Pensar
que los venezolanos nos estamos acostumbrando a esta pesadilla “roja rojita” o
culpar a los bachaqueros de la escasez, son algunas ideas inducidas por el
hamponato gubernamental.
Al
gobierno le complacería que el conformismo minara el espíritu de lucha del
pueblo venezolano y que está tragedia se hiciera hábito, pero otra es la
realidad: nadie se acostumbrará jamás a la escasez, al alto costo de la vida, a
los apagones o en general, a los pésimos servicios públicos. Nadie puede
acostumbrarse a perder a sus seres queridos a manos del hampa, ni a sentir
amenazada su propia vida en cualquier calle o en un hospital.
Aquí
nadie se acostumbra, la procesión va por dentro. Por otra parte, el gobierno ha optado por
echar la culpa de la escasez a los bachaqueros, o sea al pueblo que -ante la
crisis- busca sobrevivir revendiendo productos que no se consiguen en el mercado.
Los bachaqueros aprovechan la oportunidad que brinda la escasez, no la generan.
La crisis es una responsabilidad exclusiva de este gobierno fracasado, inepto y
corrupto.
La
idea de estarnos acostumbrando está asociada a la aparente apatía de la
población ante los desmanes del gobierno. Deseosos de una reacción popular,
muchos confunden con conformismo la serenidad de la gente al hacer largas colas
sin protestar, obviando los centenares de videos que circulan en las redes
sociales con saqueos y golpizas entre compradores.
En todo caso, si usted no tiene más
alternativa que hacer la cola porque necesita el producto para su familia o porque
necesita subsistir “bachaqueando”, sabrá que expresar su rabia no es una
solución.
Para decirlo en criollo, su
“arrechera” en la cola de hoy será inútil, sobre todo si sabe que tendrá que
hacer otra mañana y que el gobierno es incapaz de superar la crisis.
Por supuesto, si después de una larguísima
cola y sortear otros obstáculos, usted consigue el producto que necesitaba, es
lógico que sienta cierta satisfacción.
En revolución, comprar un pote de leche o un kilo de harina puede ser un
gran logro. Sin embrago, será una alegría pasajera, la realidad es dura y
recurrente: muy pronto estará ansioso porque le faltan muchas cosas por comprar
y no se consiguen; frustrado porque no le alcanza el dinero; angustiado porque
la inseguridad sigue galopante; aterrado cuando vaya a un hospital o exasperado
cuando deba comprar una medicina o algún repuesto. Lo que crece día a día es la
indignación.
Siempre
se ha dicho que el venezolano “es muy vivo”.
La viveza criolla es parte de nuestra tragedia como sociedad pero ella
tiene otra dimensión esencial que en estos momentos debe valorarse: el sentido
de oportunidad.
La gente sabe que no
gana mucho cerrando una calle o quemando cauchos, aprovecha el tiempo para
sobrevivir pero espera un momento para pasar la factura.
Se siente humillado en una cola que antes no
tenía que hacer, agredido constantemente pero sabe que vendrá un momento para
cobrársela sin ponerse en riesgo. De pronto, tal como sucedió con Hugo Chávez,
un líder se convierte en vengador o unas elecciones en la oportunidad esperada,
quizás el voto castigo sea el signo en las parlamentarias.
En fin, que el gobierno sepa que nadie se
acostumbra, ni le cree los cuentos y que todo el mundo lo “espera en la
bajadita”.
Richard Casanova
richcasanova@gmail.com
@richcasanova
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