La acostumbrada externalidad (¡el culpable es
otro!) que caracteriza los planteamientos evasivos del Gobierno venezolano en
materia económica (y muchas otras), ha encontrado en una Orden Ejecutiva
extranjera la excusa suficiente para soslayar la explicación que esperan los
ciudadanos relativa a las políticas y estrategias que instrumentará el
Ejecutivo Nacional, en aras de contener (al menos) la vertiginosa caída del
bienestar de la población a la luz de una hiperinflación que vuelve migajas la
confianza en su moneda, la calidad de vida y la movilidad social (aumentando la
pobreza) ante una realidad marcada por el desabastecimiento y la escasez que ha
impulsado la aparición de un “mercado paralelo” de bienes regulados (sin
control de precios), y lo que es más grave: un “mercado ilegal” de alimentos
(con denigrantes colas), hasta aumentar el marco de “ilegalidad” ya existente
en materia de divisas.
En armonía mediática, incorporan al escenario
de la “guerra de humo” a otro actor: el imperialismo estadounidense, el cual
(afirman) representa una amenaza para la estabilidad nacional (¿?), para la
democracia (¿electoral?) y para el “exitoso” transitar de la revolución
socialista anti-imperialista apartada (al mejor estilo cubano de antaño) del
desarrollo capitalista, en una negación de la ortodoxia que sostiene sobre la
necesidad de su existencia para crear e impulsar desde su seno una revolución
de enfrentamientos sin confrontaciones; amenaza que de ser cierta ya hubiese
recibido el rechazo natural y automático (sin presiones coercitivas) del
valiente pueblo venezolano. Sea propicio señalar, que el término imperialismo
utilizado en la actualidad hace referencia a las “potencias” que actúan bajo el
mandato del capital (expansión mundial de los oligopolios), a efectos de
ampliar mercados, reducir costos y aumentar la productividad en evidente
desmedro de las medianas y pequeñas empresas domésticas y del aparato
productivo nacional, causado especialmente por la remisión de utilidades de las
inversiones extranjeras incorporadas al fluir de la economía; contexto donde
desaparecen las guerras inter-imperialistas (mencionadas por Lenin) y el
antagonismo económico entre grandes naciones con alarde militarista, para dar
paso a una mayor asociación económica entre capitales de distinto origen en
torno a un patrón mundial de consumo flexible y producción variada de
indiscutible penetración global que continua afectando (como en el pasado) las
oportunidades de comercio internacional (y de desarrollo económico-social) de
aquellos países, que como Venezuela, no han logrado superar su condición de
exportadores de materia prima. Tal situación no implica, de forma alguna, que
estén amenazados por una “ocupación territorial imperialista” que pueda poner
en riesgo la continuidad del capitalismo mundial ante una absurda “invasión” a
cualquier país dentro del bloque de economías en vías al desarrollo; más aún
cuando las nuevas potencias que se están incorporando con liderazgo al comercio
global (con evidentes recursos naturales y militares) como es el caso de Rusia,
China, India, Brasil y Sudáfrica muestran una próspera clase capitalista local
con ansias de presencia y participación activa a nivel del comercio mundial.
Venezuela, luego de eliminar la autonomía del
Banco Central (2005) a los efectos de facilitar la intervención (sin control)
del Ejecutivo Nacional por la vía de un gasto público populista financiado con
dinero inorgánico, ha configurado una nueva década perdida (2005-2015) que
ahora coincide (para males mayores) con un acoplamiento del mercado petrolero
mundial y una reducción del precio (por un lapso indeterminadamente largo) en
más de un 50% (se profundizará ante la reincorporación de Irán), que para
nuestro país equivale, casi linealmente, a una disminución superior al 55% en
el ingreso de divisas, siendo que se requiere una cifra aproximada de US$
80.000 millones para mantener un “funcionamiento” promedio anual (en 2015
ingresará un 39% de ese monto); con la catástrofe que implica ello para su
indeseable economía de puertos que se ha sostenido en el tiempo gracias a la
presencia de un “imperialismo amistoso” históricamente estadounidense (reciben
más del 30% del total exportado), ahora
complementado con el imperialismo chino en conjunto con el trueque
latinoamericano (petróleo por comida) apuntalado por un desorden macroeconómico
asociado a una ineficiente referencia ideológica, que ha contribuido a
dilapidar durante el “proceso” (1999-2014) más de ¡US$ 850.000 millones de
ingresos petroleros! a lo cual deben sumarse unos US$ 205.000 millones por
concepto de deuda (externa e interna), pero igualmente “restarse” un monto
superior a US$ 300.000 millones que se “fugaron” luego de instrumentarse en
2004 el control de cambio (¡!), lo que referencia, sin duda alguna, que ese mal
proceder contó con una manifiesta complicidad y tutela corruptiva.
Finalmente, asumimos que no es necesario a
efectos del presente artículo, adelantar un “profundo análisis” para
diagnosticar cual es la verdadera amenaza que condiciona la actual crisis económica-social y alteración
democrática que muestra Venezuela; suficientemente conocida, por ejemplo, en
Iberoamérica al extremo de motivar la elaboración por parte de un importante número (más de 22) de exjefes
de Estado y de Gobierno, del documento Declaración de Panamá que será
presentado en rueda de prensa durante la VII Cumbre de las Américas que se
celebrará del 8 al 10 de abril 2015 en Panamá.
Jesús Alexis González
Jagp611@gmail.com
@jesusalexis2020
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