jueves, 25 de junio de 2015

JEAN PASQUALI, LA ESTABILIDAD DEL GOBIERNO DE UN PAÍS:

Una de las cualidades del gobierno que favorecen el desarrollo del país y el bienestar de los habitantes es la estabilidad de sus instituciones, de sus políticas y de sus leyes. Tal estabilidad mantiene una atmósfera de seguridad que permite iniciativas que requieran de muchos años para obtener los beneficios esperados; como lo podría ser un nuevo sistema educativo. La estabilidad gubernamental incluye también el paso ordenado y sin traumas de una administración a la siguiente y la introducción bien estudiada de nuevas estructuras, metodologías, leyes y normas, que tome en cuenta las experiencias acumuladas. Esta forma de gobernar ha sido resumida de la siguiente manera por Alfred North Whitehead: “El arte del progreso consiste en preservar el orden durante el cambio y preservar el cambio durante el orden”.

Los cambios hechos a la carrera, tanto de personal como de proyectos, políticas y presupuestos, generalmente conllevan ineficiencia, tardanzas, interrupciones, abandonos, desorden y corrupción.

En cada país las leyes son aplicables a todos sus habitantes. Éstos, por naturaleza, son sociables y, a la vez, individualmente distintos entre sí. El logro de una vida social agradable, pacífica y productiva depende de cierta uniformidad en cuanto a ideales de vida, costumbres, idioma y también de la ausencia de preceptos que dificulten la coexistencia armoniosa de todas las sub-culturas. Al mismo tiempo debe asegurarse la libertad de cada individuo para dedicarse al logro de sus aspiraciones materiales, culturales y espirituales, de acuerdo a sus inclinaciones personales.

Si estas condiciones no se cumplen, la paz en la sociedad y la felicidad de sus ciudadanos se verán amenazadas. Ejemplo de estas situaciones son las naciones que han sido el producto de la repartición arbitraria de áreas de influencia entre vencedores de guerras o conquistas, en las cuales existan etnias o grupos religiosos con un historial de enemistad entre sí.

Otro ejemplo de estas situaciones y, quizás, el que ha tenido el mayor efecto en el tiempo, es la creación o construcción de sub-culturas dentro de una sociedad esencialmente uniforme. Tienen la particularidad de que representan intereses distintos a los del resto de la población y trabajan para obtener poder político para favorecerlos. Un interesante análisis de culturas internas ha sido publicado por el historiador David Priestland, en donde las tres castas representadas por mercaderes, soldados y sabios, cada una por separado o aliada con otra, han dominado sus sociedades en los últimos 10.000 años (Priestland, 2013; Pasquali, 2014, p. 198-199).

El análisis de este historiador podría significar que, cualquier gobierno, cuando no vele por el interés de la población toda, sino por solo el interés de una parte de ella, se activa automáticamente un mecanismo que altera el funcionamiento de esa sociedad e introduce inestabilidad.

El reconocimiento de este fenómeno apunta hacia la posibilidad de buscar formas o metodologías que garanticen en la práctica la representación de los intereses y el bienestar de toda la sociedad.

El lector podrá argüir que la mayor parte de las Constituciones de los países garantizan, en sus textos, la participación de los ciudadanos en el gobierno y la igualdad de oportunidades para todos. Sin embargo, la experiencia y la historia indican que, en la práctica, eso no se cumple frecuentemente. Debo concluir que es menester introducir nuevos ingredientes en los arreglos políticos actuales, de tal manera que cada ciudadano tenga la oportunidad de comunicarse con los demás, presentar problemas u oportunidades, discutirlos e iniciar acciones legales específicas para regir o dirigir la acción gubernamental.

La participación directa de cada ciudadano en los asuntos sociales y gubernamentales no era posible hasta hace pocos años, sino para comunidades con pocos individuos. Actualmente las nuevas técnicas de la comunicación hacen viable, haciendo uso de los programas existentes y probados, la participación ciudadana en sociedades de muchos millones de habitantes, con equipos de uso común. Las asociaciones sociales como Facebook, son ejemplos de esa viabilidad.

Yo he publicado algunas ideas sobre las características deseables que pudiera tener tal sistema de libre participación ciudadana, con la intención de que sean discutidas y mejoradas. He incluido además sugerencias de como ese sistema pudiera ser financiado y llevado a la práctica (Pasquali, 2014; p. 267-272 y p. 288-299).

Parecería como si existieran oportunidades reales de darle estabilidad y dirección a las políticas del gobierno de un país a través de acuerdos logrados entre todos los ciudadanos que deseen participar.

La unión nacional derivada del reconocimiento y del uso de la diversidad individual es inmensamente más feliz, más útil y más poderosa que aquella que derive de la imposición de un pensamiento único.

Jean Pasquali
38jcaj@gmail.com

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