En
contra de lo que quisiera el régimen, empieza a aparecer en el panorama
internacional un apercibimiento de que en Venezuela ya no existe una
democracia; que lo que tenemos es una dictadura de nuevo cuño, una de esas que
—dado que no pudieron llegar al poder por medios violentos, como fue su
intención inicial— acceden a él con pieles de cordero, empleando formalidades
que exige la democracia, para, después, desde adentro, minarla y asentarse en
el poder para siempre. Inclusive,
quienes chulean a Venezuela reconocen el deterioro que ha ocurrido aquí de los
derechos ciudadanos por culpa de los déspotas que mangonean. Consecuentemente, algunos de ellos —a los que
les queda un ápice de conciencia— han comenzado a expresar sus inquietudes de
que el régimen rojo le dé un palo a la lámpara y se dedique a mandar de facto,
dejando de lado lo que ellos piensan que son tiquismiquis constitucionales.
Esa
creciente presión internacional —más la profundas crisis social, económica y
política en las cuales nos han sumergido tanto las ineptitudes como las
corruptelas de los que mangonean— hará que Nicky y su banda, luego de la
anuencia de la gerontocracia cubana, instruyan a Tibi para que fije una fecha
para elecciones antes de que se venza el período de los diputados actuales. De nada les ha servido ese intento “a la
Galtieri” de ponernos a mirar hacia afuera.
Si el dictador argentino puso a mirar hacia las Malvinas, el de aquí
quiere que miremos hacia Guyana. Después
de quince años de hacerse la vista gorda —solo para asegurarse los votos de
Caricom en la OEA y la ONU— con las violaciones que ese país cometía en la Zona
en Reclamación, ahora se rasgan las vestiduras y trazan zonas de defensa que
exceden lo que sería la línea media más extrema que trazara un panel de
internacionalistas. Todo, para mantener
distraídos a los sencillos de mente.
Pero ya ni estos se tragan ese bulo.
Cada día que pasa, el desamor se hace más patente. Tienen que entender y aceptar que —empleo las
palabras de una roja inteligente y estudiada (toda una anormalidad en ese
grupo), Maryclen Stelling: “…han cambiado las condiciones reales y simbólicas,
que el escenario no es el mismo, que hay descontento, apatía y un deterioro de
la legitimidad, que política y discusivamente (sic) se observa un desgaste y
pareciera necesario un cambio de guión”.
Por
eso, aunque tengan que tragar grueso, aceptarán que haya elecciones.
Pero las van a aliñar con cuanta trapisonda
conocen y han puesto en uso (con la complicidad de todos los CNEs de estos
tiempos); es que necesitan que la tunda no sea tan categórica, palmaria. Ya empezaron a utilizar los resortes que
tienen en los otros poderes, esos que se supone independientes, para disminuir
la fuerza de la alternativa democrática.
Por aquí donde vivo, ya están (por tercera vez) los sayones de la
Contraloría tratando de encontrar algo indebido en la Alcaldía de San
Diego. Cosa difícil —a menos que empleen
la táctica “tombil” de “sembrar” evidencias— porque ese municipio ha ganado
premios nacionales e internacionales por su transparencia manejando el
erario. Leo que ya tienen semanas en El
Hatillo. En otros municipios, donde hay
alcaldes de oposición pero los rojos son mayoría en los concejos, emplean a
estos para que traten de abatir con leguleyismos ramplones y trabas
administrativas los mandatos de esos funcionarios. Valencia, San Cristóbal y Guasdualito
confirman lo que afirmo.
En
otros casos, emplean a los jueces del horror.
Porque para eso los tienen (y escribo en género masculino porque el buen
empleo del idioma lo exige, pero debiera más bien decir “las tienen”). Designarlas y, al mismo tiempo, comprarlas es
más fácil que tener que destituir a magistrados íntegros. Es que en este país no debe hablarse de
“soberanía” sino de “sobornería”.
Trabajo sorocho le ha tocado a la Kristina argentina, quien está
tratando por todos los medios de salir de un magistrado estorboso, Carlos
Fayt. Pero como siempre ha sido
respetable, reconocido por intelectual y no se le conocen bienes mal habidos,
no le ha quedado sino el recurso de tacharlo de “viejo”; en cadena lo apostrofó
de “casi centenario”. Es que jueces así
tienen que colidir, más pronto que tarde, con mandatarios arbitrarios,
iletrados e irrespetuosos de las normas.
Cuentan que al ser escogido para la Corte Suprema, le dijo a Alfonsín:
“Presidente, borre mi teléfono de su agenda, porque nunca voy a recibir sus
llamadas”. De ese tipo eran Blanca Rosa
Mármol, Pedro Rondón-Haas y Cecilia Sosa, quienes siempre actuaron apegados al
buen derecho y que con sus votos salvados demostraron que sí había jueces
honorables en el país, que no se plegaban a las humoradas presidenciales.
Tenemos
que prepararnos contra todas esas trapacerías.
Implica saber que tendremos que enfrentarnos no solo a la maquinaria
electoral roja y su inmensa capacidad corruptora, sino que deberemos estar
vigilantes en contra de las vagabunderías que inventen Tibi y sus “asociadas”;
que tendremos que coger calle cada vez que la circunstancia lo exija; y que no
deberemos desmayar en exigir la observación internacional, no solo de los
chulos de que abundan en ALBA y Unasur; y, aunque ya es tarde para estas
elecciones —solo Dios sabe cuánto me cuesta decir esto—, tratar de conseguir
una alternativa a la Fuerza Armada para custodiar centros y urnas electorales…
Humberto
Seijas Pittaluga
hacheseijaspe@gmail.com
@seijaspitt
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