El camino ha sido
largo y culebrero. En dieciséis años y algo más, el régimen ha recorrido la
ruta que lleva de la democracia a la dictadura. Imperfecta la primera, con
acciones y omisiones indeseables desatendidas e injustificables. La segunda con
pretensiones de ser modelo para el “socialismo del siglo XXI” del que tanto se
habló. Además de imponerse en Venezuela se extendería por todo el continente y
mediante alianzas abiertas y encubiertas con gobiernos, oposiciones y
organizaciones de variada naturaleza pronto se convertiría en experiencia
válida para los pueblos del mundo.
Pero, como ha sido
dicho tantas veces, “los deseos no preñan”. La experiencia se convirtió en un
fracaso total, ejemplo imponente de lo que no se debe hacer jamás. Total
fracaso de una ideología probadamente fracasada en el pasado remoto y reciente.
También de unos equipos humanos sin preparación ni mediana cultura. Ineptos, con
abierta tendencia hacia el facilismo y la corrupción que corrompió además a
muchos venezolanos. No sólo los protagonistas internos del desastre tendrán que
responder pronto ante la historia, también los externos. Especialmente la Cuba
castrista, dueña y señora de las áreas fundamentales de la vida nacional. La
nefasta influencia de iraníes, iraquíes, de grupos islámicos radicalizados, de
rusos mercantilizados y paremos de contar, también entran en la órbita de las
responsabilidades. La presencia de tentáculos de organizaciones terroristas
internacionales y, especialmente, del narcotráfico en sus múltiples
actividades, obliga a decisiones trascendentes que no admiten mayores
dilaciones.
El país está
destruido. Todos los análisis serios, nacionales e internacionales, coinciden
en que caminamos hacia peor. No hay propósito de enmienda, ni arrepentimiento
en el régimen. Saben que el piso se mueve, que pueden desplomarse ruidosamente
y buscan ganar tiempo a cualquier precio tratando de debilitar, de desprestigiar
al máximo a las organizaciones de la sociedad civil, partidos incluidos, que
trabajan por el cambio. La represión está a la orden del día. Adiós al Derecho,
a la Constitución, a los derechos humanos, civiles y políticos. Entre ellos la
protesta, la libertad de expresión. Del sueño originario se pasa a una
aberración del pasado, a la dictadura totalitaria que hoy padecemos. No hay
democracia. Se trata de una tiranía quizás peor que las de antes.
Esto no puede ni
debe continuar. En esta oportunidad el fraude instrumentado por el CNE, pero
dirigido desde la cúpula, no les alcanzará para burlar la voluntad general de
una nación harta, indignada y dispuesta a colocar nuevamente el nombre de
Venezuela en la ruta de la dignidad, el decoro y la libertad. El cambio es
inevitable, más pronto de lo que desprevenidamente puede percibirse.
Oswaldo Alvarez Paz
oalvarezpaz@gmail.com
@osalpaz
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