La confirmación
por parte del CNE de que las elecciones parlamentarias serían el próximo 6 de
diciembre ha tenido, al menos, dos consecuencias. Por una lado, permite que la
oposición democrática venezolano reconduzca su política, algo extraviada entre
huelgas y solicitudes de fecha, hacia aquellos asuntos de verdadera relevancia
para la gran mayoría del país. Y, por otra parte, pone en evidencia, lo que nos
parece saludable, y ahora como un acto público y notorio, el pelaje autocrático
del gobierno chavo-madurista.
La oposición de
aquí al día electoral no debe distraerse en la satisfacción de las tentaciones
personalistas sino centrar su atención en una política que presente a los
venezolanos la ruta que debe seguirse, dentro de las pautas y reglas formales
que impone la democracia, para superar el enorme grado de insatisfacción que ha
ido creando la imposición de un modelo económico cuyo fracaso era previsible.
Ganar más curules
que el oficialismo es un avance sustancial pero no es una suerte de varita
mágica con la cual instantáneamente los desatinos de 15 años puedan corregirse,
sin embargo, una mayoría parlamentaria representa el camino más apropiado para
recuperar la institucionalidad del país, esto es, la independencia de poderes
para que actúen de acuerdo a lo que establecen las leyes. Los parlamentarios,
representantes del pueblo, a legislar y controlar al ejecutivo; el ejecutivo a
actuar según las funciones dadas por la Constitución, el judicial a hacer velar
por el cumplimiento de la leyes y el electoral a convocar responsablemente las
elecciones cuando corresponde y conducirlas imparcialmente. Acabar con la
concentración y el secuestro de las funciones de los poderes públicos que hoy
reposan en manos de un Ejecutivo todopoderoso e insolente, es una tarea de
primer orden para construir un promisorio porvenir.
Un aspecto
relevante de la política hacia los próximos meses tiene que ver con una
incesante denuncia, nacional e internacional, de los abusos y arbitrariedades
que el gobierno adoptará para intentar revertir lo imposible: su derrota.
Con frecuencia e
insistencia se ha afirmado que este es un gobierno autoritario, autocrático, al
que le tortura tener que revestirse de democrático. Ya Maduro en un acto de
extraordinaria sinceridad, franco consigo mismo y los suyos, ha dicho que: “Si
la derecha gana, yo seré el primero en lanzarme a las calles”.
No es contra la
derecha contra la compite Maduro sino contra un pueblo que sufre pacientemente,
sin saber hasta cuando, los efectos de una política generadora de desigualdades, exclusiones y de pobreza.
Ante de lanzarse
a la calle, Maduro y esta burguesía roja cobijada en la revolución, deberán dar
explicaciones del destino de los ingentes recursos cuyo destino esperan ser
conocidos. La nueva AN deberá estar en la obligación de interpelar a ministros
y altos funcionarios para que den explicaciones a la opinión pública, reina de
todo orden democrático, eso sí, sin censura ni impedimentos de naturaleza
alguna.
Por lo pronto, habrá que pedirle a Maduro fiadores, si acaso los consigue, para que firme un acta en el que se compromete a reconocer su derrota y el triunfo de las fuerzas democráticas venezolanas.
Leonardo Morales P.
leonardomorale@gmail.com
@leomoralesP
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