La historia de cada
gran nación está rotulada por la presencia de grandes espíritus que se imponen
a su tiempo y lo transforman. Seres excepcionales que por la magnitud de sus
hazañas, por su influencia o por su predominio sellan su momento e incluso lo
nombran.
Son hombres y mujeres
-no los paisajes ni la fauna- los que engrandecen o empequeñecen una nación,
los que la iluminan o nublan. Sin embargo, la eminencia humana no siempre es
benévola, también es malévola, en sociedades extraordinarias en ocasiones
surgen personalidades perversas, escalofriantemente ruinosas.
En la Francia de
Voltaire: Napoleón; en la Alemania de Kant: Hitler; en la Italia de Galileo:
Mussolini; en la Rusia de Tolstoi: Stalin; o en la Venezuela de Bello: Chávez.
La oscuridad
histórica, el invierno penetrante y largo de la civilización, la sequía
espiritual y la miseria desbordada siempre las ha impuesto el hombre. No
exageramos si decimos que el peor enemigo del hombre ha sido el hombre, o aquel
que ha dejado de serlo.
El peor enemigo…, sí,
pero también su mejor amigo, su compañero y sostén, su fortaleza e inspiración,
su guía y abrigo: su hermano.
Y gracias a la
tenacidad y entrega de esos “hermanos” la humanidad ha prevalecido. Ha sido difícil,
traumático y doloroso, pero lo han logrado.
Gracias a ellos la
civilización ha predominado sobre la barbarie.
Una condecoración
imaginaria
Sabemos de Suráfrica no solo por lo despiadado
del apartheid (la segregación y discriminación) sino por la épica de Mandela;
de la India, por el personalismo espiritual de Gandhi; de la República Checa,
por el juego adelantado e inconsulto de un preso político como Vaclav Havel; de
Birmania, por la autodeterminación de una activista de la libertad como Suu Kyi;
de Liberia, por las protestas no violentas (y eróticas) de Leymah Gbowee; y
ahora de Venezuela, por el esfuerzo de María Corina, Ledezma, López y Ceballos.
La lucha contra el
chavismo no ha sido nada fácil. Chávez logró con su perversidad y su “pus” político
infectar a nuestra nación hasta las entrañas. Las más ruines miserias humanas
florecieron y se exacerbaron en su tiempo. Todo está contagiado, es una lepra.
Hay quienes han
permanecido inmunes y han luchado con denuedo, no hincan la rodilla, batallan
en cualquier escenario: electoral, social, político; arriesgan su vida y
sacrifican su libertad, no se callan ni atemorizan: desafían el poder
autocrático, siguen el ejemplo de Gandhi, King, Mandela o Havel.
Daniel Ceballos es
uno de ellos, además es uno de los pocos que logró vencer a Chávez en todos los
terrenos: electoral (él sí se atrevió a cobrar), social o político, en la calle
o en el púlpito.
Me detendré sobre él
para darle una condecoración imaginaria, la merece.
Ceballos y su tiempo
Daniel Ceballos no es
nuevo en la escena política venezolana. Como líder estudiantil fue un
protagonista fundamental en el alzamiento de los estudiantes venezolanos en
2007, el único movimiento social que logró meterle un lepe electoral a Chávez y
vencerlo.
Su coraje y fuerza
espiritual, su capacidad de organización y su determinación fueron siempre sobresalientes entre los de su
generación. Se ganó el respeto instantáneo de otros líderes estudiantiles de
entonces como Goicoechea, Guevara, Toledo o Smolansky.
Daniel nunca fue un
dirigente estudiantil más, siempre descolló entre los suyos. Culto, idealista,
carismático y noble, muy noble, Ceballos era además un espíritu milenario y
sabio.
Lo conocí en el
fragor de la contienda electoral de 2007 (por la reforma constitucional). Fue
instantáneo mi reconocimiento a su integridad moral y a su fuerza. Ceballos
había amenazado con romper la “unidad” estudiantil si los caraqueñitos se
acobardaban o apocaban en la hora crucial de la elección. El Táchira no se
sometería ni al despotismo del dictador ni a la pusilanimidad de los
capitalinos; el Táchira lucharía con honestidad hasta las últimas consecuencias
e invitaba al movimiento estudiantil a que también lo hiciera
Para enfrentar a una
dictadura habría que hacerlo con coraje, organización y con la libertad como
destino. Habría que hacerlo además hasta el final pasase lo que pasase, sin
excusas y haciendo que todos los que participasen en la lucha lo hiciesen con
conciencia de lo que hacían.
El 2 de diciembre de
2007 se derrotó a Chávez porque estábamos tan organizados y decididos a
materializar nuestro triunfo que el sátrapa habría tenido que matar a la mitad
de Venezuela si no aceptaba su derrota.
El estudiante Daniel
Ceballos fue el impulsor de ese criterio.
Ni líderes ni héroes:
próceres
Lo que diferencia a
un hombre de las bestias es su conciencia, pero lo que diferencia a los hombres
entre sí son sus ideales y sueños.
En esta Venezuela
sumida en un estrépito de mediocridad y perversión, sin luz ni moral, encontrar
un espíritu como el de Daniel Ceballos con ideales y sueños, dispuesto a
sacrificar su libertad y a ofrecer su vida por un cambió histórico, es un
prodigio.
Venezuela no urge de
líderes ni de héroes, sino de próceres. Valientes que no solo estén dispuestos
a lograr la hazaña de la libertad (líderes) o a ofrecer su vida por conseguirlo
(héroes), sino a culminar su tarea y conducir a su nación hacia una experiencia
de democracia, justicia y prosperidad que beneficie a todo el pueblo y a las
generaciones futuras (próceres).
Daniel es uno de
ellos. Su grandeza viene determinada por sus ideales y sueños y por la
necesidad de materializarlos, incluso teniendo que superar las peores y más
humillantes adversidades.
Ceballos ha rotulado
su nombre en el siglo XXI de Venezuela, ha enaltecido al pueblo tachirense y su
historia apenas comienza. Tiene sueños materializados, hazañas que mostrar,
pero sobre todo un impacto espiritual para que generaciones futuras sigan su
ejemplo.
No hay manera de
encarcelar su alma. Es imposible doblegarlo.
El cóndor y los
barrotes de brisa
Por mucho menos de lo
que ha hecho y logrado Daniel Ceballos durante estos años de frenesí y lucha
otros líderes políticos venezolanos han sido reconocidos y elogiados ante la
historia.
Daniel es la historia
viva de un espíritu venezolano que no se doblega ni se rinde, su resistencia
nos muestra el coraje de una nación que nació de la bravura y el ímpetu: de la
épica, cuyo sueño de libertad salpicó las calles y los campos, cuyo idealismo y
valor nos encumbra.
10.000 chavistas
juntos no tienen ni la fuerza espiritual ni la lucidez de un Daniel Ceballos.
Está vilmente encarcelado, en condiciones infrahumanas y tortuosas, siendo
sometido a todo tipo de vejámenes y humillaciones (él y su familia) y como
desafío hace una huelga de hambre para levantar la moral de Venezuela y mostrar
que se puede encarcelar un cuerpo, pero jamás se podrá encarcelar una idea o un
sueño de libertad.
Daniel es un cóndor
de lucidez en el cielo latinoamericano, son de brisa los barrotes que lo
encierran. Su sueño vuela alto y resplandecerá a su era.
Te abrazo, admirado
hermano mío, me sujeto a tu vuelo, volamos juntos por la libertad de esa bella
palabra que es Venezuela.
Gustavo Tovar-Arroyo
tovarr@gmail.com
@tovarr
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