domingo, 3 de mayo de 2015

HUMBERTO SEIJAS PITTALUGA, NOBLEZA Y CARÁCTER

Reconozco que el título me quedó como de añagaza publicitaria, como para propaganda de un auto deportivo, pero no lo empleo con ese fin sino para delinear un par de virtudes que me gustaría ver antes de morir en un presidente venezolano.  Pero las dos potestades juntas, al mismo tiempo, no desperdigadas.  

Nobleza han tenido varios; y aunque no fue el único, el primero que se me viene a la mente es Luis Herrera; pero era muy buenote y muchos —tanto colaboradores como adversarios políticos abusaron de él—; por lo que no llena el cartabón de hoy.  

Vargas sería otro.  Con carácter, muy poquitos.  Porque “carácter” no es lo mismo que “mal carácter”; mucho menos “testarudez”, “intransigencia” o “capricho”, que es lo que la mayoría de los presidentes ha derrochado.  Parece que López Contreras y Pérez Jiménez lo demostraron; aunque no me consta de primera mano.  Pero todos tenemos claros que patriotas sí fueron y que emplearon sus respectivos caracteres como soporte de ese pundonoroso atributo.  Pero algunas leyendas y anécdotas dejan ver por una rendija que nobleza les faltó más de una vez.

Muchos pensábamos que, en el polo opuesto a esas virtudes estaba el difunto fallecido que dizque vive todavía; ya que era un innoble, mezquino y ególatra que nunca daba puntada sin dedal.  Y porque, aunque ante el público era todo sonrisas, sus explosiones de mal carácter abundaban.  Por eso, pensábamos que no iba a ser posible superarlo en esas tachas.  

Estábamos equivocados: el heredero ilegítimo superó con creces a su padre putativo.  Ha salido maluco-maluco.  Y de carácter débil, a pesar de las frecuentes exhibiciones por la televisión haciendo ostentaciones de bravura e ímpetu.  En sus frecuentes cadenas lo que rezuma es una mezcla incivil de rusticidad, crueldad y pocas luces.  Gómez sufría de esos tres defectos, pero era prudente y no los andaba luciendo en público —como este—a cada rato.  En eso, y en otras muchas cosas, el Benemérito era menos malo que Nicky.  En la pantalla del televisor hace creer que es fiero, pero hace sin rechistar —mucho menos, sin meditar— todo lo que le ordenan los varios jefes que tiene: Cilia y Fidel, China y Rusia, Cabello y Raúl, la cúpula militar y el Foro de Sao Paulo.

Mantuvo entre rejas a la juez Afiuni, Simonovis, Scarano y Ledezma hasta que sus respectivos padecimientos dejaron claro que esos presos suyos podrían morir en cautiverio; solo ahí fue cuando autorizó a su Tribunal de la Suprema Injusticia para que los dejara acudir en busca de auxilio médico.  Eso, y mantener a un preso político sin ver a sus hijos siete meses, como dice Lilian Tintori que sufre Leopoldo, deja ver lo tripas moradas que es el ocañero; que él, de nobleza, nanai-nanai.

Su condición bellaca se une a su menguada voluntad en eso de culpar a otros por lo que solo es producto de su incapacidad.  Según su ruindad, lo que le pasa a Venezuela es culpa de otros, no de su ineptitud para gobernar bien y para escoger subalternos sensatos, honrados y eficientes.  

Entonces va saltando de enemigos en enemigos como un tití de rama en rama: Obama, los empresarios, Rajoy, Fedecámaras, Uribe, etc.  Para nada: porque al ratico les ofrece su mano y agoniza por estrechar las de quienes mandan desde La Moncloa y la Casa Blanca.  

Pero chantaje por delante: “Aquí está mi mano, Rajoy, tómala”.  Pero lo alerta de que, cuando se vuelvan a ver, puede “tener que llegar con las lanzas”.  O sea, te tengo chantajeado: o me estrecha la garra —¡Perdón, la mano!— o te causo problemas, más de los que ya tienen, con Telefónica, Repsol, BBV, Iberia, Meliá y otras empresas peninsulares.  

Ya antes esa misma oferta se la había hecho al presidente Obama.  Oferta por lo demás engañosa: le hablaba a un sillón vacío, Obama estaba en otro salón, hablando con Santos.  Las palabras y la gestualidad eran para que los incautos que se calan las cadenas creyesen que se estaba encarando a la personificación del imperio meeesmo.  Puro buchipluma, como es todo lo de él…

Por eso es que reitero mi deseo de ver, tener, antes de morir, un presidente con nobleza y carácter —como el Aston Martin de James Bond, para seguir con el símil publicitario.  Venezuela lo necesita con urgencia (aunque no se lo merezca) so pena de convertirse en un Estado fallido.  Hay que dar los pasos necesarios.  Que comienzan con las primarias y luego las legislativas.  Después veremos si seguimos con un esfuerzo revocatorio o si nos vamos a tener que calar a ese espantajo absurdo hasta el fin de su mandato.  Dios no lo quiera…

Otro sí

El régimen sigue con la promesa de inaugurar en los próximos meses dos estaciones “de la segunda línea” del Metro de Valencia.  Que no existe.  Cuando inauguren esas paradas, si es que las inauguran —y si nos atenemos a lo que aprendimos en la geometría euclidiana de primaria— solo serán dos puntos en la prolongación de la “primera línea”; o, mejor dicho, “la única”.  La terminología oficial no pasa de ser un bulo más que busca engrandecer sus minúsculos logros ante gente que no sabe la realidad.  Lo criticable es que esa falacia sea multiplicada por alguien que se ha erigido en el primero de “un millón de amigos por el Metro”…

Humberto Seijas Pittaluga
hacheseijaspe@gmail.com
@seijaspitt

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