El poder político tiene varias vertientes en términos de sus interpretaciones o formas de comprenderse, dependiendo de la motivación que sirva de canal a las decisiones que su praxis ocasione. Antonio José Monagas
LOS HILOS SUCIOS DEL PODER POLÍTICO
Cuando el poder se ajusta a los límites de la racionalidad que determina la política entendida como razón de la democracia y ejercicio de valores políticos tan significativos como la tolerancia, el respeto y la solidaridad, no pasará de ser el recurso necesario e irrevocable requerido para administrar justicia en nombre de la convivencia y de la ciudadanía democrática. Cuando ese mismo poder se excede en fuerza y en vehemencia, se convierte en instrumento de incertidumbre, de perdición y hasta de muerte. Precisamente, por la violencia que encauza su proceder.
El poder político tiene varias vertientes en términos de sus interpretaciones o formas de comprenderse, dependiendo de la motivación que sirva de canal a las decisiones que su praxis ocasione. Y estas van desde el poder que delimita autoridad, pasando por el que distingue jerarquía, hasta el poder del cual se valen gobernantes para rebasar atribuciones o rebosar funciones cuyas responsabilidades son violadas con la excusa que soporta la inmediatez o que arriman a la urgencia propia de situaciones que se desbordan frente a sus realidades.
Ese poder político a partir del cual el gobernante busca sacar ventaja de toda situación en beneficio de coyunturas suscritas por la precariedad, la mediocridad o la mezquindad, no es más que la expresión del abuso formalizado. Para lograrlo, se valen de todo cuanto esté a su alcance. Pero el problema no se queda de ese tamaño. La avidez del gobernante, viéndose ante una realidad de algún modo controlada, le incita mayores ambiciones para continuar hurgando en el fondo de la situación para así convencerse no sólo de la magnitud de su poder. También, para alimentar la egolatría que le depara la realidad experimentada. Es ahí, cuando en el gobernante procura ganar el mayor empeño posible de cara a situaciones que le permitan adquirir más poder. De esa forma, comienza a desarrollarse en el gobernante un placer obcecadamente morboso que roza con lo abominable que mal puede instalarse en un individuo hasta consumirlo moral, ética y, en muchas ocasiones, físicamente. Son algunas de las consecuencias que trae consigo el poder exacerbado por razones de incultura política.
En Venezuela, el gobernante se ha visto imbuido de situaciones en las que el poder deviene en circunstancias que ilusamente lo han atrapado. No sólo en perjuicio de su humanidad. Peor aún, en detrimento de la salud política y social de una población que se ha atenido a las esperanzas anunciadas mediante el parlante de una democracia plagiada para tales fines. Por consiguiente, el país se ha desmoronado. El poder político sirvió para deformar la institucionalidad democrática. Y de sus ruinas, levantar las estructuras de una realidad oscura. Tan nebulosa, que ni siquiera el tiempo pudo favorecer los esfuerzos de muchos valientes que, con la palabra y las ideas de por medio, quisieron encarar las arbitrariedades de un poder apoyado en la bayoneta de militares no sólo perdidos entre principios de obsoleta filosofía política. Sino además acaramelados con el verde color de la divisa foránea.
En medio del estallido político en que se ha visto embutido el país por causa de decisiones tomada por gobernantes enajenados por la exhalación de un poder déspota y corrupto, los preceptos constitucionales se hundieron en el lodazal de la desorganización inducida con intenciones de llevarla hasta su máxima expresión. Así, desde tal estado de ruindad, el gobernante se vería sin complicación alguna para vulnerar todo lo que a su codicia estorbe.
Es el momento que espera el actual gobernante para emplazar un estado de incertidumbre, bajo el cual pueda laborar con la malicia necesaria y suficiente para dispersar toda resistencia que se atreva a apostar en su contra. O para disipar esfuerzos que construyan razones a favor de la democracia. Por eso, este gobernante enajenado sólo busca azuzar un régimen donde impere el rumor, la mentira, la humillación y el engaño. O sea, un modo perverso de justificar el populismo demagógico que bien sirve para seguir tejiendo un gobierno entre los hilos sucios del poder político.
VENTANA DE PAPEL
ESTADO DE DESCONCIERTO
Aquel sabio aforismo que pregona: “Divide y vencerás”, es tan efectivo que se utiliza como postulado político para fracturar al adversario. Aunque se tiene otro igualmente insidioso que dice: “En el país de los ciegos, el tuerto es Rey” el cual explica que un mediocre puede parecer bueno entre gente sin mayores valores. Se aplica a lo que es mediocre y luce bueno entre lo malo.
Lo mismo sucede en política cuando se pone de manifiesto el problema de la avaricia en quien detenta el poder con ínfulas de mando. Individuos de esta calaña se valen de cuanto pretexto sea posible, para obtener algún tipo de ganancia política y hasta económica de situaciones en las que se inocula confusión. Justamente, aprovechándose de tan odioso propósito.
Lo que recientemente ocurrió en Caracas a consecuencia del rumor avivado desde cenáculos del régimen y operado por colectivos de motociclistas envalentonados y furibundos afectos al partido de gobierno, relativo al secuestro de niños, conmocionó al país. Pero igualmente, sirvió de escenario al régimen para inculpar infundadamente a factores políticos de la oposición. Con ello, pretendía seguir maquinando acusaciones que devinieran en dividendos políticos mientras que ingentes problemas tienen al país en el marasmo. Sin duda, que para ocultar la crisis económica. Por ello se han valido de tan retorcidos rumores. Aunque de poco han servido puesto que a pesar de dichos montajes de mentiras públicas, no ha podido revertirse la desmesurada caída de la popularidad del régimen. En particular, de la figura presidencial.
Así que por más que el régimen disponga de toda su fuerza comunicacional para irradiar cuanta falsedad pueda ocurrírsele, no pareciera invertir la desesperanza que ha generado el actual mal gobierno en buena parte de la población que en un principio pudo apoyarlo. Sin embargo, en medio de tan macabro juego de rumores salidos de la saña oficialista, es indiscutible que tales intenciones han derivado en un lamentable Estado de desconcierto.
FIRMAS SIN SENTIDO
Lejos de animar un proyecto nacional que atienda y entienda el trance por el que atraviesa Venezuela al momento que el Gobierno guyanés pretende ocupar el territorio esequibo, el régimen sólo se ocupa de recoger firmas dirigidas a solicitar del presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, la derogación de su decreto firmado contra la alcahuetería del régimen venezolano de permitir que muchos de sus altos funcionarios actúen como violadores de derechos humanos. Además, algunos, acusados de blanquear dinero de dudosa procedencia en Bancos internacionales. Venezuela, en realidad, se ha convertido en una amenaza inusual y extraordinaria para los propios venezolanos. No para el imperio norteamericano. Lo que acontece en el país de Bolívar y de Andrés Bello, de Luís Beltrán Prieto Figueroa y de Arturo Uslar Pietri, entre muchos otros insignes y valerosos venezolanos, es una invasión de inseguridad la cual se ha convertido en una verdadera calamidad para el ciudadano común.
En Venezuela no habrá ninguna invasión yanqui, ni mucho menos. Este no es un decreto en contra del pueblo venezolano. Solamente constituye una medida dirigida a sancionar figuras del gobierno nacional, presuntamente involucradas en actos de corrupción y violación de los derechos humanos. La aludida recolección de firmas, que tiene paralizada las labores de gobierno a escala nacional, es una forma de obligar a los venezolanos a firmar contra una invasión imaginaria. Todo ello ha servido para ocultar el rotundo fracaso del régimen en materia de seguridad y el descalabro económico. Mientras que no haya un cambio en la dirección política del gobierno, los problemas continuarán desmedrando el Estado de Derecho y de Justicia hasta transformarlo en un Estado de indecencia a todo nivel. La erogación del erario para recolectar firmas, no tendrá el resultado esperado pues todo país que se precie de contar con un sistema político democrático, justifica sus decisiones en el principio de autodeterminación en que se basa la soberanía nacional. Así que esto de pedir rúbricas de apoyo, son firmas sin sentido.
“Toda forma de régimen se sirve del poder para lograr sus propósitos. El problema se crea cuando la avidez del gobernante se convierte en razón equivocada para arremeter contra cualquier realidad que desvirtúe sus ideas y turbe sus intenciones”
AJMonagas
Antonio José Monagas
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