A Grosso modo, una
visión de conjunto de la expresiones en boga “unas verdades” fácilmente
descifrables y constatables por el lector medio, de la misma manera que ese
tipo de teatro muy en boga en nuestra ciudad, trasmite a los amantes del
género, las superficialidades de la vida cotidiana o del best seller que acopia
ingentes cantidades de fondos yo diría que sustraídos a una población cautiva y
condicionada de ficciones y mitos sin la
trascendencia, de los de Antígona en la tragedia Griega.
Esas “verdades” no
son y no lo fueron nunca antes, de original comportamiento. Lo debían saber
algunos “analistas” que lamentablemente se ha auto-entrampado a la manera de
muchos que por el arte de la simulación, de los innovadores de la televisión y
del entramado mediático, que en su descaminado rol de autoridades simbólicas
gradúan de “analistas políticos”, títulos conferidos en estos tiempos a
aquellos cuyas carencias serias epistemológicas y como organizadores grupos
profesionales, empresariales, obreros, estudiantiles o de partidos, sin la
experiencia conquistada en el burdel del quehacer cotidiano, y lo sabe cualquiera que haya militado en
ellos, sobre todo los partidos modernos, que es lo que adorna al activista en
sus haberes. Lamentablemente las direcciones políticas de turno, las viejas y
nuevas, se han subordinado a quienes por
la vía, de la saturación mediática y corporativa de sus tesis pretender anegar
el campo intelectual o anular cualquier planteamiento alternativo, su análisis
y comprensión o adscripción a él. Tristemente porque en vez de orientar, avivan
la incertidumbre, más si el pecado viene de quienes actuando de teóricos de la
oposición alguna que otra experiencia
debió de haberles quedado en su paso por la praxis revolucionaria que señalara
quien fuera su guía en el ayer: Carlos Marx. Trastocados en analistas
políticos, abandonan los principios que rigen su oficio, porque la ciencia histórica obliga a mirar los
hechos luego de un período suficientemente largo, y a la rigurosidad
metodológica, resulta por demás cómodo abrevar los tiempos de espera que
reclama la misma, mediante el recorrido por las fáciles trochas y atajos del
“analista político”.
El hombre es un ser
histórico. Necesariamente histórico. Su existencia esta modelada, no
determinada, pero si condicionada, por el lugar y la época en la cual le toca
vivir.
Tiene la
responsabilidad de dar su aporte epocal, a sus contemporáneos y a las
generaciones futuras. Antonio Millán Puelles, en su ontología de la Existencia Histórica, “advierte que de
aseverarse que tiene necesariamente historia no puede concluirse que tiene
historia necesaria. Son en efectos dos aspectos diferentes. La historicidad es
un desafío abierto a la libertad. La fatalidad priva al ser humano de la
responsabilidad moral por su conducta histórica, al despojarlo de la libertad”.
El hombre es un ser
histórico existiendo en un pueblo determinado, en un tiempo determinado. La
categoría de pueblo debe ser vista en conexión con la persona y con la
nación.
La historia, “testigo de de los tiempos, luz de la verdad, vida de la memoria, maestra de la vida, mensajera de la antigüedad”, en la grácil retórica de Cicerón (De Oratore) debe ser conocida, en especial, por quien aspira a desplegar su acción en los amplios espacios públicos.
Es incontestable que
hay un cuadro organizacional en “la oposición” (MUD) y el concepto no es nuevo.
Por lo que en país pareciera rebosarse de la misma percepción expuesta por
Laureano Vallenilla Planchar en el Diario pro-autoritario “El Heraldo” durante
la dictadura perezjimenista.
Incuestionablemente el cuadro político durante ese
decenio sumidos en una encarnizada polarización entre los extremos existentes:
los partidarios de la dictadura que en aquel período se les identificaba por
medio de esa estafa conceptual del desarrollismo tecnocrático llamada “El Nuevo
Ideal Nacional”, cuyo contenido será
expuesto por el mismo Vallenilla el 30 de junio de 1955 en el aludido diario,
como expresión de “La Nueva República”, inspirado en César Zumeta, afirmando
que “se inició con la Constitución de 1953 y es la expresión de una Venezuela
que pretende fundar su destino sobre el trabajo y la cultura”, agregando que
“La Nueva República”, consecuente con el igualitarismo tradicional de los
venezolanos, es eminentemente niveladora.
Uno de sus principales objetivos
consiste en proporcionar a todos los venezolanos los elementos básicos de una
vida decente. Estos elementos no pueden ser privilegios de una clase o de una
casta y como lo ha dicho repetidamente el Presidente Pérez Jiménez en
conversaciones informales:
Se trata de aburguesar al proletariado y no de proletarizar a la burguesía.
Pero igualdad no significa confusión o subversión
de valores. Dentro de la filosofía del régimen la igualdad es la de
oportunidades. Luego debe venir, forzosamente, la selección que coloca a cada
quien en su sitio, conforme a la propia capacidad. La ubicación ha de correr
pareja con el mérito, sin consideraciones de tipo político o personal”.
El más
puro Eugenecismo, del otro lado se ubicarán los opositores a la dictadura, que
se subdividían a su vez en dos subgrupos: el de la resistencia desde el refugio
de la clandestinidad y el exilio representado por la AD y el PCV y el de la
semilegalidad concurrentista representado por el COPEI y URD. En el caso de este último sus máximos
dirigentes habían sido arrojados al destierro luego de que el mismo Vallenilla
los convocara al Ministerio de Relaciones Interiores, los hiciera prisioneros y
los arrojara en un avión con destino al exilio, quedando tan solo una precaria
representación de cuadros medios que conformarían dos grupos, los que
participaban en el Congreso Nacional y los que defendían una especie de
política de doble A (Autonomía y Acción) que les permitía oscilar internamente
en la institucionalidad del poder ejecutivo y oposición moderada al régimen
mediante actos internos de cuasi representación religiosa casera, expresadas en
la adoración y alumbrado de las representaciones fotográficas o de estatuillas
características de esos líderes urredistas exiliados. En el caso del primero,
el COPEI, también experimentaban la praxis de la política de Doble A. Sus
líderes hacían una actividad que se aproximaba a la de un partido político
legal, pero con su vocación de logia reducida de “oposición permitida”,
mientras que en paralelo una ultra junta celular, cuyo máximo responsable y
cabecilla era Lorenzo Fernández, en la
que hacía gala del ejercicio del arte descrito por el escritor fascista
italiano Curzio Malaparte en su conocida obra “Técnica del Golpe de Estado”,
con particularidad en cuanto al enfoque desacertado e incoherente del autor
relativo a su interpretación de la “insurrección de octubre” de Lenin. Actuando
como Claustro, que fue acumulando progresivamente fuerzas dentro del Ejército
que respondían al concepto “socialcristiano malapartista”, hasta llegar a su
culmen con el alzamiento del Teniente-coronel Hugo Trejo (dónde también estaba
incluido el actual general retirado y asesor presidencial, el para entonces
subteniente Jacinto Pérez Arcay), con réplicas e similar control político el
idéntico orden en el alzamiento de Castro León. Precipitado por Fernández el 1º
de enero de 1958 para tomar ventaja de calle como partido político, habida
cuenta de la presencia de cuatro factores esenciales que la condicionaban: el
primer factor para la toma de esta decisión fue el folleto escrito e impreso
desde Italia por Luís Antonio Herrera Campins titulado “Frente a 1958”, en la
cual con mucha lucidez, precisión y conocimiento de fondo de la situación del
país, desmenuzaba todos los elementos constitutivos de la crisis que habría de
detonar en ese año como factor desencadenante de el desmoronamiento estrepitoso
de la dictadura perezjimenista, que asociado a su introducción clandestina al
país y su masiva difusión en el seno de la militancia del pequeño partido por
un estudiante de claras gentilezas e
identificación ideológica con el autor, le era casi obligante marcar ventaja a
lo externo frente al resto de los partidos y a lo interno frente a una fuerza
juvenil, alejada del doctrinarismo falangista español de el partido popular de
honda identificación “a contrario ratio” de aquella, por razón de la toma de
posición al lado de los postulados de Jacques Maritain y otros doctrinarios de
visión modernizante en el campo del socialcristianismo mundial. En fin, el
desencuentro entre las tendencias Socialcristiana y la de la Democracia
Cristiana forjada durante un encuentro mundial realizado en los Estados Unidos,
totalmente controlado por influyentes Senadores estadounidenses. El segundo
factor estaba derivado de la formación, ahora ya si, de la Junta Patriótica,
concepto que venían avanzando, aunque inconcluso, tanto Leonardo Ruiz Pineda
como Alberto Carnevalli de AD con Pompeyo Márquez del PCV, en el ocaso del
abandono gradual del golpismo adeco como política central, cuya expresión
política fue el Manifiesto firmado por Carnevalli “AD llama a la Rebelión
Civil” de diciembre de 1952 luego de la elección fraudulenta de la Asamblea
Constituyente. No hubo tal rebelión, pero la categoría-concepto quedó allí como
tema de discusión; el tercer factor lo constituían la presencia en la dirección
de los partidos políticos AD y PCV de jóvenes que habían tendido puentes con
las nuevas direcciones formadas por las también jóvenes camadas de dirigentes
tanto en URD como en COPEI, cuyo cuadro reciente ponía en peligro la hegemonía
de los viejos cuadros, entendido no solo los adecos, sino aquellos que
íntimamente de COPEI y URD, aunque separados en toldas disímiles, les unía la
misma expectante actitud y
comportamiento. El cuarto factor, convenido entre Betancourt y Caldera, estaba
determinado por la propuesta de Betancourt al Ministro de la Defensa del
gobierno perezjimenista, Mazzei Carta, de apoyarlo electoralmente para la
presidencia de la República con el sostén tanto de AD como URD. Esta propuesta
fue estimulada, para negociar en nombre
de AD con el gobierno dictatorial, en su condición de intermediario, fue ungido
Miguel Otero Silva, quién había recibido plenos poderes del propio Rómulo
Betancourt, quién le rodeó de las más amplias garantías y seguridades que sólo
el líder adeco podía otorgarle, tomando en cuenta que desde la aparición de
ARDI en 1931, ambos habían escenificado la más cruda polémica y el más
descarnado enfrentamiento político-ideológico entre el ahora poderdante y su
apoderado. Sin duda Betancourt le reservaba como contendor al Ministro General
Candidato al civil Caldera. Una operación de gran calado que hasta el Mariscal
de las derrotas, Guillermo García Ponce, se impelió a ofrecerle el apoyo del
PCV al inefable doctor Caldera, luego apóstata de su propia elaboración
política, hecho reconocido públicamente en el primer mitin electoral del PCV en
1958, con ocasión de la postulación como candidato a la Presidencia de la
República del Vicealmirante Larrazábal el 27 de noviembre de 1958, en boca nada
más y nada menos que del legendario Gustavo Machado, quién con suma honestidad
y autenticidad señaló: “Nosotros estudiamos todas las candidaturas
objetivamente. La propia candidatura de Caldera no ha estado muy lejos de los
comunistas, pues en 1957 le propusimos a COPEI que lo lanzáramos para derrotar
la dictadura y se nos dijo que no”. Y posteriormente el mismo García Ponce lo
confiesa en “Diario desconocido de una Dictadura” en estos términos: “Rafael
Caldera y los comunistas han estado siempre en campos opuestos tanto en el
terreno ideológico como político. Sin embargo, el PC propone unirse alrededor de
la candidatura presidencial del Dr. Caldera. Además de llenar las condiciones
necesarias, Caldera pertenece a una organización política. Puede aportar
fuerzas propias para la confrontación, una ventaja en comparación a cualquier
figura independiente. Cuando los recursos son extremadamente débiles, el nombre
de Caldera puede ahondar contradicciones de la Iglesia con la Dictadura y
atraer al campo de la resistencia a sectores todavía neutrales o vacilantes.”
Pero lo esencial y
significativo es que frente a la dictadura perezjimenista también existían esos
componentes de lo que ahora de les llama la “MUD” que en aquel momento se llamó
Junta Patriótica, culminación de un proceso que parte de sondeos previos
interpartidistas no exentos de desconfianzas, llegándose incluso a nombrar como
presidente de ese órgano de dirección clandestina nada más y nada menos que a
Fabricio Ojeda, Director de Educación de la gobernación del estado Monagas
durante la dictadura y periodista de Palacio muy apreciado por el dictador.
Difícil deducir que un algunos exegetas de la (MUD) con cuantiosa obra escrita
sobre el período y los subsiguientes autores de artículos en referencia, no lo
hayan captado así. Más bien pareciera que todavía tuviesen puestas las
gríngolas que quizá le dejara sobre su visión de perspectiva ese impreciso e
incoherente libro que escribieran a dos manos Guillermo García Ponce y
Francisco Camacho Barrios intitulado “Diario desconocido de una dictadura” sin
lugar dudas tienen fecundada la pluma de esa desviación que en política es un
pecado inveterado del venezolano y que conocemos como “fraseología
revolucionaria”, limitante y hueca aunque por su elocuencia algunas veces
pareciera adecuada, que no es tal. Es lo que en buen argot vernáculo conocemos
como maromas intelectuales. Porque también en ese ayer tan próximo la dirección
revolucionaria clandestina buscaba afanosa con desiguales dificultades, el
reagrupamiento de los esfuerzos con la pretensión valida por lo demás, de
organizar los hasta ese momento dispersos en ese mundo cuatripartidista, en el
cual para colmo de “los resistentes”, se buscaba atraer aquellos que desde sus
trincheras periodísticas partidistas habían alentado de manera extrema el golpe
militar contra ese gobierno surgido de libres y universales votaciones como lo fue el de el Maestro
Rómulo Gallegos: COPEI y URD, quienes en un primer momento no solo se
distanciaron de “los resistentes la AD y el PCV”, sino que en continuidad de
esa política pro golpista previa al 30 de noviembre, ahora en 1952, dando
saltos mortales, alentaron el concurrentismo electoral, sin plenas garantías de
respeto a la voluntad popular, imponiéndose, el proyecto militar que habían
concebido ejecutar (Delgado Chalbaud, Pérez Jiménez y Llovera Páez, primero; y
Pérez Jiménez, Llovera Páez y Vallenilla Planchardt, después), ahora sin la
presencia física del primero bajo la conducción de Pérez Jiménez.
Pese a las
dificultades actuales, debe tenerse presente por siempre lo que nos legara ese
mejor analista, William Shakespeare cuando
sentencio que “en los acontecimientos humanos también hay flujos y
reflujos (mareas) que tomadas en la creciente (pleamar) conducen al éxito (la
fortuna): “There is a tide in the affaire of men which taken at theflood, leads
on to fortune”. Lo cual nos infiere que
para comprender que cuando ha sonado la hora de proponerse la tarea de la
conquista del poder, se nos abre el espacio de la acción revolucionaria
consciente, dónde la previsión y el cálculo se unen a la voluntad y al arrojo.
Justo en este “momento”, que los norteamericanos llaman “the timing”, se abre
el campo de la acción a la dirección en
liza para producir el cambio histórico necesario.
Valorar hechos
políticos requiere de mejor instrumentación. Deberían saber los apologistas de
la (MUD) que un autor clásico, Karl von Klausewitz, leído con agrado por las
derechas e izquierdas inteligentes, escribió un libro, “De la guerra”, de
inmenso aporte a las cuestiones de la política, señalaba que respecto del fin
perseguido “La opinión se gana por medio de grandes triunfos y por la ocupación
de la capital”. Si hay algún merito en el cumplimiento de este precepto
klasewitzeano, pero esta verdad pareciera desconocida o superada por las
formulaciones de los políticos opositores, optando por recurrir a una vía
desacertada que teológicamente conocemos como reductio ad absurdum: Una cosa es
la reductio ad absurdum y otra lo es tomar como punto de partida un absurdo con
el fin de aproximarse con mayor seguridad a la verdad, porque realmente, en
nuestro país, no tenemos derecho a lamentarnos por falta de absurdos por demás
de bulto y muy gruesos, ejemplo (11 de abril del 2002).
Estas razones aún hoy
no las han logrado precisar ni avistar los teóricos de la oposición. Tampoco
otras personas tejedoras de opinión, si nos atenemos a los principios
estratégicos enunciados por el mismo Klausewitz. Decía el ilustre tratadista
refiriéndose a esos principios vitales que: “El primero y más importante
principio que hay que establecer para la consecución de aquel fin ya expuesto
más arriba es emplear con la máxima intensidad todas las fuerzas a nuestra
disposición. Cualquier moderación que se muestre en este particular es quedarse
atrás del objetivo.”
Continúa el experto
señalando que “El Segundo principio es: concentrar, tanto cuanto sea posible,
las propias fuerzas allí dónde deben darse los golpes principales y evitar
desventajas en otros puntos, para estar más seguros sobre el punto principal
del éxito… el tercer principio es: no perder tiempo alguno. Por medio de la rapidez
ahogaremos en ciernes cien disposiciones del enemigo y nos granjearemos
inmediatamente la opinión pública… Finalmente, el cuarto principio es: explotar
con la máxima energía los éxitos que consigamos.”
Bajo el saliente de
estos principios es que debe analizarse el hecho de “la oposición” y también lo
que toca a “los perjurados”, que abundantemente también los hay. No lo
olvidemos. Lo otro es pretender y sería presuntuoso de su parte acoplar “el
estar siempre ensamblado a la obsesión de la pértiga”.
La primera es que hay que darle justo sentido
del meta-mensaje del General en jefe Padrino, en cuanto a la advertencia de los
términos que podrían caracterizar la confrontación militar/civil (para sacarnos
nos tendrán que derrotar militarmente); la segunda, que para invertir esa
relación y situarla en una confrontación más eficaz civil/militar había que
agudizar la lucha de masas en las calles siempre in crescendo (con mayor y
escalonada incorporación de las fuerzas sociales); y la tercera, la necesidad imperiosa
de la articulación de una seria dirección política de la oposición con un
programa mínimo común, o lo que otros términos se le llama estado mayor o
dirección revolucionaria. El gusto es nuestro.
No se olvide que el
gobierno está tan sustanciado con lo expresado por Klausewitz desde sus
inicios, que ha venido intentando ideologizar entre sus partidarios el concepto
de “territorio de la revolución”, solo que se la ha reducido al casco histórico
caraqueño que abarca toda una zona angosta de protección para los poderes
ejecutivo y legislativo básicamente.
Finalmente, en otra
oportunidad seguiré tratando otros aspectos que se desprenden del estos eventos
esperare culminar el repaso, entre otros textos a la lectura “De la síntesis de un proyecto integrador de
Venezuela” coordinado por el doctor Juan Garrido Rovira, escrito con sabiduría
como corresponde a uno de los tantos y poquísimos estudios que ahondan con una
creatividad y capacidad de aguda observación, por supuesto que no es la única
hay muchas, plasmadas en otros textos y artículos de opinión, que llaman a
sonar del clarín, invitándonos a verter
en sus enseñanzas, inexorablemente y que
tienen conexión con la búsqueda y
concreción de medidas que con premura se
demandan articular en el hoy.
Pedro
R. Garcia M.
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