domingo, 17 de mayo de 2015

ANTONIO JOSÉ MONAGAS, LIBERTAD DE EXPRESIÓN: PRISIONERA DE LA TIRANÍA,

El talante déspota del gobernante venezolano, no permite que la actividad periodística tenga el talante que la compromete de cara al respeto a la verdad.
Antonio José Monagas

LIBERTAD DE EXPRESIÓN: PRISIONERA DE LA TIRANÍA

Mientras el papel del periodista y el del dirigente político en ejercicio de gobierno han de rozarse, precisamente, por el manejo de la opinión pública a la que ambos se entregan, el trabajo periodístico luce bastante incómodo para quien, desde el poder, se empeña por hacer que sus funciones se destaquen por encima de lo que la propia ley permite. Si bien el periodista disfruta del derecho a la información oportuna, veraz e imparcialmente, como ciudadano al fin, el político igualmente goza del mismo derecho. Sólo que al pretender éste el aplauso permanente de los medios, así como verse tentado por supeditar su gestión a las pautas que consiga en las opiniones del periodista, se topa con situaciones que han de resultarle bbastante molestas. Ante tan perturbador problema, el diálogo necesario que debe haber entre el periodismo y la política, se cierra. Las realidades comienzan a verse insoportables al extremo que tan aberrante brecha, busca evitarse con procedimientos totalmente equivocados: el apoyo ciego o la oposición frontal y visceral.

Es ahí cuando surgen gruesas barreras que aprisionan el derecho de expresar con libertad pensamientos, ideas y opiniones de viva voz, por escrito o mediante cualquier forma de expresión. Es lo que pauta la Constitución Nacional. Pero cuando la política se ejerce a desdén del sentido de la responsabilidad y la mesura, emergen graves dificultades que terminan valiéndole ventajas a la tarea del político por encima del trabajo periodístico.

Reconocer que la política es una lucha constante por conseguir lo imposible, no debe significar que la labor del gobernante pase a verse como una suerte de acrobacia cuya acción se valga de cuanto recurso halle a la mano para salir airoso de la prueba. Aunque haga la trampa necesaria para ganar el forzado elogio. Penosamente, es lo que acostumbra el gobernante para mantenerse aferrado al poder. Sobre todo, cuando quien ostenta el poder se convierte en un tirano mediante medidas que socaven libertades individuales, restrinjan la libertad de expresión o limiten el ideario y accionamiento de la oposición política. Justamente, es el cuadro que retrata a Venezuela, más allá de que las elecciones se muestren transparentes.

Cuando el periodista se da a la tarea de ayudar al esclarecimiento de hechos oscuros que ponen en riesgo la condición democrática del sistema político, es visto como un obstáculo. El talante déspota del gobernante venezolano, no permite que la actividad periodística tenga el talante que la compromete de cara al respeto a la verdad. De esa forma, desconoce que la salud de la democracia descansa -sin cortapisa- en el derecho a informar. A decir de las realidades que sucumben al país, el periodismo se ha visto flagelado por el abuso de la fuerza pública o la discrecionalidad de leyes que se han dirigido a impedir la investigación y la difusión de información que le resulta incómoda al gobierno.

Ni siquiera el esfuerzo del régimen por crear medios de comunicación que determinan la fuerza de la cual se vale para imponer medidas arbitrarias, propias de todo autoritarismo, ha logrado que gane un espacio mayor del que ciertamente representa. Es decir, ello alcanza apenas el 5% del público telespectador y radioescucha. Indiscutiblemente, esto deja ver el afán gubernamental por controlar al país para lo cual se vale del ámbito radioeléctrico desde el cual tiraniza la sociedad. Tanto así, que la censura se convirtió en un perverso mecanismo por el cual limita el acceso a la información.

Con el tiempo, el régimen ha establecido mayores medidas de acatamiento de los medios, razón por la cual es posible hablar de violaciones de libertad de expresión. Son tales sus consecuencias, que tienen retraída la aplicación del Estado democrático y social de Derecho y de Justicia expuesto constitucionalmente. A pesar de innumerables solicitudes de organismo internacionales por reducir agresiones y ordenes intimidantes a periodistas, reporteros gráficos y a medios, la situación ha empeorado. Tanto así, que hoy el régimen mantiene bajo amenaza judicial a un grupo de dueños de periódicos y portales digitales por reseñar noticias que ponen al descubierto serios delitos cometidos por de altos funcionarios.

No hay duda de que el país ha venido reflejando agudos signos de deterioro por causa del autoritarismo ejercido por el régimen desde sus inicios. Mas, cuando insiste en asegurar equivocadamente que un modo de proteger la seguridad nacional, el orden público y la moral pública es restringiendo la libertad de información, de prensa, de opinión y de pensamiento. Aunque por todo lo que sigue ocurriendo, puede decirse que el país, está perdiéndose. Todo o casi todo lo que a muchos costó enarbolar y edificar. Más ahora cuando se tiene a la libertad de expresión, prisionera de la tiranía.

VENTANA DE PAPEL

¡PROHIBIDO ENFERMARSE!

Este gobierno hace de cada solución, un problema. Lejos de resolver los desmanes que su ineptitud ha creado, todo lo empastela. O sea, el Rey Midas al revés. Ahora con eso del Sistema Integral para Acceso a Medicamentos (Siamed), el régimen ha creado un mecanismo más de chantaje y control a la población. Ello, porque no ha entendido que el problema de garantizar el acceso a medicamentos tanto como la posibilidad remota de combatir el bachaqueo con tan vertical mecanismo, está alejado de procedimientos que puedan corregir tan arduo problema. Más, al considerar variables equivocadas.

La ecuación a plantearse ante dicho cálculo, no relaciona los factores que acusan el mal manejo de dicha situación. O sea, no es la distribución de los medicamentos lo que genera cualquier atasco en los canales de su comercialización. Las cadenas farmacéuticas cuentan con una rica experiencia en la correspondiente distribución de medicamentos. Saben manejarse en medio de cualquier problema que involucre procesos de distribución.

El problema básicamente radica en la disponibilidad de los medicamentos. Ahí, justamente, es donde está el enclave del problema. Particularmente, el gobierno no paga las deudas a las que se ha comprometido con la importación de la materia prima y de los productos elaborados propios del mercado farmacéutico.

En ese momento del proceso, es donde aparece la barrera que se interpone entre el mercado de pacientes o usuarios y las fuentes de la economía gubernamental. En consecuencia, dicho obstáculo ha de traducir problemas relacionados con la consecución de medicamentos lo cual hará retrasar groseramente el acceso a medicamentos de pacientes que padezcan patologías como las cardiovasculares, neurológicas y las endocrino-metabólicas. Y que por tanto, requieren de un programa de asistencia y de apoyo inmediato. Sobre todo, cuando el paciente se encuentre lejos de la farmacia que sirve la entrega de los respectivos medicamentos.

Si a esto se suma la mora que mantiene el régimen con los proveedores internacionales la cual asciende a más de 4.000 millones de U.S. dólares, no es nada difícil inferir la fracaso de tan “revolucionario y socialista” invento lo cual no garantiza que su aplicación sane el estropeado esquema de financiamiento que ha acostumbrado el régimen practicar.

Posiblemente, el mismo sea de factura cubanizada lo que mucho menos puede verse como razón de garantía. Sólo queda rogar que los venezolanos no se vean inmersos en alguna de las enfermedades cuyos medicamentos sean controlados por el Siamed. O lo que es igual decir que ante tan trágica medida, queda ¡prohibido enfermarse!

VENEZUELA, PAÍS PERDIDO EN EL ESPACIO

Las angustias cunden por doquier. Los altos funcionarios, padecen este mal que los aqueja por razones que son válidas por donde se miren. Por ejemplo, advertir la diáspora que está afligiéndole a Venezuela una pérdida irreparable y cuantiosa, no es para menos. Atender el problema que vive la economía nacional, la cual se encuentra bastante menguada, da escozor.

Comprender que los ingresos petroleros se han visto reducidos sin que su causa sea corregida a pesar de lo que ha costado tan dispuesto esfuerzo, da miedo. Entender que el país se volvió un mercado persa donde impera no sólo la desorganización, sino también el incómodo desacomodo de las estructuras que en otrora sirvieron para hacerle ver al mundo la capacidad económica del país, asusta.

Reconocer que ni siquiera la figura del “comandante eterno”, pese a su mirada inquisidora, ha servido para recomponer las bases políticas y morales sobre las cuales descansa la organización del partido de gobierno, es otra razón para comenzar a llorar. No contar con el esquema jurídico y social de fuerza que pudiera reducir la criminalidad que el mismo régimen amparó mediante criterios que validaron la impunidad, es una enrome causa que hace correr a cualquiera.

Reconocer que la popularidad del presidente ha caído a niveles exentos de la mínima vergüenza, es otra razón de alarma. De manera que la suma de esta razones, lleva a la conclusión que intitula estas líneas: Venezuela, país perdido en el espacio.

“La salud de la democracia está en relación directa con la libertad de expresión.

O sea, mientras el derecho a informar sea respetado, con seguridad el piso  sobre el cual se desplaza una nación será garantía cierta de alcanzar  sus objetivos de desarrollo. De lo contrario, resbalará.

Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas

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