lunes, 15 de junio de 2015

LUIS GARRIDO, SIGNO DE DERROTA

Sin muchas vueltas que dar, concluimos en que este gobierno estafa a la nación.  Es mucho el dinero que se invierte  -sin justificación-  en funcionarios.   ¿Cuántas horas pierde el presidente olfateando los pasos de  los líderes de  la unidad democrática?  Ahí se comprueba la ineficiencia de este caballero;  el por qué impactan  los problemas en el deterioro de vida del venezolano.  Lo que se conoce por proyectos y tareas a cumplir son las expectativas del discurso donde sale a relucir la danza de los millones que se quedarán en los bolsillos o en bancos extranjeros;   porque para hablar de obras, la de mayor significación ha sido la destrucción de la Venezuela productiva, en los 16 años que llevan de gobierno. 

Cómo se dejaron ver la costura en las elecciones primarias de la oposición, se dedicaron  a la  descalificación  y al  fracaso adelantado;  la preocupación estaba centrada en resultados negativos, que se revirtieron  en amarga frustración.   Fueron unas elecciones internas y de cara al pueblo;  arrojaron un total cercano a los 600.000 votos, realizándose en solo 12 estados.  Más que una señal dirigida al gobierno, constituyó el signo de su derrota.  Mucho hablaron de la guerra diabólica desatada en la MUD, pero nunca dijeron que pocas veces se había desarrollado en el país un evento de esta naturaleza con tanta claridad y armonía.   
Antes que arrogarnos un triunfalismo frente a un régimen que ya no se mantiene de pie, nos toca reflexionar sobre el beneficio que pudiese favorecer al adversario dejándonos arrastrar por intrigas sobre   desencuentros en la MUD, propios en una diversidad de pensamientos donde cada quien, con libertad plena, opina sobre el destino de Venezuela.  El enemigo es el otro, ese que se aferra a toda clase de pillajes para no dejar el poder.   
 La masiva marcha nacional del 28 de mayo es la más clara demostración de que el pueblo sí está dispuesto a recuperar la democracia contra todos los procedimientos perversos de esta dictadura.  No hubo coordinación ni planificaciones previas;  solo fue un llamado  de Leopoldo López, desde un calabozo, que tuvo oídos en una población abrumada;  fue  un sentimiento espontaneo del  venezolano  ante la impotencia de ser gobernado por  un modelo político de arbitrariedades, sostenido con la participación  cómplice de quienes tienen la obligación de velar por la patria e impedir que se  pisoteen  las leyes.       
Luis Garrido
luirgarr@hotmail.com
@luirgarr

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