Tratando de desviar la atención pública del récord
mundial de inflación de Venezuela, la escasez de alimentos y otros problemas
económicos autoinfligidos que podrían llevar a una victoria de la oposición en
las elecciones legislativas del 6 de diciembre, el presidente venezolano
Nicolás Maduro está desempolvando de su arsenal un truco clásico de los
demagogos en apuros: reactivar una vieja disputa territorial para agitar las
pasiones nacionalistas.
Parece un recurso demasiado burdo. Pero Maduro, cuya popularidad ha caído un 20 por ciento, parece haber llegado a la conclusión de que la resurrección de viejos conflictos fronterizos con la vecina Guyana y Colombia, va a cambiar el tema de conversación en Venezuela a algo que no sea la escasez de carne, leche y café, o la tasa de inflación, que según un nuevo informe de Bank of America llegará a un 172 por ciento en 2015.
Las excusas políticas anteriores de Maduro de que el
desastre económico de Venezuela se debe a una supuesta “guerra económica” de la
oligarquía y E.U., ya no están funcionando.
Después de 15 años en el poder, en los cuales la mayor
parte del sector privado de Venezuela ha sido diezmado y una casta de
seudorrevolucionarios corruptos se ha enriquecido a más no poder, al gobierno
chavista se le está haciendo cada vez más difícil culpar a terceros por el
desastre nacional. De ahí que su nueva estrategia sea cambiar la agenda
nacional.
A principios de esta semana, Maduro anunció que convocará
a una “unión cívicomilitar” para enfrentar una “maniobra internacional de la
derecha para provocar a Venezuela con problemas limítrofes”. La supuesta
“maniobra” ha sido dirigida por Exxon Mobil y Guyana, que anunciaron un
significativo hallazgo de petróleo en aguas del Caribe que están en disputa,
aseveró Maduro.
El 26 de mayo, poco después del anuncio de Exxon Mobil,
Maduro emitió un decreto reclamando las aguas del Caribe donde se produjo el
hallazgo petrolero. Pero el decreto de Maduro fue más allá: creó cuatro “zonas
operativas de defensa” de la soberanía venezolana, incluyendo una zona en
disputa entre Venezuela y Colombia.
Eso, a su vez, dio lugar a una protesta formal por parte
de Colombia, cuyo presidente Juan Manuel Santos dijo que el decreto de Maduro
equivale a una violación de los derechos de Colombia, y exigió que Venezuela lo
“rectifique” inmediatamente.
Muchos estrategas políticos especulan que Santos, al igual que Maduro, puede beneficiarse políticamente de una escalada de tensiones fronterizas con Venezuela. En octubre tendrán lugar en Colombia elecciones regionales, señalan.
“Santos está políticamente débil, y podría beneficiarse
jugando la carta nacionalista”, dice Mauricio de Vengochea, consultor político
que asesora a políticos en Colombia y Venezuela. “No podemos olvidar que hay un
gran sentimiento antiMaduro en Colombia”.
Además, Santos ya no necesita a Venezuela tanto como en
el pasado para llegar a un acuerdo de paz con la guerrilla de las Farc de
Colombia. Maduro no tiene tanta influencia sobre las Farc como la que tenía el
fallecido Hugo Chávez, lo cual permite a Santos tomar distancia de Venezuela
sin poner en riesgo sus negociaciones de paz con las Farc. Un conflicto
fronterizo preelectoral entre Venezuela y Colombia en los próximos meses,
probablemente iniciado por Venezuela, no es improbable, me dicen fuentes
políticas de ambos países.
En 1987, Venezuela y Colombia casi se van a la guerra
cuando la fragata venezolana Libertad enfrentó a un buque de la armada de
Colombia sobre las aguas disputadas entre ambos países. El nuevo decreto de
Maduro que incluye las aguas disputadas bajo las zonas operativas de defensa de
Venezuela, es una provocación similar.
Mi opinión: La estrategia electoral de Maduro para ganar
las elecciones legislativas de diciembre será aumentar las tensiones fronterizas
con Guyana y Colombia.
Los países latinoamericanos no deberían permitir que se derrame una gota de sangre en estos viejos conflictos fronterizos resucitados artificialmente. Cuando la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, visite Washington la próxima semana, el presidente Obama debería señalarle el peligro de una guerra fronteriza como argumento para convencerla de aumentar la presión sobre Maduro para que deje de comportarse como un dictador tropical del siglo XIX.
Inflar un conflicto fronterizo latente para agitar las
pasiones nacionalistas es el truco más viejo del manual de los demagogos. Pero
ha funcionado antes, y Maduro lo está usando ahora como último recurso para
tratar de mantener sus poderes absolutos.
Andres Oppenheimer
aoppenheimer@elnuevoherald.com
@oppenheimera
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