"Lo que fue, eso
será”, decía el Cohelet, hijo de David, rey de Israel: “Lo que ya se hizo, eso
es lo que se hará; no se hace nada nuevo bajo el sol. Hasta una cosa de la que
dicen: mira, esto es nuevo, aun ésa ya fue en los siglos anteriores a
nosotros”.
La naturaleza humana, la
fuerza de las cosas: cuando se trata de dinero y de poder o, más bien, de las
tramas tejidas entre dinero y poder, lo que hemos visto, eso mismo es lo que hoy
vemos y veremos. Y lo que hemos contemplado desde que perdimos la candidez es
corrupción, que durante largos años ha pastado sin respeto sin temor a que una
reacción airada de la opinión pública les hiciera morder el polvo a los
corruptos: saberlo todo de las tramas de corrupción no ha impedido que los
partidos responsables de ellas repitieran mayoría en convocatorias electorales,
ĺdem el PP, en España.
Ubicando algunas
pistas…
El escándalo de
corrupción en la FIFA ha puesto al descubierto lo que ya era un secreto a
voces, problema sin embargo, este caso confirma lo que se ha venido denunciando
por especialistas de la sociología del deporte y otros analistas desde décadas
en relación a la vida política, material y social del deporte privado,
especialmente atrofiado en sus valores cuando la mercantilización se apropia de
la mente de los empresarios y, luego, de
los propios jugadores que, ilusionados y con razón, aspiran a aparecer
en las portadas de los diarios como importantes y artífices de triunfos nos ha
abierto los ojos antes ocluidos, o dúctiles, a la conexión de negocios deporte y política causa
y razón que suma un sensible elemento a la ya averiada legitimidad del Estado
democrático en cuanto artífice y defensor del bien público, para donde echemos una
mirada, ahí está: entre los, la corrupción, como sabemos, no es sólo un mal
nacional, sino un fenómeno global del cual muy pocos países se salvan, algo que
no sirve, sin embargo, de alivio. Más bien estimula a preguntarse el porqué de
esta peste que nos condena a chapotear en un mundo repugnante.
El filósofo del
Jardín, como fue conocido Epicuro de Samos, planteó algunas ideas que se hallan
insertas en el imaginario conceptual de la palabra necesidad, y que hemos
traducido arbitrariamente como decadencia.
Hoy como hace más de
dos milenios en la Antigua Grecia estamos inmersos en una sociedad empobrecida
moralmente, anegada en la corrupción y espiritualmente decadente; tal vez las
enseñanzas de Epicuro nos muestren un camino para la acción ante la dejadez
concomitante en nuestra cultura moderna, basada en el consumismo, que tiene en
la satisfacción rápida de los deseos materiales como única fuente de
satisfacción y felicidad, y que mueve la rueda del imposible crecimiento
infinito, las ideas de Epicuro se incrustan en un camino que comenzó siendo
espiritual, y procedió a negar los supuestos materialistas que igualaban al
bienestar humano con la voluntad de los dioses que concentraban el poder
político, el dominio militar y la explotación económica cada vez mayor: todo
ello simbolizado en las murallas, las torres, los palacios y los centros
comérciales templos de los grandes centros urbanos. Hoy como antaño la
decadencia es una voz que se burla del culto al poder, declarándolo inicuo,
fútil y antihumano, y proclamando un nuevo conjunto de valores, antitéticos a
aquellos que habían servido de fundamento a la sociedad jerarquizada. La base
de la sociedad humana no es el fuerza, sino la rectitud; no es el robo, el
saqueo, y la guerra, sino compartir, cooperar y hasta amar; no el orgullo, sino
la humildad; no la riqueza sin límites, sino una sobriedad feliz.
Nos habla el maestro
sobre lo innecesario de limitar los placeres porque estos son en sí un límite,
debiendo limitar eso sí, los deseos; ese querer tener siempre más y más la
relaciona a un padecimiento mental, “No es insaciable el vientre nos dice
Epicuro sino la falsa opinión acerca de la ilimitada avidez del vientre”, en su
narración sobre la necesidad de los límites al deseo diferencia entre riqueza y
pobreza, las cuales se desdibujan en su pensar, en los tiempos actuales
relacionamos estos términos a cualidades materiales que no muestran sino el
vacío existencial que es necesario llenar con cosas.
“La pobreza ordenada
al fin de la naturaleza es inmensa riqueza. Por el contrario, si esta no esta
sujeta a límites es exagerada pobreza.” Reflexiona también el sabio en su Carta
a Meneceo sobre las necesidades, sobre como satisfacer de forma moderada una
necesidad de alimento, que se convierte en deleite en tanto es satisfecha,
difuminando los conceptos de frugalidad y abundancia; en la actualidad ese
‘siempre más’ funciona como un mecanismo que engulle los recursos de una manera
compulsiva llevando a las personas a la insatisfacción por exceso: “La
autosuficiencia la consideramos como un gran bien, no para que siempre nos
sirvamos de poco, sino para que cuando no tenemos mucho nos satisfagamos con
ese escaso; ya que más gozosamente disfrutan de la abundancia quienes menos
necesidad tienen de ella, y porque todo lo natural es fácil de conseguir y lo
barroco difícil de obtener. Los alimentos sencillos procuran igual placer que
una comida gravosa y refinada, una vez que se elimina el dolor de la
necesidad.”, la mente puede colmarse de palabras insubstanciales y convertir a
un individuo en un insaciable inmaduro, cuando el maestro Epicuro expresa:
“Rebosa mi cuerpo de dulzura viviendo a pan y agua, y escupo sobre esos
placeres del lujo, no por ellos mismos, sino por las complicaciones que llevan
consigo.”
El profesor Emilio
Lledó reflexiona en su obra ‘El epicurismo’: “El pan y el agua, realidades para
la pervivencia individual, son metáforas para la solidaridad colectiva. No es
posible la vida social, sin esa esencial distribución del placer, del placer de
lo necesario. Detrás de la modesta expresión que reduce toda la teoría
hedonista a ese ‘pan y agua’ del fragmento, late la fuerza y la exigencia
revolucionaria de la necesidad. Nada es posible, ni la cultura, ni la ética, ni
la educación, si no se lucha antes por la política de lo necesario, por la
política de la vida.”, discurre el filósofo sobre la alegría, sobre la
algarabía respecto al vínculo con los demás y para con la tierra. Ese vínculo
primario con el mundo que habitamos. Ese
movimiento compartido que nos llama hacia el cuidado solidario, hacia el apoyo
mutuo, hacia la contribución colectiva:
“La amistad danza en
torno a la tierra y, como un mensajero, nos convoca a todos nosotros a que nos
despertemos para socorrer en la mutua felicidad.”
Epicuro defiende que
no es el cuerpo la fuente de nuestras miserias sino el impulso incontrolable de
la mente. El descontrol moral produce deseos ilimitados que nos hacen
infortunados, restablecer el orden de la naturaleza, el del cuerpo, devolver la
salud a la mente para que el cuerpo en su sabiduría nos indique el camino de la
buena vida, nos invita el pensador a cultivar la vida interior, a conocernos a
nosotros mismos, y a compartir con nuestros amigos nuestros pensamientos e
inquietudes; el tiempo de pensamiento y conversación es un bien liviano que a
nadie daña y a todos beneficia, es un tiempo de no consumo, de observar el
silencio y de hacernos humanos, de expresarnos lo que somos y donde estamos.
“Estas cosas y otras semejantes medítalas
contigo mismo día y noche y también con alguien semejante a ti y jamás, ni en
la vigilia ni en el sueño te sentirás turbado.”
¿Cuál es entonces la
actual perspectiva moral del planeta? La sociedad actual no parece de ningún
modo dispuesta a renunciar a un cierto agrado, es decir, a una moral orientada
al goce, al placer, al sabor de la vida, y a apreciar en ello la
felicidad. Pero ese goce, placer y sabor
de la vida, por la fuerza del relativo desabastecimiento económico, habrán de
empezar a ponerse en los gustos de la vida sencilla, en un arte del ocio, en
una moral epicúrea y comunitaria, y es por la
paradójica vía de un refinamiento no artificioso, sino al revés,
‘natural’ del placer, por el retorno a la ‘vida sencilla’, cómo podrá
recuperarse, en un futuro próximo, un ‘espiritualismo’ que no reconociéndose
bajo ese nombre, no admitiéndolo siquiera, no por ello dejará de ser tanto y
más espiritualista que los sistemas de vida que así se autodenominaban, más
preguntémonos ¿Son estas nuevas vías tan inadvertidas, tan sorprendentes como a
primera vista parecen? El de ‘hacer de la necesidad virtud’ es un antiguo
saber. De esta antigua y nueva necesidad, de la escasez y penuria pueden
sacarse virtud, fruición y felicidad, cada vez que alguien se piensa a sí mismo
como sujeto de transformación y se junta con algunos de sus semejantes para
perseguir conjuntamente otro tipo de vida, una vida placentera basada en
principios humanistas y materialistas, contribuye a la eternidad de la amistad
entre los humanos, renueva el jardín (kepos) donde Epicuro se rodeó de un grupo
de hombres y mujeres en pie de igualdad donde se cultivaban frutas y verduras y
se disfrutaba conversando alrededor de unos
manjares.
“La política se hace
con la cabeza y no con otras partes del cuerpo”, dictaminó Max Weber. Dictamen
válido para los profesionales políticos pero con mayor razón para quienes
comentamos los avatares de la política.
Pedro R. Garcia M.
pedrorafaelgarciamolina@yahoo.com
@pgpgarcia5
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