“El
modelo cubano ya no funciona ni siquiera para nosotros”, dijo Fidel Castro
respondiendo a una pregunta de Julia Sweig, especialista en temas cubanos en
entrevista publicada en la revista The
Atlantic Monthly. “Bajo el modelo cubano
el Estado tiene un papel demasiado grande en la vida económica del país”. “El
modelo cubano no se puede exportar porque no funciona ni en la isla”.
Se
trata de un curioso reconocimiento, porque
la revolución es precisamente lo que ha intentado exportar Cuba (además
de tabacos) durante once lustros.
Los señalamientos del viejo Castro -después
de haber impuesto con mano de hierro ese modelo- deberían servir de advertencia
a otras naciones que tratan de imitarlo.
Desde el surgimiento de la revolución, Cuba
se transformó básicamente en un país vividor. Durante muchísimos años vivió a
la URSS. Sin embargo, pocos años después de la caída de los precios del
petróleo en 1982, Gorbachov se tuvo que
enfrentar al fracaso rotundo del
comunismo. Seguramente pensó: “ya no funciona ni en la Unión Soviética”. En un esfuerzo por salvar al moribundo
sistema recurre a dos políticas: el “glasnot” y la “perestroika”. La primera
intentaba darle transparencia a los medios de comunicación y liberalizar el sistema político y la segunda
procuraba la restructuración económica de la Unión Soviética cuya economía se
había hundido bajo el peso de un sistema incapaz de solucionar los problemas de
la sociedad. Ya era muy tarde, el herrumbroso aparataje comunista ya estaba
carcomido y no se mantenía en pie. Comprendió que ya no podía seguir
sosteniendo a los países de la órbita soviética, ni tampoco a Cuba. En los años
siguientes se desmorona la Cortina de
Hierro, cae el Muro de Berlín en 1989 y la propia URSS se desintegra en 1992.
Y eso nos trae nuevamente a Cuba, que al
perder la ayuda soviética entra en lo que se denominó el “periodo especial”
durante el cual los cubano sufrieron graves privaciones. Pero el ingenio de
Fidel era proverbial. Encontró la
oportunidad de resolver sus problemas conquistando a un solo hombre con lo cual
se apoderó de un país entero. En los años siguientes, la ayuda de todo tipo
proveniente de Venezuela superó con creces la que venía recibiendo de la URSS.
Pero si algo tienen los hermanos Castro es su
capacidad de anticipar situaciones. Comprendieron que la manguanga está
llegando a su fin, porque el modelo que se ha tratado de imponer a los
venezolanos “ya no funciona ni en Venezuela”.
Raúl revisa lo que hicieron otros países
comunistas ante el inevitable fracaso del sistema. Salta a la vista el caso de China. A la
muerte de Mao el país asiático enfrentaba una situación parecida. El legendario
líder marxista-leninista lo había ensayado todo: “el gran salto adelante” que desembocó en una
gran hambruna y provocó la muerte de no menos de treinta millones de personas,
el “movimiento de las cien flores”, el “movimiento antiderechista”, la
“revolución cultural” y otras políticas…
Nada, nada funcionaba, porque, parafraseando a Marx, el sistema “contiene el germen de su propia
destrucción”.
Eso fue lo que comprendió Deng Xiaoping el
sucesor de Mao. Llegó a una
conclusión: “qué importa que un gato sea
blanco o negro mientras cace ratones”. Impone en China su teoría de “un país
dos sistemas”. Del comunismo toma el estado policial y el control absoluto del
partido. No le importan las violaciones de los derechos humanos como lo
demostró en la Plaza Tianamén en 1989.
Pero del capitalismo toma las ideas de mercado que aplica en las zonas
económicas especiales que se crean en China. Estas zonas, donde se emplea la
versión más neo liberal del capitalismo, se transforman en asientos de grandes
inversiones extranjeras y son las responsables del espectacular crecimiento
económico que ha experimentado China desde entonces.
Ese es precisamente el modelo al cual quiere
recurrir Raúl Castro. Para ello busca un acercamiento con Europa y EEUU, así
como el restablecimiento de relaciones diplomáticas con el último y la
reincorporación de Cuba a la OEA. Está construyendo el puerto de Mariel –con
inversión brasileña- que será el puerto más grande del Caribe. Allí se le ofrece a los inversionistas
extranjeros la más exhaustiva seguridad jurídica. El éxito de ese programa
llevará a una apertura en materia de DDHH que es lo que aspira lograr el Papa
Francisco con su visita a Cuba. Por supuesto, sabe Raúl que esto demorará algún
tiempo hasta que comience a dar frutos. Por ahora, sigue necesitando el maná de
Venezuela.
Y mientras en la isla se apresta a dar un
gran salto hacia la modernidad, en Venezuela la revolución sigue aferrándose a
las viejas ideas de Mao Zedong. Sus mentores cubanos en cambio están claramente
optando por las visiones de Deng Xiaoping.
José Toro Hardy
petoha@gmail.com
@josetorohardy
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