Tanto los intelectuales en su mayoría, como
las personas comunes, coinciden en considerar que el gobierno es el más
"idóneo" y -en algunos casos- el único "capacitado" para
"sacar" a la gente de la pobreza y eliminar situaciones de
desigualdad.
En ese sentido, es que se han construido
teorías como la del "estado benefactor" o "estado de
bienestar" que se han llevado a la práctica en la mayoría de los países
del mundo, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días.
Sin embargo, la totalidad de las experiencias en dicho sentido han tenido
resultados muy magros, por no decir directamente negativos, dado que no se ha
comprendido la enorme mitología creada en torno a la figura de un estado-nación
generador de beneficencia para los más necesitados. Son varios los factores y
los conceptos económicos básicos que se ignoran y que han llevado a aquellas
erradas doctrinas. Pero, en lo fundamental, todas coinciden en un yerro
mayúsculo, y es en el de creer que el gobierno puede "generar riqueza"
cuando -a todas luces- jamás a ha sido así, y ello es –además- virtualmente
imposible:
"el moderno Estado Benefactor, tan
aclamado por hacer pagar a los ricos impuestos exorbitantes para subsidiar a
los pobres, no hace tal cosa. De hecho, si lo hiciera los efectos serían
desastrosos, no precisamente para los ricos sino para las clases pobre y media,
dado que son los ricos quienes proveen, proporcionalmente, una mayor cantidad
de ahorro, inversión de capital, previsión emprendedora y financiamiento de las
innovaciones tecnológicas esto es lo que ha llevado al pueblo de los Estados
Unidos a tener un nivel de vida mayor que el de cualquier otro país en la
historia. Exprimir a los ricos no sólo sería profundamente inmoral; equivaldría
a una drástica condena de las mismas virtudes -economía, previsión comercial e
inversión- que han sido los basamentos del destacable nivel de vida del país.
En otras palabras, sería matar a la gallina de los huevos de oro. "[1]
En las palabras citadas antes, está la clave
de todo para entender definitivamente este asunto. Los impuestos que se crean y
se aplican a los ricos son la mejor garantía de que la pobreza aumentará allí
donde se recurre a tales prácticas por parte de los gobiernos.
Mayores impuestos y más altas alícuotas asegurarán
en el corto, mediano y largo plazo, tasas más altas y crecientes de pobreza, al
tiempo que no mejorarán en absoluto la desigualdad que (como tantas veces
hubiéramos explicado) no guarda relación alguna con la pobreza. En definitiva,
el impuesto combate al capital y es en el triunfo de los altos gravámenes
contra el capital donde los niveles de pobreza se verán crecer en forma
indetenible. Por supuesto existen muchas otras maneras en que los gobiernos
"benefactores" tratan de destruir la riqueza, pese a que el pretexto
sea "desviarlas" hacia sectores carenciados. Pero -en suma- el efecto
definitivo será la evaporación de la riqueza, lo que en otros términos
significa la entronización de la pobreza.
"Entonces, ¿qué puede hacer el gobierno
para ayudar a los pobres? La única respuesta correcta es la respuesta
libertaria: apartarse. Si el gobierno deja el camino libre a las energías
productivas de todos los grupos de la población, los ricos, la clase media y
los pobres por igual, el resultado será un enorme aumento del bienestar y del
nivel de vida de todos, y en particular de los pobres, a quienes supuestamente
ayuda el mal llamado "Estado Benefactor".[2]
La generación de riqueza siempre está a cargo
de personas o empresas particulares movidas por los incentivos de ganancia
(lucro) que todos -invariablemente- los seres humanos poseen con independencia
de cuál sea su pasada, presente o futura condición económica. Es el ánimo de
lucro que motoriza que los empleados siempre traten de obtener el puesto de trabajo
mejor remunerado posible, como que los comerciantes y empresarios también
intenten de alcanzar el mayor precio obtenible por sus servicios o productos.
Esto es igual de válido tanto para el obrero más humilde en la escala social,
como para el multimillonario más encumbrado de ella.
El principal efecto del "estado
benefactor" es la demolición de las anhelos de los más necesitados, y la
elevación de los índices de pobreza allí donde se imponga tal nefasta ideología
política y económica.
"El gobierno podría ayudar mejor a los
pobres -y al resto de la sociedad- haciéndose a un lado: eliminando su vasta y
paralizante red de impuestos, subsidios, ineficiencias y privilegios
monopólicos. El profesor Brozen resumió así su análisis del "Estado
Benefactor": Típicamente, el Estado ha sido un aparato que produce riqueza
para unos pocos a expensas de muchos. El mercado produce riqueza para muchos
con un pequeño costo para unos pocos. El Estado no ha cambiado su estilo desde
los días en que los romanos ofrecían pan y circo a las masas, si bien ahora
finge proveer educación y medicina, como también leche gratuita y artes
interpretativas. Sigue siendo la fuente del privilegio monopólico y del poder
para unos pocos mientras aparenta proveer bienestar para muchos -bienestar que
sería más abundante si los políticos no expropiaran los medios que utilizan
para dar la ilusión de que se preocupan por sus electores-.^ [3]
Necesariamente, la intervención del gobierno en la economía -a través de los mecanismos indicados en la cita- reduce la cantidad de riqueza disponible en la comunidad y la dirige a determinadas áreas compuestas por pseudo-empresarios amigos del poder de turno, y a los adictos partidarios del gobierno en cuestión. Aun cuando la intención de los gobiernos fuera la de beneficiar a todos, económicamente ello es imposible, porque el "estado de bienestar" implica achicar la torta a medida que se va consumiendo. Y solo el capitalismo liberal es el que hace crecer el pastel.
En términos más simples : cuanto más se le
quita el fruto de su trabajo al que produce para entregárselo gratuitamente a
quien no produce nada o produce menos que aquel a quien se lo ha despojado,
menos incentivos tiene el productor o trabajador para volver -en el periodo
siguiente- seguir aumentando su producción.
[1] Murray N. Rothbard. For a New Liberty: The
Libertarian Manifesto. (ISBN
13: 9780020746904). Pag. 191
[2]
Murray N. Rothbard, Ob. Cit. Idem. Pág. 191
[3] Murray N. Rothbard. Ob. Cit. idem. Pág. 197
Gabriel
Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina
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