miércoles, 17 de junio de 2015

HUMBERTO SEIJAS PITTALUGA, TENEMOS QUE PREPARARNOS

En contra de lo que quisiera el régimen, empieza a aparecer en el panorama internacional un apercibimiento de que en Venezuela ya no existe una democracia; que lo que tenemos es una dictadura de nuevo cuño, una de esas que —dado que no pudieron llegar al poder por medios violentos, como fue su intención inicial— acceden a él con pieles de cordero, empleando formalidades que exige la democracia, para, después, desde adentro, minarla y asentarse en el poder para siempre.  Inclusive, quienes chulean a Venezuela reconocen el deterioro que ha ocurrido aquí de los derechos ciudadanos por culpa de los déspotas que mangonean.  Consecuentemente, algunos de ellos —a los que les queda un ápice de conciencia— han comenzado a expresar sus inquietudes de que el régimen rojo le dé un palo a la lámpara y se dedique a mandar de facto, dejando de lado lo que ellos piensan que son tiquismiquis constitucionales.

Esa creciente presión internacional —más la profundas crisis social, económica y política en las cuales nos han sumergido tanto las ineptitudes como las corruptelas de los que mangonean— hará que Nicky y su banda, luego de la anuencia de la gerontocracia cubana, instruyan a Tibi para que fije una fecha para elecciones antes de que se venza el período de los diputados actuales.  De nada les ha servido ese intento “a la Galtieri” de ponernos a mirar hacia afuera.  Si el dictador argentino puso a mirar hacia las Malvinas, el de aquí quiere que miremos hacia Guyana.  Después de quince años de hacerse la vista gorda —solo para asegurarse los votos de Caricom en la OEA y la ONU— con las violaciones que ese país cometía en la Zona en Reclamación, ahora se rasgan las vestiduras y trazan zonas de defensa que exceden lo que sería la línea media más extrema que trazara un panel de internacionalistas.  Todo, para mantener distraídos a los sencillos de mente.  Pero ya ni estos se tragan ese bulo.  Cada día que pasa, el desamor se hace más patente.  Tienen que entender y aceptar que —empleo las palabras de una roja inteligente y estudiada (toda una anormalidad en ese grupo), Maryclen Stelling: “…han cambiado las condiciones reales y simbólicas, que el escenario no es el mismo, que hay descontento, apatía y un deterioro de la legitimidad, que política y discusivamente (sic) se observa un desgaste y pareciera necesario un cambio de guión”.

Por eso, aunque tengan que tragar grueso, aceptarán que haya elecciones.

Pero las van a aliñar con cuanta trapisonda conocen y han puesto en uso (con la complicidad de todos los CNEs de estos tiempos); es que necesitan que la tunda no sea tan categórica, palmaria.  Ya empezaron a utilizar los resortes que tienen en los otros poderes, esos que se supone independientes, para disminuir la fuerza de la alternativa democrática.  Por aquí donde vivo, ya están (por tercera vez) los sayones de la Contraloría tratando de encontrar algo indebido en la Alcaldía de San Diego.  Cosa difícil —a menos que empleen la táctica “tombil” de “sembrar” evidencias— porque ese municipio ha ganado premios nacionales e internacionales por su transparencia manejando el erario.  Leo que ya tienen semanas en El Hatillo.  En otros municipios, donde hay alcaldes de oposición pero los rojos son mayoría en los concejos, emplean a estos para que traten de abatir con leguleyismos ramplones y trabas administrativas los mandatos de esos funcionarios.  Valencia, San Cristóbal y Guasdualito confirman lo que afirmo.

En otros casos, emplean a los jueces del horror.  Porque para eso los tienen (y escribo en género masculino porque el buen empleo del idioma lo exige, pero debiera más bien decir “las tienen”).  Designarlas y, al mismo tiempo, comprarlas es más fácil que tener que destituir a magistrados íntegros.  Es que en este país no debe hablarse de “soberanía” sino de “sobornería”.  Trabajo sorocho le ha tocado a la Kristina argentina, quien está tratando por todos los medios de salir de un magistrado estorboso, Carlos Fayt.  Pero como siempre ha sido respetable, reconocido por intelectual y no se le conocen bienes mal habidos, no le ha quedado sino el recurso de tacharlo de “viejo”; en cadena lo apostrofó de “casi centenario”.  Es que jueces así tienen que colidir, más pronto que tarde, con mandatarios arbitrarios, iletrados e irrespetuosos de las normas.  Cuentan que al ser escogido para la Corte Suprema, le dijo a Alfonsín: “Presidente, borre mi teléfono de su agenda, porque nunca voy a recibir sus llamadas”.  De ese tipo eran Blanca Rosa Mármol, Pedro Rondón-Haas y Cecilia Sosa, quienes siempre actuaron apegados al buen derecho y que con sus votos salvados demostraron que sí había jueces honorables en el país, que no se plegaban a las humoradas presidenciales. 

Tenemos que prepararnos contra todas esas trapacerías.  Implica saber que tendremos que enfrentarnos no solo a la maquinaria electoral roja y su inmensa capacidad corruptora, sino que deberemos estar vigilantes en contra de las vagabunderías que inventen Tibi y sus “asociadas”; que tendremos que coger calle cada vez que la circunstancia lo exija; y que no deberemos desmayar en exigir la observación internacional, no solo de los chulos de que abundan en ALBA y Unasur; y, aunque ya es tarde para estas elecciones —solo Dios sabe cuánto me cuesta decir esto—, tratar de conseguir una alternativa a la Fuerza Armada para custodiar centros y urnas electorales…

Humberto Seijas Pittaluga
hacheseijaspe@gmail.com
@seijaspitt

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