El talante déspota del gobernante venezolano,
no permite que la actividad periodística tenga el talante que la compromete de
cara al respeto a la verdad.
Antonio José Monagas
LIBERTAD DE EXPRESIÓN: PRISIONERA DE LA
TIRANÍA
Mientras el papel del periodista y el del
dirigente político en ejercicio de gobierno han de rozarse, precisamente, por
el manejo de la opinión pública a la que ambos se entregan, el trabajo
periodístico luce bastante incómodo para quien, desde el poder, se empeña por
hacer que sus funciones se destaquen por encima de lo que la propia ley
permite. Si bien el periodista disfruta del derecho a la información oportuna,
veraz e imparcialmente, como ciudadano al fin, el político igualmente goza del
mismo derecho. Sólo que al pretender éste el aplauso permanente de los medios,
así como verse tentado por supeditar su gestión a las pautas que consiga en las
opiniones del periodista, se topa con situaciones que han de resultarle
bbastante molestas. Ante tan perturbador problema, el diálogo necesario que
debe haber entre el periodismo y la política, se cierra. Las realidades
comienzan a verse insoportables al extremo que tan aberrante brecha, busca
evitarse con procedimientos totalmente equivocados: el apoyo ciego o la
oposición frontal y visceral.
Es ahí cuando surgen gruesas barreras que
aprisionan el derecho de expresar con libertad pensamientos, ideas y opiniones
de viva voz, por escrito o mediante cualquier forma de expresión. Es lo que
pauta la Constitución Nacional. Pero cuando la política se ejerce a desdén del
sentido de la responsabilidad y la mesura, emergen graves dificultades que
terminan valiéndole ventajas a la tarea del político por encima del trabajo
periodístico.
Reconocer que la política es una lucha
constante por conseguir lo imposible, no debe significar que la labor del
gobernante pase a verse como una suerte de acrobacia cuya acción se valga de
cuanto recurso halle a la mano para salir airoso de la prueba. Aunque haga la
trampa necesaria para ganar el forzado elogio. Penosamente, es lo que
acostumbra el gobernante para mantenerse aferrado al poder. Sobre todo, cuando
quien ostenta el poder se convierte en un tirano mediante medidas que socaven
libertades individuales, restrinjan la libertad de expresión o limiten el
ideario y accionamiento de la oposición política. Justamente, es el cuadro que
retrata a Venezuela, más allá de que las elecciones se muestren transparentes.
Cuando el periodista se da a la tarea de
ayudar al esclarecimiento de hechos oscuros que ponen en riesgo la condición
democrática del sistema político, es visto como un obstáculo. El talante
déspota del gobernante venezolano, no permite que la actividad periodística
tenga el talante que la compromete de cara al respeto a la verdad. De esa
forma, desconoce que la salud de la democracia descansa -sin cortapisa- en el
derecho a informar. A decir de las realidades que sucumben al país, el
periodismo se ha visto flagelado por el abuso de la fuerza pública o la
discrecionalidad de leyes que se han dirigido a impedir la investigación y la
difusión de información que le resulta incómoda al gobierno.
Ni siquiera el esfuerzo del régimen por crear
medios de comunicación que determinan la fuerza de la cual se vale para imponer
medidas arbitrarias, propias de todo autoritarismo, ha logrado que gane un
espacio mayor del que ciertamente representa. Es decir, ello alcanza apenas el
5% del público telespectador y radioescucha. Indiscutiblemente, esto deja ver
el afán gubernamental por controlar al país para lo cual se vale del ámbito
radioeléctrico desde el cual tiraniza la sociedad. Tanto así, que la censura se
convirtió en un perverso mecanismo por el cual limita el acceso a la
información.
Con el tiempo, el régimen ha establecido
mayores medidas de acatamiento de los medios, razón por la cual es posible
hablar de violaciones de libertad de expresión. Son tales sus consecuencias,
que tienen retraída la aplicación del Estado democrático y social de Derecho y
de Justicia expuesto constitucionalmente. A pesar de innumerables solicitudes
de organismo internacionales por reducir agresiones y ordenes intimidantes a
periodistas, reporteros gráficos y a medios, la situación ha empeorado. Tanto
así, que hoy el régimen mantiene bajo amenaza judicial a un grupo de dueños de
periódicos y portales digitales por reseñar noticias que ponen al descubierto
serios delitos cometidos por de altos funcionarios.
No hay duda de que el país ha venido
reflejando agudos signos de deterioro por causa del autoritarismo ejercido por
el régimen desde sus inicios. Mas, cuando insiste en asegurar equivocadamente
que un modo de proteger la seguridad nacional, el orden público y la moral
pública es restringiendo la libertad de información, de prensa, de opinión y de
pensamiento. Aunque por todo lo que sigue ocurriendo, puede decirse que el
país, está perdiéndose. Todo o casi todo lo que a muchos costó enarbolar y
edificar. Más ahora cuando se tiene a la libertad de expresión, prisionera de
la tiranía.
VENTANA DE PAPEL
¡PROHIBIDO ENFERMARSE!
Este gobierno hace de cada solución, un
problema. Lejos de resolver los desmanes que su ineptitud ha creado, todo lo
empastela. O sea, el Rey Midas al revés. Ahora con eso del Sistema Integral
para Acceso a Medicamentos (Siamed), el régimen ha creado un mecanismo más de chantaje
y control a la población. Ello, porque no ha entendido que el problema de
garantizar el acceso a medicamentos tanto como la posibilidad remota de
combatir el bachaqueo con tan vertical mecanismo, está alejado de
procedimientos que puedan corregir tan arduo problema. Más, al considerar
variables equivocadas.
La ecuación a plantearse ante dicho cálculo,
no relaciona los factores que acusan el mal manejo de dicha situación. O sea,
no es la distribución de los medicamentos lo que genera cualquier atasco en los
canales de su comercialización. Las cadenas farmacéuticas cuentan con una rica
experiencia en la correspondiente distribución de medicamentos. Saben manejarse
en medio de cualquier problema que involucre procesos de distribución.
El problema básicamente radica en la
disponibilidad de los medicamentos. Ahí, justamente, es donde está el enclave
del problema. Particularmente, el gobierno no paga las deudas a las que se ha
comprometido con la importación de la materia prima y de los productos elaborados
propios del mercado farmacéutico.
En ese momento del proceso, es donde aparece
la barrera que se interpone entre el mercado de pacientes o usuarios y las
fuentes de la economía gubernamental. En consecuencia, dicho obstáculo ha de
traducir problemas relacionados con la consecución de medicamentos lo cual hará
retrasar groseramente el acceso a medicamentos de pacientes que padezcan
patologías como las cardiovasculares, neurológicas y las endocrino-metabólicas.
Y que por tanto, requieren de un programa de asistencia y de apoyo inmediato.
Sobre todo, cuando el paciente se encuentre lejos de la farmacia que sirve la
entrega de los respectivos medicamentos.
Si a esto se suma la mora que mantiene el
régimen con los proveedores internacionales la cual asciende a más de 4.000
millones de U.S. dólares, no es nada difícil inferir la fracaso de tan
“revolucionario y socialista” invento lo cual no garantiza que su aplicación
sane el estropeado esquema de financiamiento que ha acostumbrado el régimen
practicar.
Posiblemente, el mismo sea de factura
cubanizada lo que mucho menos puede verse como razón de garantía. Sólo queda
rogar que los venezolanos no se vean inmersos en alguna de las enfermedades
cuyos medicamentos sean controlados por el Siamed. O lo que es igual decir que
ante tan trágica medida, queda ¡prohibido enfermarse!
VENEZUELA, PAÍS PERDIDO EN EL ESPACIO
Las angustias cunden por doquier. Los altos
funcionarios, padecen este mal que los aqueja por razones que son válidas por
donde se miren. Por ejemplo, advertir la diáspora que está afligiéndole a
Venezuela una pérdida irreparable y cuantiosa, no es para menos. Atender el
problema que vive la economía nacional, la cual se encuentra bastante menguada,
da escozor.
Comprender que los ingresos petroleros se han
visto reducidos sin que su causa sea corregida a pesar de lo que ha costado tan
dispuesto esfuerzo, da miedo. Entender que el país se volvió un mercado persa
donde impera no sólo la desorganización, sino también el incómodo desacomodo de
las estructuras que en otrora sirvieron para hacerle ver al mundo la capacidad
económica del país, asusta.
Reconocer que ni siquiera la figura del
“comandante eterno”, pese a su mirada inquisidora, ha servido para recomponer las
bases políticas y morales sobre las cuales descansa la organización del partido
de gobierno, es otra razón para comenzar a llorar. No contar con el esquema
jurídico y social de fuerza que pudiera reducir la criminalidad que el mismo
régimen amparó mediante criterios que validaron la impunidad, es una enrome
causa que hace correr a cualquiera.
Reconocer que la popularidad del presidente
ha caído a niveles exentos de la mínima vergüenza, es otra razón de alarma. De
manera que la suma de esta razones, lleva a la conclusión que intitula estas
líneas: Venezuela, país perdido en el espacio.
“La salud de la democracia está en relación
directa con la libertad de expresión.
O sea, mientras el derecho a informar sea respetado, con seguridad el piso sobre el cual se desplaza una nación será garantía cierta de alcanzar sus objetivos de desarrollo. De lo contrario, resbalará.
Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
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