La Sociedad
venezolana se encuentra colocada en una espirar de decadencia colectiva. La
confrontación y esa especie de diáspora social que se promociono a través del
discurso y la simbología oficialista desde hace 15 años hasta la fecha, ha
invertido los procesos de desarrollo civilizatorio que un país como el nuestro
merecía.
La cultura del odio y la revancha se convirtió en un valor que
deteriora la existencia y las relaciones humanas, es la cultura de la
polarización.
El acto político como
manifestación del hecho social es concebido por la llamada elite oficialista,
como un proceso de hegemonía, usurpación y división. La permanencia en el poder
de quienes nos gobiernan fue fundamentalmente entendida desde las
intenciones de exclusión y la
confrontación absoluta en todos los ámbitos de la vida pública nacional;
generando un estado de polarización, donde la búsqueda de encuentros
estratégicos para el bienestar ciudadano
y la superación de disimiles angustias que padecemos en Venezuela es
casi imposible de imaginar.
Desde la instalación
en el poder en 1998 de Hugo Chávez, la cultura de la polarización política se
hizo un extremo; todos los escenarios de disputa democrática fueron
considerados como una manifestación en la lucha por la hegemonía de todos los
estratos de la nación. Es ahí donde se produce la perdida de sentido común por
disposiciones rígidas e intolerantes que sustituye el dialogo, el debate de
posiciones diversas por la cohesión vertical que no acepta sino lo propio.
El gobierno de Maduro
y los grupos de presión que giran alrededor de este, intentan mantener el
estado de confrontación que les ha dado
beneficios sobre todo en el ámbito financiero, siempre existe un hecho que
articula un plan comunicacional para apartar a los venezolanos de la atención en
los grandes dramas sociales que estos años de gobierno militarista han
aumentado para sufrimiento del colectivo nacional. Es así como vemos inversión de recursos en campañas que exaltan
un falso patriotismo antiimperialista; igualmente y violentando la norma
constitucional, el uso de los poderes del Estado en consonancia con actuaciones
proselitistas y partidistas que solo buscan aferrarse al poder a costa del
sacrificio de la patria. Para este gobierno la polarización y los extremos son
su principal soporte.
En los sectores
democráticos también existen los polarizantes, los extremistas; recientemente
vimos algunos “demócratas” atacando, en total coincidencia con sectores del
madurismo, al Alcalde de Valera José Karkom, por una coincidencia oficial e
institucional con el Gobernador del Estado, en aras de búscale respuesta a
muchos problemas del municipio; eso es precisamente el extremismo, el
radicalismo que en nada ayuda a los procesos de cambio y que son producto de la
confrontación vista desde la óptica de las hegemonías. Si algo le hemos cuestionado
al régimen es la exclusión y la soberbia, no se puede repetir esa historia.
Insistimos en el
encuentro y en la reconciliación del país; la derrota de los radicalismos es
fundamental; ganar para la democracia y pluralizar la vida interna de la Asamblea
Nacional en las próximas elecciones es fundamental para la superar la
decadencia roja y militarista.
Leonardo Alfredo Montilla Delgado
montillaleoa@gmail.com
@LeoMontilla
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