martes, 23 de junio de 2015

MIGUEL BAHACHILLE, EL MODELO IDILICO DE ARREAZA

La fragilidad económica e institucional iniciada hace quince años pudo ocultarse mediante un insensato afán de malgastar y por una inflexible predisposición de endeudarse ilimitadamente. Hoy todo está peor. La gente vive temerosa; acosada por la incertidumbre de un presente incapaz de garantizar siquiera la vida misma. El ideal alentado por un iluso que echó mano al más rancio populismo latinoamericano quedó develado como lo que siempre fue: una farsa.
Hay goteras por todos lados. El honesto, gran mayoría, seducido valga el término por una obsolescencia planificada, percibe al país en bancarrota. No cesa la caída de las reservas internacionales hoy en 17 millardos de dólares mientras el gobierno echa mano a los ahorros del FMI descendidos de 3.200 millardos de dólares a 1.300 en menos de un mes. Aun así persiste o se amplía la deuda con aerolíneas, ensambladoras, laboratorios, papeleras; industriales de alimentos, medicinas, polímeros, baterías, entre muchos.  
¿Cómo me afecta ello?; ¡diría el pobre! El embudo económico y social, resistido o no asimilado por la mollera gubernativa, abarca la movilización y búsqueda de materias primas, conflictos por balanza de pagos, presiones para repatriación de dividendos y utilidades, migración de talento humano (fuga de cerebros), especulación con monedas y oro y repartición cambiante de los mercados mundiales, sin entrar a considerar las secuelas políticas con calado internacional.
La manipulación de signo populista que el régimen logró instituir con fantástica destreza ya no tiene efectos engatusadores pues no puede dársele al pueblo, entre otros, más Dakazos. La dura realidad se vive en hospitales carentes de medicamentos y atención médica; en largas colas de gente amanecida para adquirir algún bien de consumo diario como harina o pollo; en calles atemorizantes por la transgresión envalentonada de la delincuencia impune; en la desbaratada infraestructura como vías y planteles educativos, etc.  
El país se anega por todas partes mientras el régimen, irritable y perezoso, se desentiende de las goteras más notorias. Carece de instrumental suficiente y aptitud técnica para cubrirlas. La cultura socialista arrasa todo lo que encuentra a su paso. Cubre su ineptitud apelando al instinto primitivo del hombre que refuerza con imágenes de fanáticos exaltados que prodigan equidad, aunque el ciudadano viva el peor desfase social de nuestra historia republicana.
¿Qué tiene que ver el título del artículo con todo esto?. Durante su intervención en la clausura de la Cumbre de los Pueblos realizada en Bruselas, el Vicepresidente Arreaza señaló que Venezuela no representa amenaza alguna para los pueblos del mundo; que sí lo es  contra el hambre, la pobreza; contra las situaciones que impiden acceso a la vivienda, educación, salud, etc.
Pero su arrogancia fue más allá: “hoy invitamos a los países europeos a que estudien nuestro modelo científicamente, que lo evalúen, critiquen, objeten, pero que reconozcan lo positivo y ojalá puedan tomar algunas lecciones de ello". No sabemos si su discurso, de paso fatalmente articulado, se enmarca en un premeditado cinismo o en la bravata cotidiana de los oficialistas.
Está “sugiriendo” a naciones devastadas por la guerra, que superaron buena parte de sus desgracias en algo más de dos décadas, que forman parte del primer mundo, para que copien el modelo que hunde a Venezuela. Diecisiete países europeos aprovecharon el aporte de 12.500 millones de dólares (Plan Marshall), distribuidos en tres años (1948-1951) para reconstruir el continente devastado. El ingreso de Venezuela entre el 2000 y 2014 supera 80 veces la cifra del citado Plan mientras la pobreza descuella por todos lados.
Por ejemplo Alemania y Austria, arruinadas y ocupadas militarmente, se estabilizaron (Milagro Alemán) no obstante requerir 4 millones de unidades de vivienda; atender las víctimas de la guerra; crear y asegurar una base económica para 2 millones de refugiados de la zona soviética; cuidar 600 mil niños que vivían en establecimientos públicos; buscar capitales para restauraciones ineludibles y acumular reservas para ciclos de recesión económica, entre muchas vicisitudes. ¿Algo que inspirar por parte del señor Arreaza?.
Miguel Bahachille,
miguelmer@gmail.com
@MiguelBM29

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