viernes, 24 de abril de 2015

LUIS ALBERTO MACHADO SANZ, ¡JESÚS, EN TI CONFÍO!.

1.- Dicen que San Agustín caminaba por la playa y que a la vez le daba vueltas a la cabeza tratando de entender el misterio de La Santísima Trinidad; de repente, San Agustín se tropieza con un niño que jugaba.
San Agustín lo observa y se da cuenta de que el niño tenía un tobito y a la vez había un hueco en la playa. 
El niño iba al mar, echaba agua en el tobito y luego vaciaba dicha agua en el hueco.
Asombrado San Agustín le pregunta:
“Niño, ¿qué haces?”.
El niño le contesta:
“¿Ves todo ese mar que está ahí?, pues yo lo voy a meter en el huequito que yo mismo hice”.
San Agustín le contesta: “pero, niño, eso es imposible”.
El niño vuelve a responder: “pues más imposible es que tú entiendas el misterio de La Santísima Trinidad”, y dicho esto el niño desapareció.
Por otra parte, recuerdo cuando en el colegio estudiamos por el Catecismo de Monseñor Arias Blanco, quien fuera arzobispo de Caracas y quien tuviera una participación muy activa en la lucha contra la dictadura perezjimenista, tanto fue así que fue llamado “el arzobispo de la resistencia”, asunto que sería para hacer un análisis, pero para otro momento.
Dicho Catecismo tenía la metodología de lo que se llama “preguntas- respuestas”.
“¿Quién es el Padre?”. R:”El Padre es Dios”.
“¿Quién es el Hijo?”. R:”El Hijo es Dios”.
“¿Quién es el Espíritu Santo?”. R:”El Espíritu Santo es Dios”.
“¿Quiere decir que hay tres Dioses?”. R: No, hay un solo Dios en 3 Divinas Personas”.
No hubiera habido ningún problema al entendimiento humano si la respuesta anterior hubieran sido “3 dioses” porque la inteligencia humana entiende que 1+1+1 es igual a 3. Lo que la inteligencia humana no entiende es que 1+1+1 sea igual a 1, que es lo que dice el misterio de La Santísima Trinidad.
Sin pretender explicar un misterio, como el de la Santísima Trinidad, que no lo pudo explicar, nada más y nada menos que San Agustín,  que no lo podemos saber en esta vida, sino en el cielo, cuando veamos a Dios cara a cara, solo diremos que el Padre se expresa mediante la Palabra. Esa Palabra es el Hijo. Ahora bien, el Padre y el Hijo se aman. El amor del Padre y el Hijo es el Espíritu Santo.
Las Tres Divinas Personas no tienen jerarquías entre sí. Tampoco anterioridad o posterioridad en el tiempo. Las tres son igualmente divinas, eternas, infinitas, todopoderosas, etc. Decimos que el Padre es la Primera Persona, el Hijo es la Segunda y el Espíritu Santo es la Tercera. Los términos “primera”, “segunda” y “tercera”, son términos netamente humanos, no divinos.
Hubo un chiste cuento, malicioso y falso, que le atribuyeron a Charle de Gaulle sus enemigos. De Gaulle fue presidente de Francia. Dijeron que una vez, de Gaulle envió una placa a una iglesia, para que fuera puesta frente a un crucifijo, que la placa decía:
“De la primera persona de Francia a la segunda persona de la Santísima Trinidad”.
Esto no pasó de ser un chiste entre políticos franceses de aquel momento, para ponerlo como un soberbio. 
Para  humanamente explicar los misterios divinos, usamos una herramienta de la filosofía llamada “analogía”, ya que en Dios no hay una “Primera” persona, una “Segunda” y una “Tercera” como humanamente lo entendemos, ya que entre humanos sí hay una primera, una segunda y una tercera persona; por ejemplo: hay un “general” que es una primera persona y que es superior a un “coronel”, y hay un “coronel” que es una segunda persona en cuanto a un “general” pero que es una primera persona en cuanto a un  “capitán” y este es a su vez superior a un “teniente”, y así sucesivamente.
Por consiguiente, y aún sin darnos cuenta, usamos analógicamente hablando, terminologías “humano-jerárquico-militares” en cuanto a Dios se refiere, no siendo teológicamente aplicables a Dios, porque en Dios no puede haber una jerarquía militar, que sí existe entre humanos, etc. Por esto, por analogía, decimos que el Padre es la “Primera” persona de la Santísima Trinidad, el Hijo es la “Segunda” y el Espíritu Santo es la “Tercera”, porque si no lo decimos así, nos sería aún más difícil de lo que ya es el poder explicar las cosas de Dios.
2.- Partiendo de lo antes dicho, cada una de las tres divinas personas tiene una predominante función característica, que si bien no es exclusiva de la Divina Persona ya que las tres son infinitamente misericordiosas, infinitamente justas, todopoderosas y eternas, cada una de ellas, predominantemente se ocupa de la función que más adelante especificaremos. Dichas funciones son las siguientes:
 El Padre es el creador del cielo y la tierra, tal cual lo revela el Genésis. Además, es el Padre de las misericordias, tal cual se expresa muy bien en la encíclica del papa San Juan Pablo II, llamada “Dives in misericordia” (“Rico en misericordia”), publicada el 30 de noviembre de 1980.
En el Hijo predomina la Redención y la justicia del Juicio Final y el Espíritu Santo,predominantemente se ocupa de la santificación y la guía de la Iglesia, el perdón de los pecados derramado por el Padre a través del Hijo, los siete dones y los 12 frutos.
Del Padre, diremos lo siguiente:
Uno de los sitios en los que se refleja mejor la misericordia de Dios, es en el  capítulo 15, del Evangelio de San Lucas:
1. Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a él para oírle,
2. y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este acoge a los pecadores y come con ellos.»
3. Entonces les dijo esta parábola.
4. « ¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las 99 en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra?
5. Y cuando la encuentra, la pone contento sobre sus hombros;
6. y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: “Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido.”
7. Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por 99 justos que no tengan necesidad de conversión.
8. «O, ¿qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca cuidadosamente hasta que la encuentra?
9. Y cuando la encuentra, convoca a las amigas y vecinas, y dice: “Alegraos conmigo, porque he hallado la dracma que había perdido.”
10. Del mismo modo os digo, se produce alegría ante los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.»
11. Dijo: «Un hombre tenía dos hijos;
12. y el menor de ellos dijo al padre: “Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde.” Y él les repartió la hacienda.
13. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino.
14. «Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad.
15. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos.
16. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba.
17. Y entrando en sí mismo, dijo: “¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre!
18. Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti.
19. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros.”
20. Y, levantándose, partió hacia su padre. «Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente.
21. El hijo le dijo: “Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo.”

22. Pero el padre dijo a sus siervos: “Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies.
23. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta,
24. Porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado.” Y comenzaron la fiesta.
25. «Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas;
26. y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
27.Él le dijo: “Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano.”
28.Él se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba.
29. Pero él replicó a su padre: “Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos;
30. Y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!”
31. «Pero él le dijo: “Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo;
32. Pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado.”».
Del Espíritu Santo  comenzaremos diciendo lo que dice la fórmula de la absolución del sacramento de la Confesión (Reconciliación):
«Dios, Padre misericordioso, que reconcilió consigo al mundo por la muerte y la resurrección de su Hijo y derramó el Espíritu Santo para la remisión de los pecados, te conceda, por el ministerio de la Iglesia, el perdón y la paz. Y yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo». Catecismo de la Iglesia Católica, 1449.
La base bíblica de lo anterior es la siguiente:
“Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”.   Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría. De nuevo les dijo Jesús: “La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo”. Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: Reciban al Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar”    (Juan 20, 19-23).
Los 7 dones del Espíritu Santo son:
sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.
Los 12 frutos son los siguientes:
Caridad. Gozo. Paz. Paciencia. Longanimidad. Bondad.  Benignidad. Mansedumbre. Fe. Modestia. Continencia. Castidad.
Por otra parte, hay un libro en la Sagrada Biblia, llamado Los Hechos de los Apóstoles, que trata de los comienzos de la primera Iglesia, lo llaman “el Evangelio del Espíritu Santo”.
Del Hijo diremos lo siguiente:
Jesucristo es la Palabra Eterna de Dios, que se hizo hombre, en el seno purísimo de la Santísima Virgen María, por obra  y gracia del Espíritu Santo. 
Es lo que rezamos en el rezo de Ángelus:
El Ángel del Señor anunció a María;
Y concibió por obra del Espíritu Santo.
Dios te salve, María……
Aquí está la esclava del Señor;
Hágase en mí según tu palabra.
Dios te salve, María……
Y el Hijo de Dios se hizo hombre;
Y habitó entre nosotros.
Dios te salve, María……
Ruega por nosotros Santa Madre de Dios.
Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.
Dios te salve, María…..
Oración: Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros, que, por el anuncio del Ángel, hemos conocido la encarnación de tu Hijo, para que lleguemos, por su pasión y su cruz, y con la intercesión de la Virgen María, a la gloria de la resurrección.
Por Jesucristo, Nuestro Señor.  Amén.
En dos palabras, esto se pudiera resumir así:
Jesucristo es el Verbo Eterno hecho hombre. O: el Hijo de Dios, hecho hombre. Vale decir, que Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre. Es una herejía negar la divinidad de Jesucristo, tal como hizo Arrio. De  ahí la herejía del arrianismo. También es una herejía negar su humanidad.
Ojo: no se trata de que dentro de Jesucristo haya dos personas. No. Jesucristo es una sola persona, con dos naturalezas: una humana y otra divina.
En el “Credo de los Apóstoles”, leemos lo siguiente:


“Creo en Jesucristo su único Hijo Nuestro Señor,
que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo. Nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre, todopoderoso.
Desde allí va a venir a juzgar a vivos y muertos”.

La palabra “misericordia”,  viene de “cordia”: raíz latina de la palabra “corazón”, y de “miser”, raíz latina de la palabra miserable. Es decir,  Señor, a mí que soy miserable, trátame y mírame a través de tu corazón.
En los Evangelios aparece la misericordia de Jesucristo. Jesucristo comió con pecadores y publicanos. Los publicanos eran los colectores de impuesto y eran odiados por lo judíos. San Mateo era coleccionista de impuestos, fue uno de los cuatro evangelistas y uno de los 12 Apóstoles.
Dice el Evangelio que estando Mateo en la mesa del cobro de impuestos, Jesucristo lo llamó y le dijo: “sígueme” y Mateo se paró de la mesa de los impuestos y lo siguió.
Preguntaban, “¿cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?”. Él les respondió: “No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos… No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”(Mateo 9, 11-13). Por otra parte:
“2 Y al amanecer, vino otra vez al templo, y todo el pueblo venía a Él; y sentándose, les enseñaba.

3 Los escribas y los fariseos trajeron a una mujer sorprendida en adulterio, y poniéndola en medio,
4 le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo del adulterio.
5 Y en la ley, Moisés nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres; ¿tú, pues, qué dices?

6 Decían esto, probándole, para tener de qué acusarle.  Pero Jesús se inclinó y con el dedo escribía en la tierra.
7 Pero como insistían en preguntarle, Jesús se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado, sea el primero en tirarle una piedra.
8 E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra.
9 Pero al oír ellos esto, se fueron retirando uno a uno comenzando por los de mayor
edad, y dejaron solo a Jesús y a la mujer que estaba en medio.

10 Enderezándose Jesús, le dijo: Mujer, ¿dónde están ellos?  ¿Ninguno te ha condenado?

11 Y ella respondió: Ninguno, Señor.  Entonces Jesús le dijo: Yo tampoco te condeno.  Vete; desde ahora no peques más” (Juan 8:2-11).



El carismático y simpático papa Francisco decretó que los Beatos Juan XXIII y Juan Pablo II, fueran canonizados el domingo 27 de abril del pasado año, 2014.
Dicho día coincidió con el segundo domingo de Pascua y a la vez con la fiesta de la Divina Misericordia, siendo esta fiesta instituida Juan Pablo II, de acuerdo a los pedimentos de Nuestro Señor Jesucristo a Santa Faustina Kowalska, quien nació en la aldea de Glogoviec, en Swinice, Varckie, Polonia, el día 25 de agosto de 1905. Esta santa murió el día 5 de octubre de 1938 y fue canonizada por Juan Pablo II, el 30 de abril del 2000, año jubilar. Estamos hablando de la devoción llamada “Jesús de la Misericordia”. Las devociones  no son dogmas de fe.
El que confiese y comulgue, el día segundo domingo de Pascua y a la vez, fiesta de la Divina Misericordia, obtendrá indulgencia plenaria.
En base a la devoción de ““Jesús de la Misericordia”, antes dicha, este año, el papa Francisco, el pasado sábado 11 de abril, leyó y entregó la Bula del jubileo  “Misericordiae Vultus” (“El rostro de la misericordia”). El Papa Francisco decretó “el año santo de la misericordia”. Lo hizo en la Basílica de San Pedro en el Vaticano. Dicho jubileo comenzará el 8 de diciembre, fecha de la fiesta del dogma de la Inmaculada Concepción, que consiste en que la Virgen fue preservada inmune de la mancha del pecado original desde el primer instante de su Concepción, por singular gracia y privilegio de Dios Omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, Salvador del género humano. Esta verdad fue proclamada como Dogma de Fe por el Beato Papa Pío IX, el 8 de diciembre de 1854, en la BulaIneffabilis Deus, y concluirá el 20 de noviembre de 2016, fecha de Jesucristo, rey del universo.
Abrimos una cita:
“El Pontífice dijo estar convencido de que muchos se preguntarán “¿Por qué hoy un Jubileo de la Misericordia?”. “Simplemente –respondió a continuación- porque la Iglesia, en este momento de grandes cambios históricos, está llamada a ofrecer con mayor intensidad los signos de la presencia y de la cercanía de Dios”.
Así que “éste no es un tiempo para estar distraídos, sino al contrario para permanecer alertas y despertar en nosotros la capacidad de ver lo esencial”. Es también “el tiempo para que la Iglesia redescubra el sentido de la misión que el Señor le ha confiado el día de Pascua: ser signo e instrumento de la misericordia del Padre”.
Francisco cree que el Año Santo que se iniciará “tiene que mantener vivo el deseo de saber descubrir los muchos signos de la ternura que Dios ofrece al mundo entero y sobre todo a cuantos sufren, se encuentran solos y abandonados, y también sin esperanza de ser perdonados y sentirse amados por el Padre”.
Será “un Año Santo para sentir intensamente dentro de nosotros la alegría de haber sido encontrados por Jesús, que, como Buen Pastor, ha venido a buscarnos porque estábamos perdidos”.
El Papa agregó que será también “un Jubileo para percibir el calor de su amor cuando nos carga sobre sus hombros para llevarnos de nuevo a la casa del Padre”.
“Un Año para ser tocados por el Señor Jesús y transformados por su misericordia, para convertirnos también nosotros en testigos de misericordia. Para esto es el Jubileo: porque este es el tiempo de la misericordia. Es el tiempo favorable para curar las heridas, para no cansarnos de buscar a cuantos esperan ver y tocar con la mano los signos de la cercanía de Dios, para ofrecer a todos el camino del perdón y de la reconciliación”. Fin de la cita. VATICANO, 11 Abr. 15 / 11:44 am (ACI/EWTN Noticias).
Abrimos otra cita:
“Esta imagen le fue revelada a Santa Faustina en 1931 y Jesús mismo le pidió que se pintara. Luego el Señor le explicaría su significado y lo que los fieles alcanzarán con ella…
Cuenta Santa Faustina en su diario: “Al anochecer, estando en mi celda, vi al Señor Jesús vestido con una túnica blanca. Tenía una mano levantada para bendecir y con la otra tocaba la túnica sobre el pecho. De la abertura de la túnica en el pecho, salían dos grandes rayos: uno rojo y otro pálido”.
“Después de un momento, Jesús me dijo: Pinta una imagen según el modelo que ves, y firma: ‘Jesús, en ti confío’. Deseo que esta imagen sea venerada primero en su capilla y [luego] en el mundo entero”.
Jesús le señaló: “Prometo que el alma que venera esta imagen no perecerá. También prometo, ya aquí en la tierra, la victoria sobre los enemigos y, sobre todo, a la hora de la muerte. Yo mismo la defenderé como mi gloria”.
Otro día, estando Santa Faustina en oración, Cristo le dijo: “Los dos rayos significan la Sangre y el Agua. El rayo pálido simboliza el Agua que justifica a las almas. El rayo rojo simboliza la Sangre que es la vida de las almas”.
“Ambos rayos brotaron de las entrañas más profundas de mi misericordia cuando mi Corazón agonizante fue abierto en la cruz por la lanza. Estos rayos protegen a las almas de la indignación de mi Padre. Bienaventurado quien viva a la sombra de ellos, porque no le alcanzará la justa mano de Dios”. Fin de la cita. REDACCIÓN CENTRAL, 11 Abr. 15 / 10:13 am (ACI).
Abrimos una nueva cita:
“El 30 de abril de 2000, el Papa proclamó el segundo domingo de Pascua como el “Domingo de la Misericordia Divina” para todo el mundo.
En el 2002, el Pontífice estableció que el “Domingo de la Misericordia Divina” se enriquezca con indulgencias con las que se pueden beneficiar también los enfermos, navegantes de altamar o aquellos que por causa justa no puedan abandonar su casa o desempeñen una actividad impostergable.
San Juan Pablo II murió el 2 de abril de 2005, noche previa al Domingo de la Divina Misericordia de aquel año, Fiesta de la Misericordia que él instituyó siguiendo el pedido de Jesucristo a Santa Faustina”.  Fin de la cita. REDACCIÓN CENTRAL, 11 Abr. 15 / 04:26 pm (ACI).
Abrimos otra cita:
“Durante las apariciones del Señor de la Divina Misericordia a Santa Faustina, Cristo aseguró varias gracias a los que se acercaran a su misericordia. San Juan Pablo II, más adelante, instituyó oficialmente la indulgencia plenaria para esta fiesta.
“Deseo que la Fiesta de la Misericordia sea refugio y amparo para todas las almas y, especialmente, para los pobres pecadores… El alma que se confiese y reciba la Santa Comunión obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas… Que ningún alma tema acercarse a mí, aunque sus pecados sean como escarlata”, dijo el Señor en una promesa que hizo a Santa Faustina Kowalska en una de las apariciones místicas que le concedió.
En el 2002, esta promesa de Cristo se hizo “oficial” en la Iglesia cuando, por mandato de San Juan Pablo II, la Santa Sede Santa publicó el “decreto sobre las indulgencias recibidas en la fiesta de Divina Misericordia”,  un don que también puede alcanzar a los enfermos y los navegantes en altamar.
En el segundo domingo de Pascua que este año se celebra el 12 de abril, se concede la indulgencia plenaria, con las condiciones habituales (confesión sacramental, comunión eucarística y oración por las intenciones del Sumo Pontífice) al fiel que participe en actos de piedad realizados en honor de la Misericordia divina.
“O al menos rece, en presencia del Santísimo Sacramento de la Eucaristía, públicamente expuesto o conservado en el Sagrario, el Padrenuestro y el Credo, añadiendo una invocación piadosa al Señor Jesús misericordioso (por ejemplo, ‘Jesús misericordioso, confío en ti’)”, dice el texto del decreto.
Asimismo se concede indulgencia parcial “al fiel que, al menos con corazón contrito, eleve al Señor Jesús misericordioso una de las invocaciones piadosas legítimamente aprobadas”.
También los enfermos y las personas que los asisten, los navegantes, los afectados por la guerra, las vicisitudes políticas o la inclemencia de los lugares “ytodos los que por justa causa no pueden abandonar su casa o desempeñan una actividad impostergable en beneficio de la comunidad, podrán conseguir la indulgencia plenaria”.
Esto siempre y cuando, con total rechazo de cualquier pecado y con la intención de cumplir, en cuanto sea posible, las tres condiciones habituales recen “frente a una piadosa imagen de nuestro Señor Jesús misericordioso, el Padrenuestro y el Credo, añadiendo una invocación piadosa al Señor Jesús misericordioso”.
Asimismo, si ni siquiera se pudiera hacer lo antes descrito, podrán obtener la indulgencia plenaria “los que se unan con la intención a los que realizan del modo ordinario la obra prescrita para la indulgencia y ofrecen a Dios misericordioso una oración y a la vez los sufrimientos de su enfermedad y las molestias de su vida, teniendo también ellos el propósito de cumplir, en cuanto les sea posible, las tres condiciones prescritas para lucrar la indulgencia plenaria”.
Jesucristo también prometió a Santa Faustina que cuando se rece la Coronilla de la Divina Misericordia  junto a los moribundos, se pondrá “entre el Padre y el alma agonizante no como el Juez justo sino como el Salvador misericordioso”. Fin de la cita. REDACCIÓN CENTRAL, 09 Abr. 15 / 06:31 pm (ACI).
Vamos a poner unas nuevas citas  tomadas directamente de Santa Faustina, de lo que Jesucristo le dictara. Los textos están tomados del “DIARIO: La Divina Misericordia en mi alma.” Editorial de los Padres Marianos, Stockbridge, Massachusetts, 1996. Las citas son las siguientes:
“De todas mis llagas, como de arroyos, fluye la Misericordia para las almas, pero la Llaga de Mi Corazón es la fuente de la Misericordia sin límites; de esta fuente brotan todas las Gracias para las almas. Las llamas de mi compasión me consumen, deseo derramarlas sobre las almas de los hombres.” (Diario #1190, p.431).
“Oh, si los pecadores conocieran Mi misericordia no perecería un número tan grande de ellos. Diles a las almas pecadoras que no tengan miedo de acercarse a Mí, habla de Mi gran misericordia.” (Diario #1396, p. 496)
“Mi Misericordia es más grande que tus miserias y de aquellas del mundo entero. ¿Quién ha medido mi bondad? Por ti he bajado del cielo a la tierra, por ti me he dejado poner en la Cruz, por ti he permitido que fuera abierto con una lanza mi Sagrado Corazón y he abierto para ti una fuente de Misericordia. Ven y toma de las Gracias de esta fuente con el recipiente de la confianza. No rechazaré jamás un corazón que se humilla, tu miseria será hundida en el abismo de mi Misericordia.” (Diario #1485, p. 521).
“Has de saber hija mía, que mi corazón es la Misericordia misma. Desde este mar de Misericordia las Gracias se derraman sobre el mundo entero. Ningún alma que se haya acercado a Mí ha partido sin haber sido consolada. Cada miseria se hunde en mi Misericordia y de este manantial brota toda Gracia salvadora y santificante…” (Diario # 1777, p. 626).
En cuanto a la llamada “Coronilla de la Misericordia”, Santa Faustina nos dice lo siguiente:
“Reza incesantemente este Rosario que te he enseñado. Todo aquel que lo rece se hará acreedor a la Misericordia a la hora de la muerte…Los Sacerdotes lo recomendarán a los pecadores como última tabla de salvación. Hasta el pecador más empedernido, si lo reza una vez tan solo, recibirá la Gracia de mi Misericordia infinita. Deseo que todo el mundo conozca mi Misericordia. Quiero conceder gracias inauditas a aquellos que confíen en mi Misericordia. (Diario #687, p. 290).
“A las almas que recen esta coronilla, Mi Misericordia las envolverá en vida y especialmente en la hora de la muerte.” (Diario #754, p. 310).
“Oh que enorme caudal de Gracias derramaré sobre las almas que recen estacoronilla: las entrañas de mi Misericordia se enternecen por aquellos que rezan la coronilla. Anota estas palabras, hija mía, habla al mundo de mi Misericordia. Que toda la humanidad conozca mi insondable Misericordia. Es la señal de los últimos tiempos, después de ella vendrá el día de la justicia. Cuando todavía queda tiempo, recurran al manantial de mi Misericordia; que aprovechen de la Sangre y el Agua que brotó para ellos.” (Diario # 848, p.338)
De la llamada “devoción de las tres de la tarde”, hora de la muerte de nuestro Señor Jesucristo, Santa Faustina dice lo siguiente:
“Esta es la hora de la gran misericordia para el mundo entero. Te permitiré penetrar en mi tristeza mortal. En esta hora nada le será negado al alma que lo pida por los méritos de Mi Pasión. A las tres, ruega por Mi misericordia, en especial para los pecadores y aunque sólo sea por un brevísimo momento, sumérgete en Mi Pasión, especialmente en Mi abandono en el momento de Mi agonía.” (Diario #1320, p.472).
Por otra parte, es de notar que se hace muy poco hincapié en el elemento consustancial a la fe como lo es la confianza. Se habla mucho de la fe en Dios pero poco de la confianza en Dios. Por algo, otra devoción, la devoción al Corazón de Jesús, tiene la siguiente oración:
  “Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío”.
La devoción al Sagrado Corazón de Jesús y la del Jesús de la Misericordia, son devociones complementarias, no excluyentes. 
Pudiéramos decir que no basta le fe en Dios, es necesario también confiar en Dios.
Antes de su Muerte, la última palabra que pronuncia Jesucristo fue un acto de confianza en su Padre: 
“Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lucas, 23, 45).
  
“In te, Domine, speravi: non confundar in aeternum”: “En ti, Señor, confié, no me veré defraudado para siempre”. Este salmo se reza en el himno de acción de gracias conocido como el “Te Deum” y se encuentra como encabezamiento tanto del salmo 30 como del salmo 70 y es una oración de confianza en Dios, muy hermosa.
Hay una excelsa cita bíblica que nos puede servir como oración de confianza:
“No temáis”, ”en el mundo tendréis tribulaciones, pero confiad: yo he vencido al mundo” (Mateo 28,10; Juan 16,33).

“El demonio es el padre de la mentira” (Juan 8: 44). El Santo Padre Francisco ha insistido mucho en esto. Una de las grandes mentiras del diablo es hacer creer que no existe. Al diablo no se le puede subestimar, es astuto (Genésis 3: 1). Contra el demonio hay varias armas. El insigne jesuita, el Padre Jorge Loring  S.J., dice que el diablo es como “un perro amarrado”, que  si uno no se le acerca, el diablo no lo muerde, que muerde, si uno se le acerca. El Padre Jorge Loring dice que hay dos armas contra el diablo:
El crucifijo y la oración, especialmente el rezo del Santo Rosario, el agua bendita, como dice San Josemaría Escrivá, la invocación a los ángeles, especialmente a San Miguel Arcángel, la devoción a “Jesús de la Misericordia”. Santa Faustina lo escribió en su diario:
“…aquellos que proclamaran mi gran Misericordia. Yo mismo los defenderé en la hora de la muerte, como mi Gloria aunque los pecados de las almas fuesen negros como la noche, cuando un pecador se dirige a mi Misericordia, me rinde la gloria más grande y es un honor para mi pasión. Cuando un alma exalta mi Bondad,entonces Satanás tiembla y huye a lo más profundo del infierno.” (Diario #378, p. 186).
Otra oración muy efectiva contra Satanás, es la “invocación del nombre de Jesús”, sobre todo a través de una oración llamada “oración del corazón, que veremos más adelante”.
Las oraciones centrales de la devoción de “Jesús Misericordioso” son dos, a saber:
 “Jesús, en ti confío”.
“Oh Sangre y agua, que brotasteis del Sagrado Corazón de Jesús, como una fuente de misericordia para nosotros, en ti confío” (“Los dos rayos significan la Sangre y el Agua. El rayo pálido simboliza el Agua que justifica a las almas. El rayo rojo simboliza la Sangre que es la vida de las almas…Ambos rayos brotaron de las entrañas más profundas de Mi misericordia cuando Mi Corazón agonizante fue abierto en la cruz por la lanza. Estos rayos protegen a las almas de la indignación de Mi Padre. Bienaventurado quien viva a la sombra de ellos, porque no le alcanzará la justa mano de Dios.” (Diario #299, p.153)
La invocación del nombre de Jesús, tiene muchos apoyos en la Santa Biblia, tres de ellos son los siguientes:
I) “El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto. Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta: Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: Dios con nosotros”. Mateo 1, 18-23
II) El ciego Bartimeo gritaba: “Jesús, hijo de David, ten compasión de mí”…Jesús le preguntó; “¿Qué quieres que haga por ti?”. Él le respondió: “Maestro, que yo pueda ver”. Jesús le dijo; “vete, tu fe te ha salvado”. En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino” (Marcos 10, 46 – 5).
Se pudiera decir que cuando el ciego Bartimeo le pide a Jesús que tenga compasión de él, este hecho vino acompañado con la confianza en Jesús, que le haría el milagro de poder ver como en efecto hizo (ya antes hablamos de la confianza, como atributo esencial de la fe. El que cree en Dios, debe confiar en Dios).
III) “Ante el nombre de Jesús toda rodilla se doble, en el cielo, en la tierra y en el abismo. Y que toda lengua proclame que Jesús es el Señor para gloria de Dios Padre”.  Carta de San Pablo  a los Filipenses 2,11.
Cuando se dice “el abismo”, estamos hablando del Infierno, donde están los demonios.
Hay una oración que se llama “la oración del corazón”. Se trata de unir los pasajes del Evangelio en el que el publicano pide perdón y la petición del ciego Bartimeo, con la subsiguiente petición de misericordia y a la vez, invocar el nombre del Jesús:
“En aquel tiempo, dijo Jesús esta parábola por algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás: Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano. El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: “¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias.

En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!” Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado” (Lucas 18, 9-14).
La “oración del corazón”, es muy practicada en oriente. Dice así:
“Señor Jesús, hijo de Dios, ten misericordia de mí que soy un pecador”.
“Señor Jesús, ten misericordia de mí que soy un pecador”.

Luis Alberto Machado Sanz
machadosanz@yahoo.com
@caballitonoble


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