Con el ascenso de Chávez la izquierda llegó
al poder. La simbología y el lenguaje de comunistas y periféricos fueron
adoptados por el Comandante. Al final, lo que quedó de la parafernalia de la
supuesta izquierda fue el rabioso lenguaje antinorteamericano, estos días
apaciguado por el manoseo con los representantes del imperio, cuya presencia
arranca alegrías con brinquitos de los otrora furiosos combatientes. Chávez, al
llegar al poder, al mismo tiempo que monopolizó la izquierda la convirtió en
monstruo autoritario y por esa vía la mató como referencia.
Ser de izquierda (o para los efectos
prácticos, ser de derecha) es vivir amarrado a un cadáver. Tuvo sentido en
otros momentos históricos, cuando el socialismo “real” era una referencia para
muchos y el anticomunismo militante, para otros. Allende era de izquierda y
Pinochet de derecha. En Venezuela la izquierda eran el PCV, el MIR y el MEP,
más algunos grupos que navegaron desde los 60 a los tempranos 80; moderados
como el MAS y la Causa R, o de centro izquierda como AD. Esa definición ahora
no es más que nostalgia.
Con el ascenso de Chávez la izquierda llegó
al poder. La simbología y el lenguaje de comunistas y periféricos fueron
adoptados por el Comandante. Al final, lo que quedó de la parafernalia de la
supuesta izquierda fue el rabioso lenguaje antinorteamericano, estos días
apaciguado por el manoseo con los representantes del imperio, cuya presencia
arranca alegrías con brinquitos de los otrora furiosos combatientes. Chávez, al
llegar al poder, al mismo tiempo que monopolizó la izquierda la convirtió en
monstruo autoritario y por esa vía la mató como referencia.
Estos personajes del régimen se reclaman como
amigos de los pobres, enemigos de las cúpulas podridas, antineoliberales,
poseídos del frenesí populista, aliñados con la quincalla conceptual rutinaria.
Lo cierto es que cuando hubo algún progreso social fue por los altos precios
del petróleo; progresos ahora revertidos por su descenso, la ineficacia y la
corrupción. A “las cúpulas podridas” las sustituyó una singular cúpula podrida.
A la corrupción la suplantó la megacorrupción cívico-militar aderezada con
narcofiesta. Al neoliberalismo lo reemplazó la ruina que golpea a los pobres
como nunca lo hizo el FMI o “la derecha”. Al antiimperialismo lo releva el intento
de romance desquiciado e imposible con Washington.
Entre Chávez y Maduro se apropiaron de la
izquierda y en ese mismo movimiento, convertida en poder, la liquidaron,
cualquiera que haya sido su importancia y significado. Basta ver los despojos
de lo que fueron esos partidos. Lo que queda es la ruina de un populismo
paroxístico y la represión violenta, cruda y miserable contra la disidencia.
Cuando no hay izquierda no hay derecha. Esa
taxonomía sólo conviene al régimen y reclamarse como de izquierda es hacerle
guiños innecesarios y caer en el juego de que quien disiente del régimen es de
“derecha”, blanco fácil del ataque rojo.
En realidad la diferencia ahora está entre
libertad y autoritarismo, entre democracia y dictadura. Es en ese eje donde hay
que ubicarse y escoger. Lo demás son pamplinas.
Carlos Blanco Garcia
@carlosblancog
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