sábado, 16 de mayo de 2015

FELIPE GUERRERO, DIARIO CATÓLICO

Desde hace más de Noventa años, el Diario Católico es la «Voz que clama en el desierto».

Este periódico sigue siendo la «Voz que clama en el desierto». En el desierto de la gente que todavía no piensa correctamente. En el desierto de las conciencias que todavía no están bien formadas, ni informadas. En el desierto de la gente que no termina de darse cuenta de esta tenebrosa realidad.

Hace casi un siglo, un profeta sencillo decidió construir un púlpito desde el cual predicar la buena noticia, decidió diseñar un amplificador para difundir el clamor de los oprimidos, un clamor que grita con la voz de Dios; decidió elevar un faro para iluminar los oscuros caminos de esta tierra. Ese púlpito, ese amplificador, ese faro es el Diario Católico que acaba de cumplir noventa y un años y avanza presuroso a celebrar su primer centenario.

El profeta visionario y creador fue Tomás Antonio Sanmiguel, un labrador que desafió las alboradas, que fue esparciendo semillas de esperanza y las regó con sangre y con llanto para que luego de noventa años sea un árbol fecundo que nos regala abundantes frutos.
Este Tomás Antonio Sanmiguel vino a esta tierra  a enseñarnos que las obras perdurables requieren de sólidos anclajes. Asumió perfectamente el mensaje del maestro: «El hombre sensato edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero ésta no se derrumbó porque estaba construida sobre roca» (Mateo 7, 24).

El teólogo italiano Luis Infanti, quien cumple la tarea de ser Obispo de la Patagonia señaló recientemente que «Las plegarias no siempre tienen que estar dirigidas hacia el cielo», en clara respuesta a las élites del poder quienes intentan que nuestro testimonio cristiano se quede encerrado en la sacristía, porque les incomoda el reclamo de justicia a favor de los excluidos.

Ante las gigantescas iniciativas de trabajo social de Monseñor Tomás Antonio Sanmiguel, alguno de los poderosos de entonces le hizo igual recomendación al indicarle «Dedíquese a rezar» en irrespetuosa sugerencia para que se olvidara de su compromiso con los más humildes y no incursionara en estas tareas humanas por hacer de la tierra una antesala del cielo.  Las expresiones del teólogo Luis Infanti, coinciden plenamente con el criterio de Monseñor Tomás Antonio Sanmiguel «Estamos rezando, pero hay que revisar qué se entiende por oración. La tarea del obispo es escuchar a Dios a través de su pueblo, que es la Biblia viva hoy. Es una mentira que rezar es sólo mirar al cielo y mirar a Dios marginándose de la realidad».

Cada palabra y cada testimonio de Tomás Antonio Sanmiguel son la evidencia contundente de una fe genuina que no se reflejaba en lo que hablaba sino en lo que hacía. Su voz y su acción eran la resurrección del apóstol Santiago quien con total transparencia asegura: «Hermanos míos, ¿De qué sirve si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?» (Santiago 2, 14-20).
La obra testimonial de Tomás Antonio Sanmiguel muestra los frutos Esta síntesis de hombre puro y generoso que recorre los caminos del compromiso con esta tierra desde una visión y una práctica integrales y universales, que une el humanismo a la razón y a la técnica, la práctica a la teoría, la verdad al amor, la historia al pueblo.

Su lectura no deja de sorprenderme y llamar mi atención. Me gusta porque nos habla de un Dios que sale a nuestro encuentro, de un Dios que se preocupa por cada uno de nosotros, de un Dios que nos conoce desde el mismo momento de nuestra gestación. El texto nos dice que el Señor lo escogió antes de nacer. Y pienso que ese conocimiento también es extensible a cada uno de nosotros, porque tengo el convencimiento que de la misma manera que con Jeremías, el Señor no solo nos conoce sino que tiene grandes planes para cada uno de nosotros, pero estos están condicionados a nuestra respuesta.
Tomás Antonio Sanmiguel oyó en su hora el impactante mensaje que aparece registrado en el libro del profeta Jeremías y frente al cual no podemos ser indiferentes: «Y tú, ármate de valor; ve y diles todo lo que yo te mande. No les tengas miedo, porque de otra manera
te haré temblar delante de ellos. Yo te pongo hoy como ciudad fortificada, como columna de hierro, como muralla de bronce, para que te enfrentes a todo el país: a sus reyes, a sus jefes y sacerdotes y al pueblo en general. Ellos te harán la guerra, pero no te vencerán, porque yo estaré contigo para protegerte»

Sólo deseo que ese mismo Dios liberador siga acompañando y protegiendo al Diario Católico.

Felipe Guerrero
felipeguerrero11@gmail.com

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