La Revolución de
Caracas se inició formalmente en el Cabildo de la ciudad y no en su cuartel;
fue, con toda propiedad, un Golpe de Estado civil y no una Asonada militar. Sus
protagonistas fundamentales portaban levitas y chisteras, y no uniformes y
charreteras. En efecto, Lucas Guillermo
Castillo Lara en discurso pronunciado el 19 de abril de 1972 en la Sociedad
Bolivariana de Venezuela, expresa:
“Lo que da relieve
fundamental a la fecha histórica, no son las personas, por más dignas y
proceras que sean sus figuras. Lo que caracteriza y fija definitivamente ese
día, es la Institución: El Cabildo.
Aquellos hombres habían sido nombrados por
el Rey. Más aún, habían comprado con sus buenos ducados o pesos, el derecho de
ostentar el oficio de Regidor, por una admirable simbiosis, dejaban de
representar al Rey, a sus propios intereses de clase o de fortuna, y lo hacían
por el común. Era un término genérico, pero, con frecuencia se confundía con el
de Patria. La república, cosa pública, llegaba a tomar características esenciales con el común
de la gente y de la ciudad, que le daba aspecto peculiar y distinto de pequeña
patriecita. Esa que le tocaba y miraba muy de cerca. La que se veía y palpaba
con cosas de todos los días y de siempre. Entonces el Cabildo dejaba de ser una
representación extraña, para convertirse en algo vital de la comunidad;
representaba al pueblo.”
Y no podía ser de
otra manera porque el Cabildo en la concepción hispánica del gobierno de las
Indias jugó siempre un papel principalísimo. Uslar Pietri recuerda que aquellos
españoles que venían a estas tierras con un imaginario propio que los llevó
inmediatamente a fundar nuevas ciudades con el nombre de las viejas y lejanas
Cádiz, Segovia, Andalucía, Extremadura, Toledo o España misma, tan pronto
arribaban a un nuevo espacio conquistado:
“con una estructura
social y una concepción del mundo que venía de las más viejas fuentes del
Mediterráneo. La ciudad, la casa, la familia (…) Todo lo más vetusto de
Occidente llegó con ellos. Lo primero que hacían era aplicar una institución
romana: establecer un cabildo, y dar un nombre del santoral católico a las
nuevas tierras y las fundaciones.”
En efecto, el
Cabildo, el Ayuntamiento, el Consistorio, la Municipalidad, jugó un rol
fundamental en la Venezuela prerrepublicana y fue base fundamental de la
administración española en la Provincia de Venezuela. Ramón Aizpurúa en texto
publicado en el Diccionario de Historia de Venezuela, precisa:
“El Cabildo fue una institución de gobierno
local traída por los españoles a América desde el mismo comienzo de la
Conquista. Heredero de su pasado ibérico, el Cabildo americano fue vehículo y
garantía del poblamiento de las Indias, especialmente en las regiones que
pronto quedaron marginadas del proceso central de la conquista – colonia, como
fue el caso de Venezuela, en la que no pudieron crearse instituciones
centralizadoras como los virreinatos o las reales audiencias, por no haber sido
descubiertas riquezas mineras de aprovechamiento y explotación inmediata o
prolongada que atrajesen un crecido caudal humano (…) El Cabildo secular fue
representación del vecindario, entendido éste como el conjunto de vecinos de
una ciudad o pueblo; vecinos, sin embargo, no eran todos los habitantes de una
localidad, sino tan sólo de los habitantes libres, propietarios o de oficio,
cabezas de familia o hijos independientes, que fueron ordinariamente los
pobladores fundamentales y sus descendientes, aceptados como tales en el
momento de su fundación y reconocidos posteriormente por el Cabildo; no podrán
ser considerados como vecinos los extranjeros, los negros libres o esclavos, en
general los indios (…) Por ello, el Cabildo no era representante de la
población de los pueblos y ciudades, sino de sus vecinos, que difícilmente
llegaban a ser más del 5% de la población lo que ya indica una conformación
clasista de la institución.”
El 19 de abril de
1810 el Cabildo caraqueño mostró sin lugar a dudas su importancia y
significación política, bajo repetidos gritos de “al Cabildo”, “al Cabildo”,
Emparan debe volver sobre sus pasos para enfrentar la rebelión que pensaba
diluida, pero que desde hace años estaba anunciada. Arístides Rojas escribe,
rehaciendo los hechos de ese día memorable de abril:
“El Gobernador había
logrado evadir con astucia la lógica del Ayuntamiento, y libre de la intriga,
tiempo tenia para reflexionar. Al pasar con un séquito frente al cuerpo de
guardia en la esquina del Principal, nota que el oficial y soldados no le hacen
los honores lo que contestó el Gobernador con una mirada de reproche. Este
incidente motivó que la concurrencia que llenaba calles y plazas se apercibiese
de algo desconocido, y era que el oficial amenazado por su procedimiento y
lleno de temores, después de haber obedecido a la consigna de los
revolucionarios exclamara: “Me han dejado solo, pero sabré comprometer a todo
el mundo. Conmigo serán juzgados cuantos me aseguraron que todo estaba listo”.
Esto fue suficiente para que comenzaran los gritos de “al cabildo”, “al
cabildo”, los cuales se repetían inconscientemente por todas partes. Eran los
gritos lanzados por los Salias, Ribas, Montillas, Jugo, y demás revolucionarios
que, como espectadores, estaban apostados en diferentes sitios, en derredor de
la plaza real. En estos momentos Francisco Salias atraviesa la plaza con el objeto de alcanzar al Gobernador,
antes de que éste entrara a la Metropolitana. Comprendió el joven patricio que
si Emparan, ya apercibido, obraba con entereza, desde el templo, todo podría
fracasar, y por esto quiso detenerlo. Ambos llegaran en el mismo instante a la
puerta del templo.
- Os llama el pueblo
a cabildo, señor, y los momentos son muy apremiantes.
- Os llama el pueblo
a cabildo, repite Salias, con ademán sereno. Eran los momentos en que los
gritos se redoblaban y llegaban a oídos de Emparan, ya preocupado.
– Al cabildo, señor,
le repite Salias.
- Vamos, pues, al
cabildo, contesta Emparan.
Todo ello para confirmar
lo ya expresado por Laureano Vallenilla Lanz en su estudio sobre La Ciudad
Colonial, donde sostiene que el Cabildo sirvió:
“de escuela a los
hombres que iniciaron el movimiento emancipador, sin tener necesidad como se ha
afirmado por ignorancia de los hechos, de ir a copiar leyes extrañas ni a
imitar servilmente las instituciones de otros países para asumir desde luego el
gobierno propio, para declararse en posesión de sus derechos autónomos al
desaparecer el Monarca”.
Lo demás es verdadera
y conocida historia patria, ese 19 de abril de 1810 por senda acta del Cabildo
se establece un nuevo Gobierno en Caracas. En efecto, de acuerdo con Arcila
Farías, el documento de marras da fe de que:
“Ese día cesaron en
sus funciones las personas que hasta entonces habían ejercido el mando político
en Venezuela: el Gobernador y Capitán General, Vicente de Emparan, el
Intendente del Ejército y Real Audiencia, Vicente Basadre, el Regente y demás
miembros de la Real Audiencia, junto con otros altos funcionarios civiles y
militares españoles. En virtud de los sucesos ocurridos el 19 de abril de 1810,
el poder político quedó así en manos del Cabildo o Ayuntamiento caraqueño, el
cual, ampliado con representantes del clero y del pueblo, entre éstos el de los
pardos, forma ya “un nuevo gobierno” como se expresa en el mismo documento.”
Basta leer con
detenimiento los nombres de los mantuanos firmantes del acta para confirmar sin
equívocos el carácter ciudadano, el corte civilista de la Revolución por la
Independencia de Venezuela que se inició en Caracas el 19 de abril de 1810,
para promulgar que:
“El mando supremo
quédase depositado en este Ayuntamiento muy ilustre.”
Enrique Viloria Vera
viloria.enrique@gmail.com
@EViloriaV
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