La realidad de los tiempos actuales y la
incertidumbre que en la nación cubana despierta lo que ocurrirá en Cuba tras la
regularización de las relaciones con el ¨enemigo histórico” y la Unión Europea;
sumado a la continuidad de las reformas
efectuadas por el general Castro, demanda de una acción inmediata para proceder
a la reconstrucción de una sociedad civil, aniquilada por más de cincuenta años
de autoritarismo ideológico Castro Comunismo.
Es una falacia pensar que este propósito se
puede lograr mediante breves cursos y seminarios impartidos en instituciones
académicas estadounidenses a determinadas personas procedentes de la Isla. En
la mayor parte de los casos, dichas personas carecen de toda incidencia dentro
de su entorno social, amén del nada transparente proceso mediante el cual
dichas personas fueron seleccionadas. Concluidos estos cursos, ¿Se ha podido
constatar algún cambio positivo en la relación oposición-sociedad?
Decididamente, no.
Esta realidad, hace evidente la necesidad de
implementar nuevos proyectos que involucre a individuos que posean un verdadero
potencial como entes de influencia social. ¿Dónde encontrarlos? Son incontables
los que podemos hallar en los centros sociales, laborales, cuentapropistas,
profesionales, artísticos, fraternales y religiosos cubanos. El asunto está en
saber diferenciar entre un líder natural y un mediocre.
Las ONGs internacionales (y norteamericanas
en particular) poseen activistas sumamente entrenados y capaces; provistos de
las herramientas necesarias que les permite identificar y seleccionar a las
personas adecuadas para recibir el entrenamiento básico que les capacite para
convertirse en catalizadores del proceso que transcurre en el ínterin de los
lentos y pautados cambio que actualmente se están produciendo en Cuba.
Estas personas conocen hasta la saciedad
(porque la padecen) la problemática interna que vive el pueblo cubano en cada
una de las actividades sociales, laborales, profesionales, etc., en la cual se
desenvuelven. En otras palabras, ellos pueden comunicarse fácilmente con su
entorno, porque conocen el lenguaje apropiado para compartir con ellos las
realidades que inciden y chocan con el bienestar mínimo que la familia cubana
demanda.
Estos activistas no hablarían de Derechos
Humanos, de libertad política o de democracia, pero si se referirían a los
altos precios en los mercados, al desabastecimiento, el desastre en el sistema
educativo, de salud; en el éxodo contante de médicos y deportistas; de los
destrozos en la vivienda, de la falta (y altos costos) de materiales para su
reparación, la carencia de un comercio mayorista que abarate los precios de los
productos a los cuentapropistas, etc.
Al abordar estos elementos, ¿Qué estamos
diciendo? Sin mencionar a las ¨vacas sagradas” nos estamos refiriendo a la
ineficiencia del gobierno para cumplir con las expectativas mínimas de la
población, así como a la necesidad de efectuar cambios urgentes en la dirección
política del país. ¿Existe otra interpretación?
El cubano de la calle no conoce el
significado de palabras tales como ¨derecho”, ¨libertad”, ¨democracia”,
´pluripartidismo”; todo eso cae en el campo de lo subjetivo, irreal y hasta
peligroso. Más de cinco décadas de educación castro-ideológica, han convencido
al cubano a ¨resolver” su realidad: desayunar, almorzar y comer; así como de
disponer de un techo, vestirse y calzarse. Precisamente, este es el lenguaje
muy realista y práctico que emplearían estos nuevos activistas: el de las
necesidades y posibles soluciones.
La realidad actual requiere de nuevas
estrategias, proyectos realistas y actores sociales capaces de ponerlos en
práctica y obtener resultados.
Gustavo Pardo
masonhabana78@yahoo.es
@GustavoPardo18
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