encauzado mediante un discurso político que busca la fractura
social. Este mismo problema ha asediado la Universidad autónoma, libre,
democrática y crítica. No tanto por su importancia institucional, como por las
ideas que ella irradia en aras de indagar realidades azoradas por la búsqueda
de la verdad.
De manera que cuando se advierte que un gobierno, como el
actual, se empeña en incitar cualquier tipo de cizaña en contra de la
Universidad, aprovechándose de perversiones elaboradas en laboratorios
gubernamentales para debilitar la autonomía que por ley debe resguardar la
funcionalidad universitaria, es porque esos gobernantes han perdido de vista
todo lo que concierne a los valores bajo los cuales se amparan las libertades y
los derechos fundamentales del hombre. Indistintamente del hecho que puede
significar que algunos pocos gobernantes sean graduados universitarios.
Entonces, no hay duda en afirmar que se está en presencia de un gobierno
transgresor y profundamente agraviador e insano.
Ante realidades así, la comunidad universitaria tiene que
elevar su voz por encima de cualquier contingencia a fin de divulgar su opinión
de cara al acecho del cual es víctima. He ahí el momento en que factores
políticos vinculados al régimen, por improcedentes razones, se convierten en
piezas de un tétrico juego que tiende a causar el mayor daño posible en el
cuerpo de quien se atreve a contrariar el absurdo plan del contrincante de
mayor poder político. O sea, el régimen. Pero para jugarlo y ganarlo, busca
enmarañar la escena nacional pretendiendo disfrazarse de “justos y demócratas”.
Para lo cual se valen de la violencia, la infamia y de la exfoliación. Lo que
al régimen le interesa, es sobreponerse a las ventajas que el adversario, por
naturaleza, le lleva. Para ello se vale de la trampa a cualquier precio. La
hipocresía, la demagogia y la coerción son sus mejores aliados estratégicos.
Aunque pregona el sentido equitativo de sus acciones. Bien se sabe que dicho
juego responde al nombre de: Moral Encapuchada.
LA CULPA ES DEL OTRO
Cuando no se tiene conciencia de las arbitrariedades,
precariedades y necedades que tienen aprisionadas las realidades nacionales, es
porque quienes así piensan y actúan está embutidos en un mundo de absurdas
fantasías.
Paradójicamente, así se comportan gobernantes cuya
acepción de socialismo, hace que sus decisiones estén colmadas de las mayores
aberraciones. Por supuesto, todo funcionario que muestre una conducta así de
errada, es porque está sumido en un mar de intemperancias, obnubilaciones y
tribulaciones. Basta con escuchar a cualquier funcionario del alto gobierno
venezolano o dirigente político sumiso a dicho gobierno, aludiendo a criterios
incoherentes a partir de los cuales fundamenta sus determinaciones. O
igualmente, basta con leer los noticiarios que refieren los hechos
gubernamentales para entender lo desquiciados que están.
De ahí que los discursos de estos personajes son
argumentos para incriminar razones infundadas o pretextos para reprochar lo que
por desidia, desconocimiento o simple indiferencia, dejaron de hacer. Todo
ello, en el marco de una gestión política sin detallada orientación ya que está
subordinada a las contingencias que emergen de las circunstancias. Por eso al
régimen no le importa excusarse de la corrupción cabalgante o de la inflación
descabellada, si puede señalar al contrario como el causante de todo el mal
ocurrido. O sea, que la culpa es del otro.
“No hace falta que un escritor pronuncie la dictadura o
que un político la denuncie para que cuando un gobierno es cuestionando por
hechos de notoria arbitrariedad y desgarrado abuso, es porque la moralidad de
sus
gobernantes se cundió de indecencia por articular decisiones
que develan un yugo de inhumana y tirana condición”
Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
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