Funcionarios son obligados a estar las
cárceles para apreciar las potenciales consecuencias de sus actos.
Pasar un día en la cárcel se ha convertido en
la enésima estrategia de la campaña anticorrupción del Gobierno chino, que
obliga a sus funcionarios a visitar las cárceles para advertirles de las
potenciales consecuencias de sus actos.
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La Comisión Central de Inspección y
Disciplina, el brazo anticorrupción del Partido Comunista Chino (PCCh),
organiza visitas a prisiones para altos cargos y sus cónyuges en las que pueden
encontrar a antiguos colegas condenados por prácticas corruptas.
El objetivo, según anunció el organismo en un
comunicado difundido hoy por la prensa oficial china, es que los servidores
públicos “sean conscientes” de los castigos que supone la corrupción, “que
ejerzan sus poderes correctamente y que sean receptivos a la supervisión del Partido”.
Las autoridades anticorrupción chinas han
llevado en los últimos meses a empleados de varios ministerios a las cárceles
y, en otros casos, han preparado visitas exclusivamente de cónyuges de
funcionarios, para que transmitan a sus parejas la importancia de evitar estas
prácticas irregulares.
Tras visitar las celdas, la amenaza de la
cárcel es percibida con más cercana y, de momento, la experiencia no está
dejando indiferentes a los trabajadores del sector público.
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“A los funcionarios y sus esposas les impactó
mucho, a primera vista, observar lo horrible que es perder la libertad y el
prestigio, pero pienso que a los más jóvenes les impresiona más que a los que
llevan muchos años”, explica a Efe un funcionario chino que prefiere ser
identificado sólo por su apellido, Wang.
Sin embargo, otra funcionaria de 25 años que
empezó su carrera profesional hace casi dos considera, en declaraciones a Efe,
que estas visitas sí funcionan como señal de advertencia, pero que son “como un
espectáculo” y que “no hace falta utilizar esa manera radical”.
Corrupcion
Wang, de hecho, recuerda que todos los
empleados públicos tienen que participar
obligatoriamente en un programa de formación básica sobre las leyes
chinas.
“Creo que este programa es el que desempeña
el papel principal en formar a los funcionarios para que se comporten bien”,
añade Wang.
Con las nuevas visitas a prisión, la lucha
contra la corrupción que abandera el presidente chino, Xi Jinping, adquiere una
nueva dimensión, porque se extiende a funcionarios sobre los que no se tienen
sospechas.
“La corrupción no sólo se debe castigar:
prevenirla es aún más importante. No sólo hay que llegar al efecto de no atreverse
a ser corrupto, sino también crear una conciencia para no querer serlo”,
publica hoy el Diario del Pueblo, voz del PCCh, en un editorial en el que pide
más “firmeza” para eliminar de raíz esta irregularidad.
Desde el ascenso al poder de Xi, tras el
relevo en la cúpula del PCCh y del Gobierno, entre finales de 2012 y principios
de 2013, China ha emprendido una infatigable campaña anticorrupción que ha
abierto investigaciones sobre un centenar de dirigentes con rango ministerial.
Sólo el año pasado, más de 4.000 altos cargos
de la burocracia china fueron procesados por corrupción, mientras que a la
espera de juicio se encuentra el exministro de Seguridad Pública Zhou Yongkang,
la víctima más ilustre y simbólica de esta campaña.
Por su parte, la ciudad de Hong Kong tiene su
propio modelo anticorrupción. Al manejar grandes cantidades de dinero por su
activa economía, las entidades del estado, y algunas privadas, tienen cárceles
en sus edificios. Aquel que cometa una ilegalidad es recluido en su misma
oficia como un ejemplo para los otros empleados de la organización.
El afán de limpieza de las prácticas
corruptas del Gobierno, en todo caso, no se limita al ámbito político, pues ha
llegado hasta el todopoderoso Ejército chino -su ex número dos Xu Caihou,
fallecido en marzo, cayó en desgracia tras protagonizar uno de los mayores
escándalos de la historia del país- y las empresas estatales.
Las autoridades chinas han complementado
estas medidas con constantes llamamientos a la austeridad, la creación de
líneas telefónicas para que los ciudadanos denuncien casos de corrupción y,
ahora, las visitas de funcionarios a la cárcel, la enésima vía que han
encontrado para asegurarse de que cumplen las normas.
Jon Lacasa
lacasa.jon@gmail.com
@jonlacasa
*Con información de agencia EFE
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