El líder socialista español -habría que
aclarar que democrático- Felipe González estuvo por Venezuela sin lograr un
pequeño éxito. Si acaso podrá decirse que la diligencia mejor realizada fue la
entrega del merecido reconocimiento a Teodoro Petkoff del premio Ortega y
Gasset. Así las cosas, bien pudiéramos decir que Felipe vino y se fue.
La salida de Felipe González de Venezuela es
la expresión de una triple derrota. Con los presos políticos de Maduro en
huelga de hambre no pudo adelantar ninguno de los objetivos planteados: no los
pudo visitar y mucho menos ejercer su defensa. Los huelguistas han debido
aprovechar la presencia del líder español para convertirlo en el amplificador
mundial de la severa crisis que vive el país y de las violaciones de los derechos
humanos en Venezuela, pero prefirieron mantener una huelga que pone en peligro
la salud y sus propias vidas: los huelguistas, actuando tan tercos y
extremistas como el gobierno, perdieron una extraordinaria oportunidad para
suspender una huelga que ha demostrado escasa utilidad, y nada indica que las
cosas vayan a cambiar.
Pero la ida de Venezuela de Felipe González es una derrota terrible para Maduro; quienes se consideran un gobierno humanista y defensor de los derechos humanos no fueron capaces de concertar con el líder socialista los mecanismos para que este certificara el trato del cual son objeto los presos políticos. Tanto la fiscalía como la defensoría del pueblo, suerte de oficinas del gobierno y del PSUV, se desentendieron del caso, desaprovechando la posible intermediación que hubiera podido ejercer Felipe González para el levantamiento de la huelga de hambre que solo conduce a replicar un desenlace tan lamentable como el de Franklin Brito.
El gobierno sigue orientado en el
mantenimiento de una lucha existencial, en el no reconocimiento del otro, en el
afianzamiento de la idea schmittiana de amigo y enemigo, lo cual impide que el
ejercicio deliberativo juegue un papel relevante en la superación y resolución
de los conflictos, y, por otra parte, esta misma posición seduce a una parte de
la oposición que cree estar cera de la palanca que dejará caer vertiginosamente
la hojilla sobre el cuello de sus adversarios decapitándolos. Mientras que la
intemperancia rija el comportamiento política, la paz y el sosiego social será
una deuda pendiente.
Felipe González se fue sin cumplir los
objetivos más gruesos pero seguirá libre junto un amplísimo grupo de
exmandatarios iberoamericanos para seguir expresando preocupación por el
deterioro de la calidad democrática en Venezuela y denunciando el
desplazamiento continuo del gobierno hacia posiciones autoritarias.
Nota: Al finalizar este artículo (11/06-2:30
pm) leo por los medios digitales que Ceballos, en un ejercicio de racionalidad,
desiste de la huelga. Bien
Leonardo
Morales P.
leonardomorale@gmail.com
@leomoralesP
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