El
ser humano tiene dentro de sí mismo la capacidad para ser completamente feliz o
terriblemente infeliz. Esa capacidad se desarrolla sobre la marcha dependiendo
de la actitud que se tenga para afrontar los obstáculos que se aparezcan en el
camino, y de la influencia que tengamos de la familia, la escuela, los amigos,
y el ambiente en que nos desarrollemos.
Pero
¿qué sucede en la familia? Pues que los padres siempre se están quejando, “que
todo sube de precio, que el dinero no alcanza, que los niños se portan mal, que
los abuelos se enferman, que los negocios no caminan, que si llegó tarde o
temprano, en fin, a todo siempre le ven únicamente el lado negativo. O lo que
es lo mismo: mala actitud.
Por
qué mejor no ve todo más positivamente y en lugar de quejarse de las enormes
trancas en las carreteras agradezca a Dios que tiene un automóvil, o en lugar
de afligirse por las goteras que se meten en su casa, dele gracias por tener
donde vivir. Aplique la filosofía de Abraham Lincoln: “Casi todas las personas
son tan felices como deciden serlo” y verá un cambio muy positivo en su vida y
en la forma de comportarse.
¿Saben ustedes quienes son los más afectados
con la negatividad de los padres? Sin duda alguna que sus hijos, porque les
trasmiten esos impulsos y los “obligan” a absorber toda la basura que ustedes
acumulan durante las largas jornadas de trabajo pues, cuando llegan a la casa,
en vez de un “¿cómo les fue hoy en la escuela?”, o “¡qué dicha que llegué
temprano, para conversar un rato con ustedes!”, lo que sale de sus bocas es:
“Eres un burro, inútil,, no sirves para nada, lo hiciste todo mal”, y otra
serie de barbaridades, y los pobres niños ni saben qué está ocurriendo.
Entonces
¿qué podemos esperar del futuro de estos muchachos sometidos a tanto insulto?
¡Perdone amigo y amiga lectora, pero ninguna persona cuerda puede pretender que
una mata de frijol produzca peras! Ellos, sus hijos e hijas son el reflejo de
lo que ustedes los padres le enseñan, de lo que absorbieron durante su proceso
de formación familiar, por eso lo que son -para bien o para mal- es culpa suya.
Papás
y mamás, nuestras frustraciones no debemos transmitírselas a los niños, ellos
son, y deben estar, completamente ajenos a los problemas graves, solo así
crecerán con mentalidad positiva. Riamos con ellos, juguemos, estimulémosles
para que tengan confianza en cada cosa que hagan.
¿Y
qué pasa en la escuela y en el liceo? Algo muy parecido: muchos malos maestros
o profesores se “alían” con los padres de familia para enfrentar a los estudiantes
con groserías, y en vez de ayudarlos a desarrollarse los hacen sentir mal,
hieren su autoestima, y los convierten en rebeldes o sediciosos.
¿Por
qué todo debe ser bajo amenazas?, ¿por qué tanta agresión psicológica? Algunos
educadores en vez de estar “con” los estudiantes, la cual debería ser su
actitud permanente, más bien están “en contra”, al ataque, más que a la
defensiva, para mantener una mal entendida disciplina.
En
lugar de estimular se vigila en busca de un mal comportamiento para señalarlo.
Al final, sin apoyo en su casa ni en el centro de estudios, con la moral baja y
la autoestima aún en peor condición, la frustración se apodera de los niños,
niñas, adolescentes y jóvenes, y la familia y los educadores los convierten en
desdichados.
Zenair Brito Caballero
britozenair@gmail.com
@zenairbrito
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