viernes, 24 de abril de 2015

TRINO MÁRQUEZ, DEMOLER LA ECONOMÍA

Durante los últimos días, Nicolás Maduro ha emitido dos declaraciones sorprendentes e insólitas. Ha dicho que va a demoler la economía, debemos imaginarnos que se refiere a la economía privada, y que les dará un “revolcón” a los empresarios que desataron la “guerra económica”. 

En medio de estas amenazas advirtió que a los hombres de negocio les quedan dos opciones: o se adaptan al cepo que les puso el gobierno o se van del país. Lorenzo Mendoza le respondió con un emotivo mensaje.

El señor Maduro no demuestra ningún propósito de enmienda. La economía no hay que demolerla. Ya ese trabajo sistemático de destrucción viene llevándose a cabo desde hace dieciséis años. El régimen rojo ha disparado proyectiles de todos los calibres contra el aparato productivo nacional y la iniciativa particular. 

Las expropiaciones y confiscaciones para transferirle al Estado empresas productivas en manos privadas comenzaron hace más de una década. Luego apareció la tesis del socialismo del siglo XXI que le dio un barniz teórico a las exacciones. Al lado de la sovietización de la economía, y para complacer al ala maoísta del oficialismo, surgió la idea del Estado Comunal y la economía popular, con las empresas de producción social, los núcleos de desarrollo endógeno y todos los demás aditamentos que adornan la “economía y la propiedad social”. Con todo este coctel molotov, se minaron las bases económicas de la nación. 

La tragedia desatada por Hugo Chávez pudo ser encubierta por los altos precios petroleros que se alcanzaron a partir de mediados de la década pasada. El gobierno pudo inundar de productos los estantes de los mercados populares y los supermercados por la enorme capacidad importadora de los petrodólares. Fue una época de abundancia y derroche.

Cualquier baratija que la gente buscase podía conseguirse. El sector importador vivió una época gloriosa. El régimen avanzaba en la aniquilación del sector privado sin que el país lo notara porque el déficit de producción interna era cubierto con importaciones masivas.

Sobraron las voces que alertaron acerca de los peligros que se corrían. Dinamitar el aparato productivo nacional mediante controles desmedidos, con el único fin de someter a los empresarios particulares y obligarlos a sujetarse a las normas del gobierno, traería consecuencias fatales para la nación. Chávez no oyó las advertencias. La borrachera petrolera le impedía ver lo que se venía, o simplemente no le importaba.

Su heredero ha continuado por ese camino con los resultados que estamos padeciendo. Chávez navegó en un mar de petrodólares. A Maduro solo le ha quedado un charco en el que chapotea. Los precios del crudo se desplomaron y la capacidad de elevar los ingresos mediante el incremento de la producción  no existe. Pdvsa está destruida y arruinada. Las compañías petroleras piensan mil veces antes de asociarse con la estatal venezolana. Esta es mala paga y está muy mal gerenciada. Quienes la dirigen le rinden cuentas al Psuv, no al país.

Los empresarios no reciben dólares. Las divisas del Cencoex están destinadas casi exclusivamente para organismos oficiales y para los militares. Desde hace meses el Sicad no convoca a ninguna subasta. Los dólares del Simadi cuesta un esfuerzo gigantesco conseguirlos; los particulares no quieren utilizar este mecanismo para vender divisas porque es muy engorroso  y, además, representa una pérdida frente al paralelo. En fin, los dólares oficiales no se consiguen por ningún lado. Los empresarios no quieren acudir al mercado secundario porque la Ley de precios justos les impide recuperar la inversión. Los sindicatos oficialistas completan el cerco.

Maduro en dos años ha devastado lo poco que había dejado su antecesor y padre político. Los empresarios están trabajando con los inventarios. Los costos de reposición no pueden financiarse. Numerosas empresas trabajan por debajo de su capacidad instalada porque no consiguen materia prima, ni insumos, ni repuestos. Artículos tan simples como el papel, los envases de aluminio o de plástico para envolver, escasean.

Las empresas estatizadas son las que peor funcionan. No hay cemento, cabillas, leche y café, todos productos fabricados por empresas rojas. Sin embargo, Maduro va a provocar un revolcón. En sus propios términos: va a radicalizar el proceso para tornarlo más socialista. No le basta con el tsunami que provocó. Quiere más ruina.

Mientras tanto, la Polar sigue produciendo en grandes cantidades.

Trino Marquez Cegarra
trino.marquez@gmail.com
@trinomarquezc

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