Lo que mal se llama
"neoliberalismo" no es otra cosa que estatismo. Las crisis económicas
siempre son generadas por los gobiernos. Si a estas crisis gubernamentales se
les quiere llamar "neoliberales" pues ello queda a gusto de quien
quiera usar esta palabreja.
En lo personal, preferimos usar términos más exactos y más técnicos, designando a los responsables directos de las crisis económicas, que siempre son los gobiernos, mediante las manipulaciones que de continuo intervienen en los mercados adulterándolos y provocando, en última instancia, crisis como todas las que conocemos.
Al aburrido estribillo antiliberal que dice
-ignorantemente- que los mercados no se autoregulan le contestamos que ello
depende de qué tipo de mercado estemos hablando. Si se refieren a los mercados
actuales, intervenidos por los gobiernos, resulta obvio que ellos están
regulados por los gobiernos, y es esta la causa por la cual los mercados no se
autoregulan: si ya están intervenidos por los gobiernos difícilmente puedan
esos mercados autoregularse, ya que el gobierno con su intrusión precisamente
se los está impidiendo.
Pero si, en cambio, estamos hablando de los
mercados libres, aquí es evidente que estos mercados siempre se autoregulan.
Claro que ello, invariablemente, en la medida que el gobierno no los estorbe.
Lo importante en este punto es comprender bien cómo es el proceso a través del
cual los mercados se autoregulan. Decimos que estos mercados se autoregulan
porque ellos no operan en el vacío, sino que se mueven dentro de un contexto
competitivo, lo que -a su turno- supone la existencia de un sistema de libre
competencia, sin el cual los mercados no podrían autoregularse. Inserto el
elemento competencia dentro del concepto de mercado, decimos, entonces, que los
mercados se autoregulan. Si -en cambio- excluimos el elemento competencia del
significado de mercado, a la sazón debemos expresar que los mercados libres son
regulados por la competencia. Todo depende de si incluimos o excluimos el
factor competencia dentro de la noción de mercado. Si decimos "mercado
libre", el factor competitivo ya está encerrado dentro de dicha
significación. Por eso hablamos -en este caso- de mercados libres y no
simplemente de mercados "a secas". La diferenciación es crucial.
Si aislamos a los mercados de su contexto competitivo, luego la única forma de regularlos sería a través del gobierno. Pero esto implicaría que las decisiones que, de ordinario y diariamente -dentro de ese entorno competitivo- toman los consumidores, serian reemplazadas por los decretos de los burócratas. Es decir, supone pasar el control de los mercados desde los consumidores hacia los burócratas. Y -lamentablemente- esto último es (ni más ni menos) lo que sucede hoy en día en la mayor parte de los países del mundo.
Tal hecho afecta la vida de las personas
comunes y corrientes en una medida mayúscula. En términos cotidianos, involucra
que un funcionario del gobierno presume saber más y conocer mejor dónde el
lector debería comprar sus zapatos, comida, ropa, vivienda, viajar, pasar sus
vacaciones, etc. o dónde no debe hacerlo, en qué momentos u oportunidades, y
qué precio debería pagar por cada una de esas cosas, por más que el lector
desee u opine lo contrario que el burócrata. Y ocurre muy a menudo que, las
decisiones del burócrata contrarían en mucho -o en todo- a las del lector. Así
son los mercados regulados por los gobiernos.
Supongamos que el peluquero adonde el lector
va -desde hace tiempo- a cortarse el cabello deba cobrar $ 10 el corte para
poder pagar un alquiler (proporcional) de $ 8. Imaginemos ahora que el gobierno
decide regular el mercado de peluqueros e impone que el corte no puede cobrarse
más de $ 7. ¿Resultado? La regulación del mercado hará que el lector se quede
sin su peluquero preferido. Porque no puede pagar un alquiler proporcional de $
8 si su ganancia va a ser de $ 7.
Conjeturemos ahora que el gobierno decide
regular el mercado de los alquileres, y que -en consecuencia- decreta que los
locales de peluquería no pueden cobrar alquileres en más de $ 5. ¿Qué
acontecerá en este caso? Simple: el propietario del local le dirá al peluquero
inquilino que deberá desalojar el local de peluquería, con lo cual -también en
este supuesto- el peluquero deberá cerrar e irse. Nuevamente, el lector ha
perdido a su peluquero predilecto. En otras palabras, las regulaciones del
mercado siempre perjudican a la gente.
El mismo efecto negativo para el consumidor
sobreviene si el gobierno regula estos mercados subiéndole los impuestos al
peluquero, al dueño del local, etc.
Si el burócrata decide regular el mercado de
peluquería con un impuesto a las ganancias de $ 3 por corte de cabello, siendo
que -en nuestro ejemplo- la ganancia neta del peluquero era de $ 2, el
peluquero del lector debe liquidar el negocio. Los enemigos del mercado dirán
que no es así porque en este caso el peluquero subirá el precio del corte a $
14. Pero se equivocan, porque el peluquero no puede hacer eso, dado que $ 10
era lo máximo que su clientela le permitía cobrar. Si quisiera subir el
importe, empezaría a perder clientes en una cantidad igual a la diferencia
existente entre el precio de mercado y lo que él quisiera aumentar por sobre
ese monto. Y el negocio de todo comerciante no es perder clientes, sino
ganarlos.
Cuanto más subiera la cuantía por sobre esos
$ 10 más clientes huirían presurosamente de su peluquería. Y como su mercado
está regulado por el gobierno y a $ 10 incurre en pérdidas en virtud de dicha
regulación, entonces la única salida que le queda es la quiebra, que a la
larga, es el corolario de todos los mercados regulados estatalmente.
Este es un caso práctico de mercados
regulados por el gobierno y no por el consumidor.
Tal como vimos, el impuesto impide que la
competencia funcione, porque al elevar los costos del empresario lo empuja a
que se salga del mercado. Y si los costos que el empresario tenía antes del
impuesto ya eran de por si altos, un nuevo impuesto -o el acrecimiento de la
alícuota de cualquiera que ya estuviera pagando antes- directamente lo barre
del mercado.
Gabriel Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina
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