Desde hace más de Noventa años, el Diario
Católico es la «Voz que clama en el desierto».
Este periódico sigue siendo la «Voz que clama
en el desierto». En el desierto de la gente que todavía no piensa
correctamente. En el desierto de las conciencias que todavía no están bien
formadas, ni informadas. En el desierto de la gente que no termina de darse
cuenta de esta tenebrosa realidad.
Hace casi un siglo, un profeta sencillo
decidió construir un púlpito desde el cual predicar la buena noticia, decidió
diseñar un amplificador para difundir el clamor de los oprimidos, un clamor que
grita con la voz de Dios; decidió elevar un faro para iluminar los oscuros
caminos de esta tierra. Ese púlpito, ese amplificador, ese faro es el Diario
Católico que acaba de cumplir noventa y un años y avanza presuroso a celebrar
su primer centenario.
El profeta visionario y creador fue Tomás
Antonio Sanmiguel, un labrador que desafió las alboradas, que fue esparciendo
semillas de esperanza y las regó con sangre y con llanto para que luego de
noventa años sea un árbol fecundo que nos regala abundantes frutos.
Este Tomás Antonio Sanmiguel vino a esta
tierra a enseñarnos que las obras
perdurables requieren de sólidos anclajes. Asumió perfectamente el mensaje del
maestro: «El hombre sensato edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se
precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero
ésta no se derrumbó porque estaba construida sobre roca» (Mateo 7, 24).
El teólogo italiano Luis Infanti, quien
cumple la tarea de ser Obispo de la Patagonia señaló recientemente que «Las
plegarias no siempre tienen que estar dirigidas hacia el cielo», en clara
respuesta a las élites del poder quienes intentan que nuestro testimonio
cristiano se quede encerrado en la sacristía, porque les incomoda el reclamo de
justicia a favor de los excluidos.
Ante las gigantescas iniciativas de trabajo
social de Monseñor Tomás Antonio Sanmiguel, alguno de los poderosos de entonces
le hizo igual recomendación al indicarle «Dedíquese a rezar» en irrespetuosa
sugerencia para que se olvidara de su compromiso con los más humildes y no
incursionara en estas tareas humanas por hacer de la tierra una antesala del
cielo. Las expresiones del teólogo Luis
Infanti, coinciden plenamente con el criterio de Monseñor Tomás Antonio
Sanmiguel «Estamos rezando, pero hay que revisar qué se entiende por oración.
La tarea del obispo es escuchar a Dios a través de su pueblo, que es la Biblia
viva hoy. Es una mentira que rezar es sólo mirar al cielo y mirar a Dios marginándose
de la realidad».
Cada palabra y cada testimonio de Tomás
Antonio Sanmiguel son la evidencia contundente de una fe genuina que no se
reflejaba en lo que hablaba sino en lo que hacía. Su voz y su acción eran la
resurrección del apóstol Santiago quien con total transparencia asegura:
«Hermanos míos, ¿De qué sirve si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras?
¿Podrá la fe salvarle?» (Santiago 2, 14-20).
La obra testimonial de Tomás Antonio
Sanmiguel muestra los frutos Esta síntesis de hombre puro y generoso que
recorre los caminos del compromiso con esta tierra desde una visión y una
práctica integrales y universales, que une el humanismo a la razón y a la
técnica, la práctica a la teoría, la verdad al amor, la historia al pueblo.
Su lectura no deja de sorprenderme y llamar
mi atención. Me gusta porque nos habla de un Dios que sale a nuestro encuentro,
de un Dios que se preocupa por cada uno de nosotros, de un Dios que nos conoce
desde el mismo momento de nuestra gestación. El texto nos dice que el Señor lo
escogió antes de nacer. Y pienso que ese conocimiento también es extensible a
cada uno de nosotros, porque tengo el convencimiento que de la misma manera que
con Jeremías, el Señor no solo nos conoce sino que tiene grandes planes para
cada uno de nosotros, pero estos están condicionados a nuestra respuesta.
Tomás Antonio Sanmiguel oyó en su hora el
impactante mensaje que aparece registrado en el libro del profeta Jeremías y
frente al cual no podemos ser indiferentes: «Y tú, ármate de valor; ve y diles
todo lo que yo te mande. No les tengas miedo, porque de otra manera
te haré temblar delante de ellos. Yo te pongo
hoy como ciudad fortificada, como columna de hierro, como muralla de bronce,
para que te enfrentes a todo el país: a sus reyes, a sus jefes y sacerdotes y
al pueblo en general. Ellos te harán la guerra, pero no te vencerán, porque yo
estaré contigo para protegerte»
Sólo deseo que ese mismo Dios liberador siga
acompañando y protegiendo al Diario Católico.
Felipe Guerrero
felipeguerrero11@gmail.com
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