viernes, 3 de abril de 2015

JESÚS ALEXIS GONZÁLEZ, CORRUPCIÓN: DÉFICIT ÉTICO Y MORAL.

El caudal de información que sobre Venezuela está circulando en las redes sociales,  en lo atinente a múltiples acciones de corrupción (antivalor de la honradez) en evidente negación de la ética y la moral que conduce a la degradación del ser humano, al tiempo de desviarlos de los valores consagrados en el entorno sociocultural e impedirles ser virtuosos (presencia de virtudes); nos ha inducido a jerarquizar (sobre lo económico) el tema en el presente artículo ante la “destrucción social” que genera leer mensajes tales como que en USA descubrieron una red de lavado de dinero procedente de la corrupción en Venezuela, que se crearon compañías fantasmas, que se usaron contratos falsos y prestamos ficticios para lavar dinero por un monto superior a US$ 2.000 millones, que se descubrieron muchas cuentas secretas a nivel mundial, que el blanqueo de capitales mediante la “lavadora Andorra” podría  superar los US$ 4.200 millones, que un ex viceministro en la gestión inmediatamente anterior recibió soborno de US$ 50 millones, que grupos irregulares conectados al extremismo islámico viajan con pasaportes venezolanos legítimos; sin olvidar los US$ 25.000 millones denunciados por altos funcionarios como desviados al beneficio personal (en desmedro de las importaciones), así como la “impresionante” declaración pública de un importante vocero oficial en cuanto a que se procurará una Ley para impulsar la repatriación de capitales estimados en  un monto que supera los US$ 400.000 millones; instrumento legal que ( afirma) facilitará demostrar que en “la cuarta salió más capital que en la quinta” (¿confesión de parte?).

En el ámbito económico y administrativo, el concepto más empleado de corrupción es el relacionado con el uso del poder público para beneficio privado (no admite discusión), pero soslaya un enfoque de mayor trascendencia: la violación de valores, que se convierte en una calamidad pública al impulsar la tolerancia y elogio hacia la ostentación de riqueza de dudosa procedencia, hasta asumirla como una “manera correcta” de actuación. Los valores, son convicciones profundas de los seres humanos que determinan su forma de ser y orientan su conducta, e involucran sentimientos y emociones (cada individuo construye su escala de valores) y están dichos valores de alguna manera ligados entre sí. La ética, alude costumbre o hábito y se convierte en una guía que orienta al ciudadano sobre las obligaciones y el debido comportamiento (regido por leyes), y lo enseña a actuar de manera correcta en sociedad; es decir juzga la actuación realizada de una forma consciente fundamentada en lo moral (el deber hacer). 
Los valores éticos están constituidos por una serie de normas o pautas que regulan la conducta de los individuos en vinculación con sus fundamentos racionales (amistad, honradez, responsabilidad, justicia, respeto, tolerancia, dignidad, gratitud, sinceridad, valentía, libertad, etc.). La moral, por su parte, es el conjunto de reglas y convenios establecidos por cada sociedad para ser aplicados en la vida cotidiana en aras de orientar las acciones y juicios del individuo sobre lo justo y lo injusto, lo correcto o incorrecto, lo bueno o malo, hacer el bien y evitar el mal. Los valores morales han de entenderse como las prácticas sociales que condicionan la forma correcta de actuar. En síntesis, la ética hace referencia al cómo debe ser y la moral a lo que se practica; que para el tema en comento equivale a evitar que sean corruptos.
A tenor de lo expresado, puede inferirse que la actual crisis venezolana sobrepasa lo político y económico hasta configurar una situación más dramática: una crisis moral, cuya manifestación relevante es tanto una falta de compromiso ético como una pérdida de valores morales en el marco de una descomposición gubernamental con manifiesta corrupción política (manipulación, malversación, nepotismo, etc.) que nos perjudica a todos, no solo en el escenario económico sino muy especialmente al sistema democrático por intermedio de imperfecciones en la estructura político-partidista, y sobre la credibilidad ciudadana en relación a las políticas públicas y los procesos electorales habida cuenta al desagrado que genera el observar como algunos funcionarios del alto gobierno, políticos e integrantes del sector privado con vinculación estatal se enriquecen indebidamente (¡con vanidad y orgullo!), en implícita renuncia al rol que deben cumplir como agentes morales; dando preferencia al poder y al dinero como motivadores de su conducta.
Un indicador que facilita medir el comportamiento de la corrupción, es el denominado Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) elaborado desde el año 1995 por la ONG internacional Transparency International (TI) para medir los niveles de corrupción en el sector público definido como el abuso del servicio público para el beneficio particular (sobornos, pagos irregulares, malversación de fondos y otros.); e igualmente mide la eficacia y solidez de las iniciativas anticorrupción. 
Dicho índice, para el caso específico de Venezuela, nos muestra que pasamos de ocupar a nivel mundial el puesto 41 (1 es el menos corrupto y 174 el más corrupto) en el año 1997 (fin de la etapa democrática) al lugar 100 en 2003 (primeros años del “proceso revolucionario”) equivalente a un “vertiginoso ascenso” de ¡59 puestos en 6 años! a una “velocidad promedio” de ¡10 puestos por año!; mientras que en los 16 años de dicho proceso  el “ascenso” fue desde la posición 77 en 1998 (36 puestos con relación a 1997) hasta el lugar 161 en 2014, sitial que nos consagró como el país más corrupto de Sudamérica superando a Paraguay (150), Guyana (124), Ecuador (116), Argentina (107), Surinam (100), Colombia (94), Perú (85) y a Chile y Uruguay (21) como los menos corruptos. 
Nuestro desalentador puesto 161 (año 2014), refleja que únicamente superamos a países como Libia y Uzbekistán (166), Turkmenistán (169), Irak (170), Afganistán (172), Sudan (173) y a Corea del Norte como el más corrupto (174); es de resaltar que varios de estos países son considerados “amigos de Venezuela”. Sirva de información ilustrativa, que en 2014 el país menos corrupto del mundo fue Dinamarca (1) seguido de Nueva Zelanda, Finlandia, Suecia, Suiza, Noruega y Singapur (7).
A título de reflexión final, asumimos que un enfrentamiento serio de la corrupción ha de sustentarse tanto, y muy especialmente, en una educación en valores, en armonía constructiva con la educación formal lo cual puede parecer un “sueño perdido en el tiempo” pero ello es preferible a no hacer nada; en sintonía con Max Weber cuando afirma que los funcionarios gubernamentales deberían ser un conjunto de trabajadores intelectuales altamente especializados, y cuyo valor supremo sea la integridad; ya que sin este funcionariado se cernería sobre nosotros el riesgo de una terrible corrupción y una incompetencia generalizada, e incluso se verían amenazadas las realizaciones técnicas del aparato estatal.

Jesús Alexis González
Jagp611@gmail.com           
@jesusalexis2020

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