lunes, 20 de julio de 2015

ANTONIO JOSÉ MONAGAS, AL BORDE DEL COLAPSO, PIDO LA PALABRA, VENTANA DE PAPEL,

Venezuela está atrapada bajo el delirio de grandeza de quienes buscan usurpar la historia política contemporánea en nombre de una doctrina deológica que sólo tiene posibilidad de garantizar miseria para el pueblo.

AL BORDE DEL COLAPSO

El peligro siempre ha formado parte de la vida del hombre. Sobre todo, cuando ha pretendido lidiar con la incertidumbre sin tomar en cuenta los riesgos a los que se enfrenta. No sólo esto lo ha vivido en situaciones de adversidad que su temeridad le ha prodigado. También, frente a problemas derivados de su afán por alcanzar el poder necesario para dominar a otros. La política, por ejemplo, explica bien tales realidades habida cuenta que configuran el devenir del ser humano en medio de las dificultades propias que impone su movilidad como individualidad comprometida con propósitos de razón social. Ya hablaba Aristóteles sobre las necesidades e intereses que movilizan al hombre toda vez que debe enfrentarse a los avatares del “Leviatán”. Quizás reflexiones de este tenor, animó a José Ortega y Gasset, filósofo y ensayista español, a afirmar que “la vida es una serie de colisiones con el futuro”.

Revisar el concepto de peligro, asociado al significado de contingencia, amenaza o eventualidad, desde la perspectiva de la política, pareciera no coincidir a plenitud de lo que representa para el hombre social y emocional su desarrollo y crecimiento. Posiblemente, inquietudes de naturaleza política hicieron asentir al Conde De Mirabeu, un fogoso activista de la Revolución Francesa, asentir que “el mayor peligro de los gobiernos es gobernar demasiado”. Incluso, Simón Bolívar, en su discurso de Angosturas el 15 Febrero de 1819, expresó que “nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo a un mismo ciudadano en el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él se acostumbre a mandarlo, de donde se origina la usurpación y la tiranía”.

Considerar que el gobierno no se ha hecho para la comodidad y el placer de los que gobiernan, hace inferir que tampoco un gobierno se estructure con propósitos que pongan en peligro el bienestar del ciudadano. No obstante, la ineptitud de gobernantes sometidos por ideologías obsoletas, aparte de sectarias, hace que la paz del terror y el silencio del despotismo se impongan como criterios de gobiernos. Así la nación sucumbe bajo el dominio de gobernantes obstinados, resentidos y desentendidos del significado de Estado democrático y social de Derecho y de Justicia.

No hay duda de que Venezuela está atrapada bajo el delirio de grandeza de quienes buscan usurpar la historia política contemporánea en nombre de una doctrina ideológica que sólo tiene posibilidad de garantizar miseria para el pueblo. En medio de tan aterrador marasmo, estos gobernantes han pretendido actuar en nombre de una revolución bolivariana de la cual se han valido para permitir el ingreso de un mal denominado: socialismo del siglo XXI. Fue así como el país cayó en la desgracia de ver arruinada su economía toda vez que su sector productivo fue objeto del peor descalabro de su historia. Descalabro éste provocado como resultado del (des)gobierno que severamente viene azotándolo sin tiempo ni medida. Hoy los pronósticos son gravemente desesperanzadores. Particularmente, en materia económica. Aunque algo menos, pero igualmente fustigante, representan para el ámbito político y también social.

Es así que se habla de una inflación que según algunos cálculos, 2015 estaría cerrando con una inflación por encima del 170% rayando en un 200% lo cual revela el craso fracaso del presente régimen y su modelo económico. En consecuencia, el país verá ahondar su recesión hasta el 7 % este año. Todo ello, en el marco de políticas macroeconómicas “insostenibles” dado lo desproporcionado de sus fundamentaciones. El régimen ha equivocado la dirección del país el cual lejos de escapar a seguir subordinado a la renta petrolera, no sólo se ha sometido más a la misma. Sino que además, el hecho de supeditarse a ella, desvirtuó el carácter de una economía en otrora declarada como referencia para América Latina. Hoy lamentablemente se sitúa en vergonzosos lugares, muy por debajo de países del llamado “patio trasero del subdesarrollo”. Por pagar deudas externas de insidioso y amenazador discurso, el régimen ha desdeñado las demandas populares haciendo que por ello el país se haya venido al suelo. Tanto, que los peligros de un sacudón están latentes. Más, cuando todo estar casi al borde del colapso.

VENTANA DE PAPEL

MORAL ENCAPUCHADA

Cuando la mayoría de una nación quiere permanecer libre, ¿pudiera emplearse una fuerza capaz de impedir que no lo sea?. Posiblemente si. Aunque en medio de una sociedad surgida en democracia y afincada sus expectativas de bienestar y desarrollo en libertades políticas, sociales y económicas, luce difícil. O quizás, imposible. A pesar del carácter amenazador y violento encauzado mediante un discurso político que busca la fractura social. Este mismo problema ha asediado la Universidad autónoma, libre, democrática y crítica. No tanto por su importancia institucional, como por las ideas que ella irradia en aras de indagar realidades azoradas por la búsqueda de la verdad.
De manera que cuando se advierte que un gobierno, como el actual, se empeña en incitar cualquier tipo de cizaña en contra de la Universidad, aprovechándose de perversiones elaboradas en laboratorios gubernamentales para debilitar la autonomía que por ley debe resguardar la funcionalidad universitaria, es porque esos gobernantes han perdido de vista todo lo que concierne a los valores bajo los cuales se amparan las libertades y los derechos fundamentales del hombre. Indistintamente del hecho que puede significar que algunos pocos gobernantes sean graduados universitarios. Entonces, no hay duda en afirmar que se está en presencia de un gobierno transgresor y profundamente agraviador e insano.
Ante realidades así, la comunidad universitaria tiene que elevar su voz por encima de cualquier contingencia a fin de divulgar su opinión de cara al acecho del cual es víctima. He ahí el momento en que factores políticos vinculados al régimen, por improcedentes razones, se convierten en piezas de un tétrico juego que tiende a causar el mayor daño posible en el cuerpo de quien se atreve a contrariar el absurdo plan del contrincante de mayor poder político. O sea, el régimen. Pero para jugarlo y ganarlo, busca enmarañar la escena nacional pretendiendo disfrazarse de “justos y demócratas”. Para lo cual se valen de la violencia, la infamia y de la exfoliación. Lo que al régimen le interesa, es sobreponerse a las ventajas que el adversario, por naturaleza, le lleva. Para ello se vale de la trampa a cualquier precio. La hipocresía, la demagogia y la coerción son sus mejores aliados estratégicos. Aunque pregona el sentido equitativo de sus acciones. Bien se sabe que dicho juego responde al nombre de: Moral Encapuchada.

LA CULPA ES DEL OTRO

Cuando no se tiene conciencia de las arbitrariedades, precariedades y necedades que tienen aprisionadas las realidades nacionales, es porque quienes así piensan y actúan está embutidos en un mundo de absurdas fantasías.
Paradójicamente, así se comportan gobernantes cuya acepción de socialismo, hace que sus decisiones estén colmadas de las mayores aberraciones. Por supuesto, todo funcionario que muestre una conducta así de errada, es porque está sumido en un mar de intemperancias, obnubilaciones y tribulaciones. Basta con escuchar a cualquier funcionario del alto gobierno venezolano o dirigente político sumiso a dicho gobierno, aludiendo a criterios incoherentes a partir de los cuales fundamenta sus determinaciones. O igualmente, basta con leer los noticiarios que refieren los hechos gubernamentales para entender lo desquiciados que están.
De ahí que los discursos de estos personajes son argumentos para incriminar razones infundadas o pretextos para reprochar lo que por desidia, desconocimiento o simple indiferencia, dejaron de hacer. Todo ello, en el marco de una gestión política sin detallada orientación ya que está subordinada a las contingencias que emergen de las circunstancias. Por eso al régimen no le importa excusarse de la corrupción cabalgante o de la inflación descabellada, si puede señalar al contrario como el causante de todo el mal ocurrido. O sea, que la culpa es del otro.

“No hace falta que un escritor pronuncie la dictadura o que un político la denuncie para que cuando un gobierno es cuestionando por hechos de notoria arbitrariedad y desgarrado abuso, es porque la moralidad de sus
gobernantes se cundió de indecencia por articular decisiones que develan un yugo de inhumana y tirana condición”

Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas

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