Recientemente,
Federico Fuentes —un querido amigo, destacado ingeniero y venezolano cabal— se
preguntaba “cuándo podría encontrar una palabra en español para definir todo
cuanto siento al leer noticias sobre el análisis de la realidad venezolana,
acción esta con vista de la perspectiva de la Fiscal General y los
conversadores del Ejecutivo, los cuales además sienten una entendible
preferencia por Twitter. Mientras menos hablan, menos se equivocan y si son
entrevistas guiadas tienden a excederse”.
A renglón seguido, él mismo se contestaba: “…oxímoron: una frase cuyo
contenido se contradice en sí mismo”. Su
definición me hizo recordar el ejemplo clásico que pone la RAE: “un silencio
atronador”. O sea, lo que se escucha en
toda Venezuela en razón de la censura que ha impuesto el régimen en la ímproba
—en sus tres acepciones de “abrumadora”, “impúdica” y “perversa”— misión de
tratar de acallar a juro, y por las malas de ser necesario, el sordo rumor con
el cual nos quejamos de las ineficiencias, los latrocinios, las carencias y las
inmoralidades que genera el desgobierno rojo.
Es en verdad ensordecedor el disimulo al que recurren quienes están insatisfechos con el estado actual de cosas pero que deben ser precavidos porque las amenazas de golpizas, de perder el empleo, de ser enjuiciado por un simple tuit son cosa de todos los días. El disimulo y la reticencia de los venezolanos no son indicativos de sosiego y tranquilidad sociales, sino de una inmensa tribulación que ha de estallar cuando menos se espere.
En
el mismo mail, Federico comenta el pésimo empleo por parte del Tribunal de la
Suprema Injusticia de un término, “improponible”, que desafía tanto el idioma
como la lógica. Y añado yo:
posteriormente, la fiscala mechi-oxigenada en un programa de televisión (y
ratificado por un tuit del Ministerio Impúdico) calificó con esa misma palabra
el que exmandatarios de España y Perú intentasen actuar en los casos de López y
Ledezma. Opina Federico: “no entiendo
esta aporía de unos si y otros no…”
Aquí
lo que cabe —en relación con ese maltrato al idioma y con lo inequitativo de
nuestra justicia— es tratar de
elucidarle al amigo mediante una crítica hecha por Alexis Márquez Rodríguez
—otro venezolano ilustre, un hombre culto que no tenía empacho en compartir lo
mucho que sabía, que nos abandonó recientemente. Explicaba que: “Lo habitual y establecido en
la legislación es que un tribunal, (…) cuando una demanda se presenta sin un
soporte al menos indiciario de la procedencia de su contenido, declare la
demanda ‘inadmisible’, y no dé inicio al proceso judicial correspondiente. (…) La ‘admisibilidad’ o ‘inadmisibilidad’,
en estos casos, es algo lógico, lingüística y jurídicamente inobjetable. Pero
que una demanda sea ‘improponible’ es algo absurdo por varias razones. (…) Lo
‘improponible’ es lo que no se puede proponer. ¿Cómo puede, entonces, ser
‘improponible’ lo que ya ha sido propuesto? ¿Puede alguno de los ilustres
magistrados explicarnos esta verdadera aporía?”
Y, al final, los termina de clavar en el zanjón: “Los magistrados (…)
deben ser sabios en Derecho; pero serán malos jueces si son ignorantes del
idioma en que deban expresarse”.
¿Pero
qué puede esperarse de unos magistrados —a quienes les queda grandísima la
toga—que ordenaron a los jueces, como lo hicieron en el 2011, por escrito, no
hacer cumplir una ley específica aunque ya haya sentencia firme? O de una presidenta de ese organismo que dijo
que ellos estaban centrados “en equilibrar el Poder del Estado con el legítimo
poder soberano detentado por el pueblo”. ¡Dios, una jueza que no sabe que
“detentar” es “retener y ejercer ilegítimamente”! Esa misma gente poco ilustrada es la que debe
enjuiciar la “violencia de género” de la que habla una ley, que no hicieron ellos,
lo reconozco, pero que tampoco declararon inexequible por imposibilidad
material de ese delito. Lo que pasa es
que los ignorantes, tanto del Legislativo como el Judicial, creen que “género”
y “sexo” son sinónimos. Repito algo que
expliqué hace algún tiempo: lo que nosotros tenemos y disfrutamos es
“'sexo”. Mientras que “género” es la
“clase a la que pertenecen los sustantivos, pronombres y algunos adjetivos”. Y
son tres: masculino, femenino y epiceno. “Sexo” es lo que le gustaría tener a
La Fosforito, pero con esa feúra, ni el pran más desesperado…
Como
van las cosas, nada es de extrañar que aquel tinterillo que conjugaba el verbo
“disulidar” ya sea titular de, por lo menos, un tribunal superior…
Otrosí
El próximo domingo son las primarias. Y, como siempre, el Ministerio para Asuntos Electorales del régimen, nos las está poniendo difíciles. Arropados en excusas chimbo legales y subterfugios seudotécnicos, impusieron reglas y condiciones que solo buscan intentar atemorizar a los votantes y, así, disminuir el aluvión de opositores hacia las mesas. Lo que los laboratorios de guerra sucia del régimen dejaron colar es que, vía cuadernos y captahuellas, van a elaborar otra “lista Tascón” con la cual perseguir a los disidentes. No les servirá de nada. A quienes sentimos el deber de manifestarnos cívicamente, nos pueden poner todas las añagazas que quieran. Que nosotros pondremos el dedo y firmaremos porque entendemos que esta jornada dominguera será un clavo más en el ataúd rojo.
Humberto
Seijas Pittaluga
hacheseijaspe@gmail.com
@seijaspitt
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