viernes, 17 de julio de 2015

ANDRÉS SIMÓN MORENO ARRECHE, SI ERES DE LA COMUNIDAD L.G.B.T. ESTE MENSAJE ES PARA TÍ

Se llama movimiento LGBT al movimiento social y político que pretende conseguir la normalización social y la equiparación de derechos de homosexuales (gais y lesbianas), transexuales, bisexuales, etc. con los heterosexuales.
Lo primero que deseo expresarte es... ¡Felicidades! Has conseguido que en todos los Estados de la Unión Americana reconozcan tus preferencias como opciones legítimas de vinculación, más allá de lo meramente sentimental. Ahora puedes tener en los Estados Unidos de Norteamérica un vínculo legal y legítimo con tu pareja, algo que también puedes disfrutar en otros países, pero como soy ciudadano estadounidense me enfoco en el logro que ha alcanzado tu minoría en mi país, la tierra de las oportunidades.

Lo segundo que deseo comunicarte tiene que ver con el uso equivocado que podrías hacer, no solo del derecho de asociación marital - recientemente confirmado en la Corte Suprema de los Estados Unidos de América con una estrechísima votación 5 a 4 – sino también por el uso, igualmente erróneo, de los nombres, conceptos y adjetivos que empleas para defender y refrendar el derecho que te asiste a ejercer una preferencia sexual, a través del ejercicio de la libertad de expresión que te permite manifestar públicamente esa predilección.
Ahora que puedes ejercer el derecho a casarte con una persona de tu mismo sexo, debes recordar que para beneficiarte de la legalidad que se desprende de un derecho adquirido tienes que cumplir con la ejecución responsable de varias obligaciones; particularmente aquellas que limitan o condicionan socialmente tu derecho. Permíteme comentarte algunos aspectos sustantivos de esas limitaciones.
El alcance de tus derechos
El derecho que se te ha reconocido para preferir y manifestar tu preferencia sexual y para contraer matrimonio con personas de tu mismo sexo no es infinito, tampoco intocable ni absoluto. Termina donde comienza el derecho de otras personas para salvaguardar sus normas, usos y costumbres, junto con los parámetros éticos y morales que tus preferencias agreden, aun cuando sean legales y legítimos. Ciertamente tienes el derecho a manifestar públicamente tus preferencias sexuales y puedes hacerlo dentro de los límites que imponen las normas sociales y las leyes y sus reglamentos.
Hasta ahí todo va bien, pero... ¿Qué sucede conmigo y con las normas morales y éticas que inculco a mi familia? Cuando te besas con tu pareja en público y mis hijos y nietos lo ven, provocas en ellos una gran turbación moral y un gran desconcierto ético porque ellos – al igual que yo, mis padres y todos nuestros ancestros – han sido criados con unas reglas de conducta y comportamiento que tu proceder transgrede. Hemos sido educados y orientados para que nuestras relaciones afectivas y sexuales sean heterosexuales, siendo la homosexualidad una vulgar transgresión a una importante norma de comportamiento de carácter moral.
Ahí, en ese ejemplo, la expresión de tu preferencia sexual colide abiertamente con los parámetros éticos y morales de nuestra familia. Tu comportamiento es, a mi vista y a los ojos de mis hijos y nietos, tan reprobable como el que roba en una tienda de abarrotes, como el que agrede a un anciano en la calle, como el que ofende con palabras soeces a cualquiera. Te pregunto: ¿Cuál de ambos derechos debe primar sobre el otro? ¿Tu derecho a expresar tu preferencia sexual es más importante que los valores éticos y morales de nuestra familia? La respuesta es más que obvia: ningún derecho está por encima del otro, pero hay algo que los prioriza, y ese ‘algo’ se llama ‘costumbre social’.
Las costumbres sociales son modos de comportamiento grupal aceptados por la mayoría de los individuos que integran un conglomerado social, quienes los ponen en práctica como conducta socialmente aceptada. Acá, el aspecto que sobresale en el concepto es la palabra ‘mayoría’, que es la representación de una superioridad nominativa de individuos que democráticamente convienen en permitir unos comportamientos y a rechazar, tachar o condenar otros. Aun cuando tienes “el derecho a...” ese derecho está condicionado y limitado por las leyes tanto como por esos comportamientos que la costumbre social dictamina como norma. Como puedes apreciar, la norma social limita el alcance de tu derecho.
La moralidad condicionante
Como puedes suponer, la moralidad es la conformidad que los individuos asumen respecto a las reglas establecidas, unas reglamentaciones morales que la mayoría dispone como costumbre o regla y con sujeción a valores morales que ordenan los actos con base a unas virtudes sociales que tienen como fundamento la luz de una razón compartida.
Si vives en un conglomerado ortodoxo, conservador, de principios morales y éticos tamizados por la religión (sea cual fuera ésta) notarás de inmediato que tu conducta y tu comportamiento homosexual provocan un fuerte rechazo social, aun cuando esa conducta y comportamiento sean legales y legítimos y estén amparados por las leyes y su jurisprudencia. Como has podido deducir, el ‘quid’ de todo radica en una sola palabra: ‘mayoría’. Es la mayoría de los ciudadanos a que impone patrones conductuales dentro de las comunidades y si esa mayoría aborrece de tu comportamiento te verás en graves aprietos para ejercer públicamente el derecho que las leyes y los tribunales te otorgan para manifestar pública y abiertamente tu preferencia sexual. Quiero que te conste que no me refiero a que en esas congregaciones sociales se coartan tus derechos humanos o civiles; simplemente condicionan las circunstancias en las que tu preferencia y tus comportamientos agrede sus patrones morales.
Los deberes de la civilidad
Si... Ya imagino escucharte decir que te sientes hastiado/a, cansado/a, que mis argumentos te aburren o los consideras irrelevantes, pero tengo noticias para ti: Existen ordenanzas, reglas y normas de convivencia a nivel vecinal, parroquial, municipal, estatal y federal que se agrupan bajo un mismo título: ‘Deberes ciudadanos’. Se trata de obligaciones que impone la civilidad como.... pagar tus impuestos municipales, estatales y federales... La obligatoriedad de disponer de una licencia y de un permiso médico para manejar tu vehículo... La exigencia urbana de cruzar las calles por las esquinas cuando el semáforo te lo permita... La prohibición de arrojar desperdicios a la vía pública... y cientos de otras normas de comportamiento ciudadano que tú y yo debemos acatar y cumplir, como aquellas otras normas que las ordenanzas municipales llaman ‘de moralidad pública’  ¿Te parece haber escuchado algo así? Permíteme que desempolve las normas de moralidad pública más comunes, esas que todos los días hacen cumplir las fuerzas policiales en todo el mundo:
.- Prohibición de transitar desnudo/a por la vía pública. La falta se denomina ‘exhibicionismo’.
.- Prohibición de lanzar excretas (orines y heces) a la vía pública; prohibición de orinar o defecar en espacios públicos. Las faltas son dos: ‘contaminación ambiental’ y ‘ofensa al recato y la moralidad públicas’.
.- Prohibición de la ejecución pública de relaciones sexuales y otras manifestaciones de carácter íntimo. Tales conductas transgreden varios deberes que afectan ofensa al recato y la moralidad públicos: ‘Indecencia’, ‘Exhibicionismo’, ‘Obscenidad pública’, ‘Procacidad’.
Ten en cuenta que en la inmensa mayoría de las ciudades de los Estados Unidos de Norteamérica, y más en las ciudades y aldeas latinoamericanas, tus públicos besuqueos homosexuales, tu manoseo impúdico, incluso hasta la arrogante exhibición de tu preferencia, son conductas tachadas de ‘relaciones íntimas’ indebidas.
Precisamente por eso es que te sientes marginado/a y obligado/a a crear tu propia comunidad, con sus patrones morales ( o la inexistencia de ellos), con sus normas liberales (que para otros puedan parecer libertinas) y con sus propias reglas de comportamiento. El rechazo, silencioso o abierto, que las mayorías ciudadanas manifiestan por tus conductas son las que impulsan el surgimiento de comunidades donde Uds. Puedan practicar sus valores homosexuales, comunidades que solo pueden surgir y establecerse si Uds. la comunidad LGBT integran una mayoría circunstancial, capaz de aprobar y poner en práctica esos códices.
Eso ya ha sucedido. En el Estado de California, en la costa Oeste de los Estados Unidos de Norteamérica, hay sobrados ejemplos de comunidades mayoritariamente gay que han logrado imponer sus criterios y formas de vida. Mientras eso sucede allá (también en otras latitudes) Uds. Son otra minoría más que convive bajo el mismo cielo y bajo las mismas normas sociales; ni más ni menos iguales que los demás, pero obligados como todos a cumplir con los parámetros morales que establecen las reglas, las normas y las leyes.
Como te he demostrado hasta aquí, tus derechos ciudadanos vienen con cierta cantidad de deberes, y en modo alguno son una moderna ‘Patente de Corsario’ para que hagas en público lo que te provoque. Espero haber sido suficientemente explícito en esta primera parte de mis observaciones; ahora voy a llamar tu atención en el otro ‘uso indebido’: el de los nombres, los conceptos y los adjetivos que tú y tu comunidad suelen utilizar para exponer y defender esos derechos civiles, que como te he demostrado, contemplan obligaciones y deberes ciudadanos que son ineludibles.
Son dos las palabras que más utilizas para esgrimir tus argumentos: Diversidad y tolerancia. Están presentes en los panfletos que lanzas a las calles en tus ‘gay parade’; también están presentes en los alegatos para la defensa de tus preferencias y derechos, y son las primeras palabras con las que solicitas respeto a tus preferencias sexuales y reconocimiento a tus nuevos derechos. Diversidad y tolerancia... Permíteme analizarlas.
Diversidad
Diversidad es un nombre que alude a la abundancia de cosas distintas. Su adjetivo es ‘diverso’, que califica lo que es de distinta naturaleza, especie o figura. Por lo tanto, lo diverso es lo no-semejante, y como puedes advertir la homosexualidad (en todas sus manifestaciones masculinas, femeninas, activas, pasivas o transversales) es lo menos diverso que pudiera existir pues alude a las preferencias sentimentales y sexuales de individuos de la misma condición y género.  Lo homosexual es ‘homocéntrico’ porque como el haz de luz, sus integrantes se aglutinan de manera homogénea, igualitaria, como si se tratara de organismos homocigóticos (que no lo son) con genes alelomorfos para un mismo carácter; lo ‘homo’ es sinónimo de parecido, similar, convergente, análogo, covalente, del mismo carácter y homogéneo. ¡Nada más alejado de la diversidad – conceptual y semánticamente- que la homosexualidad!
Cuando tú exiges que se respete tu ‘diversidad sexual’ lo haces como figura retórica, como un oxímoron, que como sabes es una figura lógica que consiste en usar dos conceptos de significado opuesto en una sola expresión, con la que pretendes generar un concepto nuevo, aun cuando es semánticamente ilógico: la diversidad de la homogeneidad preferencial. Es evidente que en tu solicitud de respeto equivocas el uso del nombre ‘diversidad’ y de su adjetivo porque no existe tal diversidad en tu preferencia sexual.
En la especie humana solo hay dos sexos: masculino y femenino, y esa bipolaridad fisiológica no es ni contempla ‘abundancia’ de otros sexos que sean de distinta naturaleza a los dos que existen porque la especie humana es ‘heterogamética’, una condición propia y característica de nuestra especie, para la que no existe pluralidad o diversidad sexual, sino únicamente dos: masculino y femenino. Tendríamos ‘diversidad sexual’ si además de los aparatos genitales masculino y femenino, la raza humana tuviera otros medios y modos de reproducción y consiguientemente de sexualidad. Imagina que, además de penes y vaginas pudiéramos reproducirnos por ‘plasmólisis’ juntando nuestros... ¡codos!. Imagina que pudiéramos interaccionar con placer (y posibilidad de reproducción) si además de lo masculino, lo femenino y lo ‘codal’, una porción de nuestros congéneres fuera ‘multifrodita’ es decir, con la capacidad de auto replicarse en otro ser como quien se clona a sí mismo (tal como lo hacen algunos vegetales u organismos monocelulares) y que esos humanos pudieran experimentar placer al auto coitarse.
Podría darte otra media docena más de diferentes modalidades de sexo pero creo que con esas dos me basta para aclararte el panorama de una verdadera diversidad sexual. Pero la realidad es otra y muy simple: nuestra sexualidad es bipolar, y si hiciéramos una interpretación libre del término ‘sexualidad’ tal vez aterrizaríamos en el terreno del sicoanálisis que alude a la sexualidad como... “conjunto de manifestaciones que buscan el placer ligado al funcionamiento del aparato genital”. Eso, estimado miembro de la comunidad LGBT, no es una ‘diversidad sexual’ sino la patología de un comportamiento que tiene su origen en una preferencia, preferencia que nadie te impide, pero preferencia nomás. Te sugiero que taches de tus argumentos la exigencia por un presunto irrespeto a la ‘diversidad sexual’ que dices representar pues no existe, ni física ni sicológicamente. Lo que tu comunidad pretende es que se les respete la decisión conductual que han tomado en relación con las preferencias de ejercicios sexuales entre personas del mismo género. Lo demás, como tu insistencia en convertir tus derechos ciudadanos en una multi-genitalización de tus preferencias, no es otra cosa que sexualizar tus apetitos confiriéndole a tus predilecciones sensuales un carácter fenotípico que no tiene.
La otra palabra que sueles utilizar regularmente para esgrimir tus argumentos es...
Tolerancia.
Como muchos otros de tu minoría, tú también haces hincapié en exigir tolerancia y respeto para tu preferencia sexual, pero creo que ignoras, tal vez solo parcialmente, el alcance de la palabra ‘tolerancia’. Tolerancia es un nombre que define la acción y el efecto de tolerar ¿Alguna vez has consultado el diccionario para averiguar el significado de ‘tolerar’? ¿Tienes clara noción de lo que involucra ‘tolerar’?  Permíteme que te comparta lo que hallé en mi diccionario.
‘Tolerar’ es soportar, sufrir, aceptar a alguien cuya presencia es molesta y desagradable. En otra de sus acepciones, que tú también puedes hallar en el Tomo 10, página 1486, tercera columna del Diccionario de la Real Academia Española, ‘tolerar’ es permitir, resistir, aguantar, admitir y respetar ideas u opiniones distintas. Toma en cuenta que quienes toleramos tu preferencia homosexual (que viene ayuntada a un conjunto de comportamientos, actitudes y conductas que marchan a ‘contra-pelo’ de nuestra moralidad y nuestras costumbres sociales) lo hacemos para soportarte mas no para aceptarte; lo hacemos padeciendo el exotismo de tus costumbres y comportamientos, y a la vez permitiendo t nos resultas molesto, irritante y desagradable. Aguantamos tus manifestaciones homosexuales pero no las celebramos como propias ni apropiadas; y respetamos tus derechos humanos y ciudadanos en la misma medida que tú respetes los nuestros.
Como puedes deducir, la tolerancia es una manifestación de civilidad que los ciudadanos ejercitamos para la convivencia pacífica con personas de pensamiento divergentes y de conductas excéntricas, como los que integran tu conglomerado, y con ese enfoque tú también, como otro ciudadano más, también tienes la obligación social de ser tolerante.  Tolerante con aquel que se ve afectado con tu conducta; tolerante con el que te pide comedimiento ante las manifestaciones públicas de tus preferencias; también tú debes ser tolerante para aceptar y respetar las ideas y las costumbres socialmente aceptadas en la comunidad donde eres una minoría respetable, y donde tus manifestaciones conductuales públicas y notorias pueden agredir a quienes consideran tus preferencias una transgresión a las normas establecidas.
Para finalizar, te reitero mi bienvenida al universo de las parejas legalmente consolidadas, mas esta bienvenida no implica un reconocimiento o aceptación de tus preferencias sexuales, las que particularmente considero físicamente ‘contra natura’ y moralmente inaceptables, pues de acuerdo con mi humilde criterio son degradantes de la condición humana. Tan solo convengo en aceptar lo que las leyes y la Declaración Universal de los Derechos Humanos te garantizan: La justicia de considerar tu matrimonio como una relación de hecho y de derecho... La igualdad de oportunidades en el marco de un escenario equitativo... Y la legalidad recíproca ante nuestras leyes, normas y reglamentos. Más nada. No me exijas otra cosa fuera de esa justicia, de esa igualdad y de esa legalidad. No deseo tu amistad ni compartir tu estilo de vida, y a pesar de esa distancia que marco entre tú y nosotros, deseo que tu tránsito por esta vida se vea compensado con la mayor felicidad que puedas alcanzar.

Andres Simon Moreno Arreche
andresmorenoarreche@gmail.com
@Escribo-y-Leo

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