Voy a tomar esta idea de resurrección y
aplicarla al ámbito de lo político. En cierta forma esta actividad ha venido
agonizando a lo largo de las últimas tres décadas. Es posible, entonces,
sostener que en ese período se debilito la identificación de los “espectadores
representados” con los “actores representantes”. Desde luego, esta escasa
correspondencia entre ambas categorías cuenta como causa por la pérdida de
credibilidad de la metáfora representativa. Un efecto directo de este
“vaciamiento de legitimidad” ha sido el desgaste de las prácticas políticas
consensuadas, la glorificación del conflicto y la producción de conductas
alejadas de las formas políticas convencionales.
El oficialismo, por ejemplo, ha impuesto – a lo largo de estos tres
lustros- un relato político que cancela la política y la ha sustituido por una
práctica belicista donde el oponente es
visto, no como adversario, sino como enemigo. En un cierto sentido, han
asimilado el Estado a lo político y, en esa conversión, han excluido la
variante sociedad. Han pretendido, sin éxito, conformar una unidad política sin
fisuras y, de esta forma, tener capacidad para determinar quienes son “amigos”
y “enemigos”.
Afortunadamente este relato muestra
síntomas irreversibles de agotamiento.
Los resultados electorales, por mencionar una instancia, indican que esta práctica
está llegando a su fin. En consecuencia, parece que es el momento apropiado de
resucitar las formas liberales de hacer política. ¿Qué se quiere decir con esta
expresión? Bien, es sencilla la respuesta: no caer en la trampa de la
polarización y ensayar nuevas vías de participación. En otras palabras, hay que
ir al encuentro de los problemas de la ciudadanía y formular las respectivas
respuestas políticas.
La venidera elección parlamentaria es una
oportunidad para implementar estrategias desporalizantes. Para ello, es
imperativo que los candidatos se articulen a sus regiones y sus relatos
expresen la diversidad política y cultural de su entorno. En otras palabras,
hablar a la gente, a toda la gente.
Desde luego, son diversas las tareas que se
imponen en estas próximas elecciones. Me voy a permitir señalar dos. Primero,
hay ir al encuentro del pueblo chavista. Salir del círculo oposicionista y
hablar en un lenguaje que exprese los problemas reales de la población y que
interpele a la totalidad de los electores. Segundo, salir al paso a las prácticas centralizadoras
que aún tienen vigencia en las agrupaciones oposicionistas.
Las parlamentarias no deben adquirir el
carácter de un plebiscito. Esta contienda no es nacional en el sentido que sus
temas serían homogéneos para todo el país. Al contrario. Hay que
federalizarlas. Hacer entender al elector que votará por la persona que
representará su región y enfrentará los problemas de su entorno.
En cierto sentido, llevar a cabo estas tareas
implica iniciar el proceso de resurrección de la política. En otras
palabras, hay que dotar a esta actividad
de un nuevo de contenido y significado para los electores. No hay que olvidar
que la pasada elección mostró que la polarización social ya no se expresa en la
política. Es necesario, entonces, profundizar esta tendencia; romper con las
prácticas responsables del empobrecimiento que ha sufrido la contienda política
en el país.
Domingo de Resurrección fin de la Semana
Santa e inicio de un nuevo ciclo de vida. Hago voto para que logremos la
resurrección de la actividad pública. Sin dudas, la política ahora es así.
Nelson Acosta Espinoza
acostnelson@gmail.com
@nelsonacosta64
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