Los paros de transportistas en protesta por
el asesinato de sus compañeros de trabajo son un hecho rutinario en Caracas,
Maracaibo, Petare y otras ciudades del país. Se llevan sus vehículos, los
desvalijan, y así entra la mafia del robo de automóviles en coordinación con la
mafia de venta de autopartes.
Alguien muy poderoso tiene que estar detrás
de centenares de bandas dedicadas a atemorizar conductores y a dejar en la
calle a humildes trabajadores y a cualquier ciudadano que con inmensos
sacrificios compran sus automóviles. Cada vez roban más carros sin que
autoridad alguna haga algo.
La mafia del tráfico de drogas va a la cabeza
en eficiencia e impunidad. Las cárceles son un mercado abierto de distribución
y nada pasa. No queda sino deducir que quienes custodian a los pranes que
manejan el negocio son socios en la movida. Pero la millonada que se mueve es
de tal monto que en ninguna cabeza cabe que malandros de baja monta y tenientes
de calabozos sean los verdaderos dueños de la droga.
Los buhoneros de la venta de gasolina en la
frontera con Colombia se han llevado los titulares de prensa en las denuncias
del contrabando de extracción, pero cualquier vecino del occidente del Zulia ha
visto alguna vez gandolas descargando combustible a irregulares a plena luz del
día. Hay que estar muy respaldado para ser tan descarado. Esa es una mafia
gorda.
El tráfico de armas y de municiones no se
queda atrás. Por cierto, en Venezuela el único fabricante es el propio Gobierno
a través de Cavim. Los importadores tienen que pasar por aduanas, puertos y
aeropuertos. Todos bajo control de la Guardia Nacional.
Muchas han sido las noticias de armas largas
extraviadas. Ha ocurrido una y otra vez en los últimos quince años. Así se
surten las bandas que operan por la libre en Venezuela. Y si esas son
operaciones facilitas, que se repiten sin que luego se sepa qué pasó, más
frecuente ha sido la matazón de policías para robarles armamento.
El malandraje anda suelto y apoyado. Los velorios son a plomo limpio, a plena luz del día. Acaban fiestas con horrendas masacres. Secuestran. Asesinan y organizadamente. Traficantes de todo pelaje ahora tienen panas que mandan. Aquí y allá. Ascienden generales y coroneles. Desfilan con costosísimos armamentos y equipos. Y toda esa parafernalia en nada afecta a las mafias del tráfico de drogas, robo de vehículos, venta de armas y municiones, que ahora matan policías a placer.
Claudio Fermin
claudioefm@gmail.com
@claudioefermin
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