¡Qué papelón hizo la delegación venezolana en
la ONU! ¡Qué pena! No pudieron responder las preguntas básicas para aprobar el
examen sobre el cumplimiento del Pacto Internacional de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales. ¡Ponchados! ¡Raspados! ¡Cero uno! Es que no se puede
justificar lo injustificable.
Y a la ONU no se puede ir con el mismo discursito
con el que aquí, el gobierno pretende librarse de culpas. Imagino que, previo
al viaje, los preparativos de nuestra delegación se centraron más en los tours,
restaurantes y sitios de interés que visitarían en Ginebra. No logro dejar de
imaginarlos planificando una larga caminata por el Lago Lemán, empacando la
cámara para tomarse la foto de rigor en Le Jet d'eau, revisando en internet
cuáles son los lugares dentro del top 5 para comer la mejor fondue de la región
y el nombre de la joyería de moda para adquirir algún relojito, de esos con los
que los suizos se han ganado su fama internacional. Los imagino así, como quien
planifica las vacaciones; pero, jamás, preparándose para asumir con seriedad y
responsabilidad, la batería de preguntas –nada complacientes ni displicentes-
sobre la situación deplorable en la que se encuentra nuestro país, y con los
que los recibieron en la sede de la Naciones Unidas.
Ah, pero con todo y el papelón de Menéndez, y
el resto del combo; Suiza siempre es, y será, un privilegio. Por supuesto, al
que hoy solo tienen acceso unos pocos –en su mayoría robolucionarios. Me
pregunto si nuestra flamante delegación tendría previsto visitar a Esquivel o
prefirieron no seguir rayándose más. ¡Una visita de ese calibre, podría poner
muchas cosas en tela de juicio! No, quizá ni lo asomaron. Mejor no revolver el
avispero, no vaya a ser que más de uno terminase salpicado. No, claro que no:
no vale la pena empañar el viajecito. Si hasta tienen todos los gastos
cubiertos, con viáticos a 6,30, con cargo a las cuentas de la nación.
Otra
dimensión. ¡Qué sabrosos esos viajes de los robolucionarios: libres de las
limitaciones que impone Cencoex! Y el cheque de los viáticos: ¿de cuánto
estaremos hablando? ¿Devolverán los euros o dolaritos sobrantes o estarán
autorizados a quedárselos? Porque, de ser así, supongo habrán aprovechado de
abrirse una cuentica de ahorro en alguno de esos bancos de por allá; pero, de
los que aún no les han sacados trapitos sucios al sol. Si algo ha demostrado la
gente del desgobierno es que, a la hora de viajar, no se eximen de lujos,
incluso en esta época de crisis, escasez y pobreza que vivimos en el país.
¿Cuánto nos habrá costado el viajecito de Menéndez y su combo? ¡Y para hacer
semejante papelón! Porque nunca me cansaré de repetir que ese dinero -que el
gobierno gasta como si fuese suyo- sale del bolsillo de nosotros, los
venezolanos.
Y haciendo gala del mayor caradurismo, Menéndez
–a quien otra vez imagino desesperado por acabar la interpelación; pero, para
poder contemplar los cisnes que nadan plácidamente en el Lago Lemán- no pudo
justificar, ni argumentar, ni demostrar, ni explicar ante los miembros de la
ONU -esa gente tan seria y poco dada a la improvisación- qué es la guerra
económica, ni por qué en Venezuela no hay maíz para hacer arepas, o por qué
ahora se dice que nuestro país está entre los más violentos del mundo.
A esa
gente de la ONU, acostumbrada a debatir con base y raciocinio, les debe haber
dado pena ajena la respuesta pueril del ministro: una salida como la que usan
los chamos cuando no tienen razón. ¿Qué podemos esperar de este charlatán de
claustro comunista, mequetrefe adulador, pupilo de Giordani?
El ministro de
Planificación es incapaz de entender lo social desde la pobreza. No puede
expresarlo y mucho menos en un escenario de esa naturaleza. Quizá por eso la
invitación a que los miembros de la ONU vinieran a Venezuela; tal vez, para
lavarse las manos y dejar que sus antecesores -a los que, muy en el fondo,
considere los verdaderos responsables- salieran al paso en defensa de los
avances de la revolución.
El comunista necesita que la vida colectiva se desarrolle en un clima de pobreza, desigualdad e injusticia. Sabe que no debe incrementar el nivel de educación de los más desposeídos, porque necesita cercenar sus capacidades. Al comunista le urge que toda persona tenga limitaciones materiales, porque esa es la única manera como se procuran su subsistencia. Los comunistas, los de antes y los de ahorita, manipulan los indicadores de educación, salud y seguridad social, para maquillarse el rostro de opresores que realmente tienen y esconder las penurias de sus víctimas. El comunismo es una poesía para quienes lo imponen y una pesadilla para quienes lo padecen. Quedó demostrado -Menéndez así lo ratificó- que el comunismo no produce ni bienes ni bonanzas. Mucho menos, calidad de vida.
Por eso, Menéndez y su combo tenían que salir
rápido de ese compromiso con las Naciones Unidas, porque no tenían más
argumentos para seguir escondiendo la pobreza y las consecuencias que de ella
se derivan. Porque la pobreza, en Venezuela, amenaza a cada profesor
universitario que, con su sueldo, no logra cubrir la canasta alimentaria. Pero,
Menéndez no sabe qué es eso; porque él gana mucho más. Y viaja a Suiza, pagado
por todos nosotros, a defender lo indefendible… ah, y por supuesto: a comer
fondue en cualquier restaurancito lujoso que esté a orillas del Lago Lemán.
Jose Domingo Blanco (Mingo)
mingo.blanco@gmail.com
@mingo_1
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