martes, 28 de abril de 2015

PEDRO R. GARCÍA M., ¡LOS ACERTIJOS DE LA OPOSICIÓN!…

A Grosso modo, una visión de conjunto de la expresiones en boga “unas verdades” fácilmente descifrables y constatables por el lector medio, de la misma manera que ese tipo de teatro muy en boga en nuestra ciudad, trasmite a los amantes del género, las superficialidades de la vida cotidiana o del best seller que acopia ingentes cantidades de fondos yo diría que sustraídos a una población cautiva y condicionada  de ficciones y mitos sin la trascendencia, de los de Antígona en la tragedia Griega.

Esas “verdades” no son y no lo fueron nunca antes, de original comportamiento. Lo debían saber algunos “analistas” que lamentablemente se ha auto-entrampado a la manera de muchos que por el arte de la simulación, de los innovadores de la televisión y del entramado mediático, que en su descaminado rol de autoridades simbólicas gradúan de “analistas políticos”, títulos conferidos en estos tiempos a aquellos cuyas carencias serias epistemológicas y como organizadores grupos profesionales, empresariales, obreros, estudiantiles o de partidos, sin la experiencia conquistada en el burdel del quehacer cotidiano, y  lo sabe cualquiera que haya militado en ellos, sobre todo los partidos modernos, que es lo que adorna al activista en sus haberes. Lamentablemente las direcciones políticas de turno, las viejas y nuevas, se han subordinado  a quienes por la vía, de la saturación mediática y corporativa de sus tesis pretender anegar el campo intelectual o anular cualquier planteamiento alternativo, su análisis y comprensión o adscripción a él. Tristemente porque en vez de orientar, avivan la incertidumbre, más si el pecado viene de quienes actuando de teóricos de la oposición  alguna que otra experiencia debió de haberles quedado en su paso por la praxis revolucionaria que señalara quien fuera su guía en el ayer: Carlos Marx. Trastocados en analistas políticos, abandonan los principios que rigen su oficio, porque  la ciencia histórica obliga a mirar los hechos luego de un período suficientemente largo, y a la rigurosidad metodológica, resulta por demás cómodo abrevar los tiempos de espera que reclama la misma, mediante el recorrido por las fáciles trochas y atajos del “analista político”.
El hombre es un ser histórico. Necesariamente histórico. Su existencia esta modelada, no determinada, pero si condicionada, por el lugar y la época en la cual le toca vivir.
Tiene la responsabilidad de dar su aporte epocal, a sus contemporáneos y a las generaciones futuras. Antonio Millán Puelles, en su ontología de  la Existencia Histórica, “advierte que de aseverarse que tiene necesariamente historia no puede concluirse que tiene historia necesaria. Son en efectos dos aspectos diferentes. La historicidad es un desafío abierto a la libertad. La fatalidad priva al ser humano de la responsabilidad moral por su conducta histórica, al despojarlo de la libertad”.
El hombre es un ser histórico existiendo en un pueblo determinado, en un tiempo determinado. La categoría  de pueblo debe ser  vista en conexión con la persona y con la nación.
La historia, “testigo de  de los tiempos, luz de la verdad, vida de la memoria, maestra de la vida, mensajera de la antigüedad”, en la grácil retórica de Cicerón (De Oratore) debe ser conocida, en especial, por quien aspira a desplegar su acción en los amplios espacios públicos.               
Es incontestable que hay un cuadro organizacional en “la oposición” (MUD) y el concepto no es nuevo. Por lo que en país pareciera rebosarse de la misma percepción expuesta por Laureano Vallenilla Planchar en el Diario pro-autoritario “El Heraldo” durante la dictadura perezjimenista. Incuestionablemente el cuadro político durante ese decenio sumidos en una encarnizada polarización entre los extremos existentes: los partidarios de la dictadura que en aquel período se les identificaba por medio de esa estafa conceptual del desarrollismo tecnocrático llamada “El Nuevo Ideal Nacional”, cuyo contenido  será expuesto por el mismo Vallenilla el 30 de junio de 1955 en el aludido diario, como expresión de “La Nueva República”, inspirado en César Zumeta, afirmando que “se inició con la Constitución de 1953 y es la expresión de una Venezuela que pretende fundar su destino sobre el trabajo y la cultura”, agregando que “La Nueva República”, consecuente con el igualitarismo tradicional de los venezolanos, es eminentemente niveladora. 
Uno de sus principales objetivos consiste en proporcionar a todos los venezolanos los elementos básicos de una vida decente. Estos elementos no pueden ser privilegios de una clase o de una casta y como lo ha dicho repetidamente el Presidente Pérez Jiménez en conversaciones informales, se trata de aburguesar al proletariado y no de proletarizar a la burguesía. Pero igualdad no significa confusión o subversión de valores. Dentro de la filosofía del régimen la igualdad es la de oportunidades. Luego debe venir, forzosamente, la selección que coloca a cada quien en su sitio, conforme a la propia capacidad. La ubicación ha de correr pareja con el mérito, sin consideraciones de tipo político o personal”. El más puro Eugenecismo, del otro lado se ubicarán los opositores a la dictadura, que se subdividían a su vez en dos subgrupos: el de la resistencia desde el refugio de la clandestinidad y el exilio representado por la AD y el PCV y el de la semilegalidad concurrentista representado por el COPEI y  URD. En el caso de este último sus máximos dirigentes habían sido arrojados al destierro luego de que el mismo Vallenilla los convocara al Ministerio de Relaciones Interiores, los hiciera prisioneros y los arrojara en un avión con destino al exilio, quedando tan solo una precaria representación de cuadros medios que conformarían dos grupos, los que participaban en el Congreso Nacional y los que defendían una especie de política de doble A (Autonomía y Acción) que les permitía oscilar internamente en la institucionalidad del poder ejecutivo y oposición moderada al régimen mediante actos internos de cuasi representación religiosa casera, expresadas en la adoración y alumbrado de las representaciones fotográficas o de estatuillas características de esos líderes urredistas exiliados. En el caso del primero, el COPEI, también experimentaban la praxis de la política de Doble A. Sus líderes hacían una actividad que se aproximaba a la de un partido político legal, pero con su vocación de logia reducida de “oposición permitida”, mientras que en paralelo una ultra junta celular, cuyo máximo responsable y cabecilla era Lorenzo Fernández,  en la que hacía gala del ejercicio del arte descrito por el escritor fascista italiano Curzio Malaparte en su conocida obra “Técnica del Golpe de Estado”, con particularidad en cuanto al enfoque desacertado e incoherente del autor relativo a su interpretación de la “insurrección de octubre” de Lenin. Actuando como Claustro, que fue acumulando progresivamente fuerzas dentro del Ejército que respondían al concepto “socialcristiano malapartista”, hasta llegar a su culmen con el alzamiento del Teniente-coronel Hugo Trejo (dónde también estaba incluido el actual general retirado y asesor presidencial, el para entonces subteniente Jacinto Pérez Arcay), con réplicas e similar control político el idéntico orden en el alzamiento de Castro León. Precipitado por Fernández el 1º de enero de 1958 para tomar ventaja de calle como partido político, habida cuenta de la presencia de cuatro factores esenciales que la condicionaban: el primer factor para la toma de esta decisión fue el folleto escrito e impreso desde Italia por Luís Antonio Herrera Campins titulado “Frente a 1958”, en la cual con mucha lucidez, precisión y conocimiento de fondo de la situación del país, desmenuzaba todos los elementos constitutivos de la crisis que habría de detonar en ese año como factor desencadenante de el desmoronamiento estrepitoso de la dictadura perezjimenista, que asociado a su introducción clandestina al país y su masiva difusión en el seno de la militancia del pequeño partido por un estudiante de claras gentilezas  e identificación ideológica con el autor, le era casi obligante marcar ventaja a lo externo frente al resto de los partidos y a lo interno frente a una fuerza juvenil, alejada del doctrinarismo falangista español de el partido popular de honda identificación “a contrario ratio” de aquella, por razón de la toma de posición al lado de los postulados de Jacques Maritain y otros doctrinarios de visión modernizante en el campo del socialcristianismo mundial. En fin, el desencuentro entre las tendencias Socialcristiana y la de la Democracia Cristiana forjada durante un encuentro mundial realizado en los Estados Unidos, totalmente controlado por influyentes Senadores estadounidenses. El segundo factor estaba derivado de la formación, ahora ya si, de la Junta Patriótica, concepto que venían avanzando, aunque inconcluso, tanto Leonardo Ruiz Pineda como Alberto Carnevalli de AD con Pompeyo Márquez del PCV, en el ocaso del abandono gradual del golpismo adeco como política central, cuya expresión política fue el Manifiesto firmado por Carnevalli “AD llama a la Rebelión Civil” de diciembre de 1952 luego de la elección fraudulenta de la Asamblea Constituyente. No hubo tal rebelión, pero la categoría-concepto quedó allí como tema de discusión; el tercer factor lo constituían la presencia en la dirección de los partidos políticos AD y PCV de jóvenes que habían tendido puentes con las nuevas direcciones formadas por las también jóvenes camadas de dirigentes tanto en URD como en COPEI, cuyo cuadro reciente ponía en peligro la hegemonía de los viejos cuadros, entendido no solo los adecos, sino aquellos que íntimamente de COPEI y URD, aunque separados en toldas disímiles, les unía la misma expectante actitud  y comportamiento. El cuarto factor, convenido entre Betancourt y Caldera, estaba determinado por la propuesta de Betancourt al Ministro de la Defensa del gobierno perezjimenista, Mazzei Carta, de apoyarlo electoralmente para la presidencia de la República con el sostén tanto de AD como URD. Esta propuesta fue estimulada,  para negociar en nombre de AD con el gobierno dictatorial, en su condición de intermediario, fue ungido Miguel Otero Silva, quién había recibido plenos poderes del propio Rómulo Betancourt, quién le rodeó de las más amplias garantías y seguridades que sólo el líder adeco podía otorgarle, tomando en cuenta que desde la aparición de ARDI en 1931, ambos habían escenificado la más cruda polémica y el más descarnado enfrentamiento político-ideológico entre el ahora poderdante y su apoderado. Sin duda Betancourt le reservaba como contendor al Ministro General Candidato al civil Caldera. Una operación de gran calado que hasta el Mariscal de las derrotas, Guillermo García Ponce, se impelió a ofrecerle el apoyo del PCV al inefable doctor Caldera, luego apóstata de su propia elaboración política, hecho reconocido públicamente en el primer mitin electoral del PCV en 1958, con ocasión de la postulación como candidato a la Presidencia de la República del Vicealmirante Larrazábal el 27 de noviembre de 1958, en boca nada más y nada menos que del legendario Gustavo Machado, quién con suma honestidad y autenticidad señaló: “Nosotros estudiamos todas las candidaturas objetivamente. La propia candidatura de Caldera no ha estado muy lejos de los comunistas, pues en 1957 le propusimos a COPEI que lo lanzáramos para derrotar la dictadura y se nos dijo que no”. Y posteriormente el mismo García Ponce lo confiesa en “Diario desconocido de una Dictadura” en estos términos: “Rafael Caldera y los comunistas han estado siempre en campos opuestos tanto en el terreno ideológico como político. Sin embargo, el PC propone unirse alrededor de la candidatura presidencial del Dr. Caldera. Además de llenar las condiciones necesarias, Caldera pertenece a una organización política. Puede aportar fuerzas propias para la confrontación, una ventaja en comparación a cualquier figura independiente. Cuando los recursos son extremadamente débiles, el nombre de Caldera puede ahondar contradicciones de la Iglesia con la Dictadura y atraer al campo de la resistencia a sectores todavía neutrales o vacilantes.”
Pero lo esencial y significativo es que frente a la dictadura perezjimenista también existían esos componentes de lo que ahora de les llama la “MUD” que en aquel momento se llamó Junta Patriótica, culminación de un proceso que parte de sondeos previos interpartidistas no exentos de desconfianzas, llegándose incluso a nombrar como presidente de ese órgano de dirección clandestina nada más y nada menos que a Fabricio Ojeda, Director de Educación de la gobernación del estado Monagas durante la dictadura y periodista de Palacio muy apreciado por el dictador. Difícil deducir que un algunos exegetas de la (MUD) con cuantiosa obra escrita sobre el período y los subsiguientes autores de artículos en referencia, no lo hayan captado así. Más bien pareciera que todavía tuviesen puestas las gríngolas que quizá le dejara sobre su visión de perspectiva ese impreciso e incoherente libro que escribieran a dos manos Guillermo García Ponce y Francisco Camacho Barrios intitulado “Diario desconocido de una dictadura” sin lugar dudas tienen fecundada la pluma de esa desviación que en política es un pecado inveterado del venezolano y que conocemos como “fraseología revolucionaria”, limitante y hueca aunque por su elocuencia algunas veces pareciera adecuada, que no es tal. Es lo que en buen argot vernáculo conocemos como maromas intelectuales. Porque también en ese ayer tan próximo la dirección revolucionaria clandestina buscaba afanosa con desiguales dificultades, el reagrupamiento de los esfuerzos con la pretensión valida por lo demás, de organizar los hasta ese momento dispersos en ese mundo cuatripartidista, en el cual para colmo de “los resistentes”, se buscaba atraer aquellos que desde sus trincheras periodísticas partidistas habían alentado de manera extrema el golpe militar contra ese gobierno surgido de libres y universales  votaciones como lo fue el de el Maestro Rómulo Gallegos: COPEI y URD, quienes en un primer momento no solo se distanciaron de “los resistentes la AD y el PCV”, sino que en continuidad de esa política pro golpista previa al 30 de noviembre, ahora en 1952, dando saltos mortales, alentaron el concurrentismo electoral, sin plenas garantías de respeto a la voluntad popular, imponiéndose, el proyecto militar que habían concebido ejecutar (Delgado Chalbaud, Pérez Jiménez y Llovera Páez, primero; y Pérez Jiménez, Llovera Páez y Vallenilla Planchardt, después), ahora sin la presencia física del primero bajo la conducción de Pérez Jiménez.
Pese a las dificultades actuales, debe tenerse presente por siempre lo que nos legara ese mejor analista, William Shakespeare cuando  sentencio que “en los acontecimientos humanos también hay flujos y reflujos (mareas) que tomadas en la creciente (pleamar) conducen al éxito (la fortuna): “There is a tide in the affaire of men which taken at theflood, leads on to fortune”.  Lo cual nos infiere que para comprender que cuando ha sonado la hora de proponerse la tarea de la conquista del poder, se nos abre el espacio de la acción revolucionaria consciente, dónde la previsión y el cálculo se unen a la voluntad y al arrojo. Justo en este “momento”, que los norteamericanos llaman “the timing”, se abre el campo de la acción  a la dirección en liza para producir el cambio histórico necesario.
Valorar hechos políticos requiere de mejor instrumentación. Deberían saber los apologistas de la (MUD) que un autor clásico, Karl von Klausewitz, leído con agrado por las derechas e izquierdas inteligentes, escribió un libro, “De la guerra”, de inmenso aporte a las cuestiones de la política, señalaba que respecto del fin perseguido “La opinión se gana por medio de grandes triunfos y por la ocupación de la capital”. Si hay algún merito en el cumplimiento de este precepto klasewitzeano, pero esta verdad pareciera desconocida o superada por las formulaciones de los políticos opositores, optando por recurrir a una vía desacertada que teológicamente conocemos como reductio ad absurdum: Una cosa es la reductio ad absurdum y otra lo es tomar como punto de partida un absurdo con el fin de aproximarse con mayor seguridad a la verdad, porque realmente, en nuestro país, no tenemos derecho a lamentarnos por falta de absurdos por demás de bulto y muy gruesos, ejemplo (11 de abril del 2002).
Estas razones aún hoy no las han logrado precisar ni avistar los teóricos de la oposición. Tampoco otras personas tejedoras de opinión, si nos atenemos a los principios estratégicos enunciados por el mismo Klausewitz. Decía el ilustre tratadista refiriéndose a esos principios vitales que: “El primero y más importante principio que hay que establecer para la consecución de aquel fin ya expuesto más arriba es emplear con la máxima intensidad todas las fuerzas a nuestra disposición. Cualquier moderación que se muestre en este particular es quedarse atrás del objetivo.”
Continúa el experto señalando que “El Segundo principio es: concentrar, tanto cuanto sea posible, las propias fuerzas allí dónde deben darse los golpes principales y evitar desventajas en otros puntos, para estar más seguros sobre el punto principal del éxito… el tercer principio es: no perder tiempo alguno. Por medio de la rapidez ahogaremos en ciernes cien disposiciones del enemigo y nos granjearemos inmediatamente la opinión pública… Finalmente, el cuarto principio es: explotar con la máxima energía los éxitos que consigamos.”
Bajo el saliente de estos principios es que debe analizarse el hecho de “la oposición” y también lo que toca a “los perjurados”, que abundantemente también los hay. No lo olvidemos. Lo otro es pretender y sería presuntuoso de su parte acoplar “el estar siempre ensamblado a la obsesión de la pértiga”.
 La primera es que hay que darle justo sentido del meta-mensaje del General en jefe Padrino, en cuanto a la advertencia de los términos que podrían caracterizar la confrontación militar/civil (para sacarnos nos tendrán que derrotar militarmente); la segunda, que para invertir esa relación y situarla en una confrontación más eficaz civil/militar había que agudizar la lucha de masas en las calles siempre in crescendo (con mayor y escalonada incorporación de las fuerzas sociales); y la tercera, la necesidad imperiosa de la articulación de una seria dirección política de la oposición con un programa mínimo común, o lo que otros términos se le llama estado mayor o dirección revolucionaria. El gusto es nuestro.
No se olvide que el gobierno está tan sustanciado con lo expresado por Klausewitz desde sus inicios, que ha venido intentando ideologizar entre sus partidarios el concepto de “territorio de la revolución”, solo que se la ha reducido al casco histórico caraqueño que abarca toda una zona angosta de protección para los poderes ejecutivo y legislativo básicamente.
Finalmente, en otra oportunidad seguiré tratando otros aspectos que se desprenden del estos eventos esperare culminar el repaso, entre otros textos a la lectura  “De la síntesis de un proyecto integrador de Venezuela” coordinado por el doctor Juan Garrido Rovira, escrito con sabiduría como corresponde a uno de los tantos y poquísimos estudios que ahondan con una creatividad y capacidad de aguda observación, por supuesto que no es la única hay muchas, plasmadas en otros textos y artículos de opinión, que llaman a sonar del  clarín, invitándonos a verter en  sus enseñanzas, inexorablemente y que tienen  conexión con la búsqueda y concreción de  medidas que con premura se demandan articular en el hoy.
Pedro R. Garcia M.
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