El
olvido es un defecto o una cualidad, depende. Olvidar es el hecho de no
recordar algo concreto. Somos capaces de
recordar informaciones insignificantes en cantidades astronómicas. Los pueblos
alejados de la lecto escritura,
depositan en la memoria de sus ancianos, los hechos vividos a través de las
generaciones de sus pueblos. Para no olvidar.
Pero
también es infinita nuestra capacidad de olvido, por regla general de hechos
que nos han sido dolorosos, o simplemente molestos. Hechos que de alguna manera
percibimos que van a afectar nuestra elegida forma de vida, o amenazan nuestro
futuro, o nos obligan a cambiar las decisiones que habíamos tomado. Aunque sólo
sea nuestra manera de pensar.
Y
no hay mejor aliado del olvido, del olvido deseable o del olvido ominoso, que
el paso del tiempo. Es el caso del asesinato del fiscal Alberto Nisman, que a
medida que pasan los días, no se llega ni siquiera a la conclusión de si fue un
asesinato o un improbable suicidio. Da la sensación que se pretende que el
tiempo entierre definitivamente a Nisman, sin aclarar nada.
El
fiscal murió, asesinado (es lo que creo), o suicidado por inducción o decisión
personal (altamente improbable), el 18 de enero de este año. ¿O el 17 de enero? ¿Sábado tarde en la noche o domingo sobre mediodía o…? En 2015, en un
país que no es Sudán (con las disculpas del caso), con métodos de investigación
policiales y médico/forenses, razonablemente adelantados ¿todavía no se
estableció la hora de la muerte?
Todos
recordamos las primeras declaraciones de la fiscal Fein después de la autopsia,
“Lamentablemente, no es un suicidio”.
Bondadosamente se le atribuyeron las penosas palabras al hecho de: “me
quiero ir de vacaciones, hace más de 1 año que no me las tomo, las tango pagas
y me cae esto encima. ¡Al borde la jubilación y con un caso de esta
envergadura!”
Y
se pensó, “pobre Fein, el caso le queda grande”. Pero con el correr de los días
y las informaciones periodísticas y las declaraciones de la testigo de calle,
Natalia Fernández, sobre el irrespetuoso y poco profesional tratamiento de la
escena del crimen, Fein dejó de ser “pobre Fein”. Con la entrada en escena de
la ex pareja de Nisman, la jueza federal Arroyo Salgado, querellante en nombre
de sus hijas, ex suegra y ex cuñada, llevando su propio equipo de
investigadores, el asesinato es cada vez más creíble.
Los
manejos del poder judicial, tan empastados, tan confusos y tan rápidos, en un
poder que es famoso por lo lento, los delatan. La denuncia de Nisman, a partir
de la firma del memorándum de Argentina con Irán “para aclarar el tema AMIA”,
de la presidente y su canciller, por traición a la patria, la levanta el fiscal
Gerardo Pollicita.
Cae
en el juzgado del juez Rafecas, que casi sin tiempo de leer la susodicha
denuncia, la desestima. Pollecita apela. Cae en el fiscal general Germán
Moldes. Timerman pide la recusación de
Moldes. La Sala I de la Cámara Federal rechaza el pedido de recusación del
fiscal general Moldes.
Habrá
que esperar. Mientras, cada vez que se lo nombra a Nisman, ya sean integrantes
y adláteres del gobierno y/ o la prensa paga por el mismo, se lo ensucia a
Nisman de todas las formas posibles. De fiestero a homosexual, esto último es
tan desubicado en un país que permite el casamiento de personas del mismo sexo,
que no se entiende cómo el INADI no le llama la atención a los que lo
insinuaron como insulto, por ejemplo, la presidente.
Si
se quedaba con dinero de la fiscalía, si la cuenta en el exterior, si
Lagomarsino, si…si… y así hasta donde alcance la imaginación. Si no fue un
asesinato en el que tuvieron que ver los servicios (enfrentados por decisión
presidencial), por lo tanto indirectamente es responsabilidad del ejecutivo, y
si fue un agente extranjero, un iraní, también por efecto transitivo, es
responsable el gobierno que no lo cuidó a Nisman, o miró para otro lado.
De
no ser así, si el ejecutivo aunque sea a distancia y sin ordenarlo, no tiene
nada que ver con la muerte del fiscal, ¿para qué tanto trabajo en ocultar un
hecho del que no son responsables de ninguna manera? El gobierno no pasa por su
mejor momento y ya está de salida, no tiene sentido ocultar algo de lo que no
es responsable. Tendría que haberse puesto a la cabeza de la investigación. No
lo hizo. Es más, lo interfiere. Por algo será.
Y
nosotros los ciudadanos, lo único que podemos hacer, pero eso debemos hacerlo,
es no olvidar. Si olvidamos a Nisman, si lo abandonamos en ese agujero negro
donde se esconden los crímenes irresueltos, demasiados en Argentina, lo
estaremos enterrando una vez más. Impunemente.
Decía
*Vicente Blasco Ibañez (español, escritor y político, 1867-1927) que””Tenemos
dos fuerzas que nos ayudan a vivir: olvido y esperanza”. Es cierto, pero a
veces, como con el caso Nisman, el olvido atenta contra la esperanza de un país
mejor. Un país con justicia.
Malu Kikuchi
maluki@fibertel.com.ar
@malukikuchi
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