Gilberto Aristimuño Palacios |
Jean-François
Revel, filósofo marsellés un tanto sarcástico, dictando una conferencia sobre
igualdad social expresó que “todos somos iguales, sucede que algunos somos más
iguales que otros”.
Rememoro
la travesura de Revel porque definitivamente los periodistas somos más iguales
que cualquier otro profesional. A nosotros nos corresponde ser el transbordador
de las alegrías y tristezas del universo y aunque las traslademos a los puertos
a quienes corresponda, siempre quedan en nosotros reminiscencias de ese
trajinar por lo que nos afecta y deja improntas indelebles tantas veces de
hechos que consumen buena parte de nuestro ser.
Y
dentro de ese espectro de humanoides en lo que debemos convertirnos los
periodistas, Gilberto Aristimuño Palacios fue un ser especial. Un hombre con una
sonrisa permanente. Un ciudadano que siempre dejó huellas especiales de su
tránsito por donde deambulara. Y un periodista que difícilmente habría
cosechado algún enemigo.
Ayer,
en ese ayer en que se convierte el pasado de los periodistas, Gilberto se marchó
del lar terreno y con él se llevó su sacrosanta pluma. Esa pluma que trazó
muchas elípticas en tantos rumbos pero que nunca anduvo divorciada de la
brújula del hombre sereno y ponderado que habitó siempre como rúbrica de su
sonrisa fraterna.
¿Un
adiós? Tal vez. En esta aldea global nos vemos y nos dejamos de ver.
José
Angel Borrego
periodistaborrego@gmail.com
@periodistaborr1
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