sábado, 25 de abril de 2015

AMÉRICO MARTÍN, ORTEGA Y TEODORO

Con el fascismo aparece en Europa un tipo de hombre que no quiere oír razones ni quiere darlas, porque está resuelto a imponer sus opiniones. He aquí lo nuevo: el derecho a no tener razón, la razón de la sinrazón.  José Ortega y Gasset
  
Qué puede haber de común entre José Ortega y Gasset, madrileño con ramalazo gallego y Teodoro Petkoff, zuliano con ancestro búlgaro? Se trata de pensadores. Aquel, más volcado a la filosofía, es universalmente reconocido, y éste, consagrado con densidad y brillo a la actividad pública, no deja de recibir embates de los antipolíticos.

Tienen éstos, sin duda, todo el derecho a serlo, salvo quizá los que practican la política aunque juren abominarla.

Y sin embargo, paradoja al fin, lo que une a los dos personajes aquí evocados, aparte del muy merecido premio que esmaltado con el nombre de don José ha recibido Teodoro, es la común admiración por la maltratada ciencia y arte de esa, sí, de la política.

-Vamos hombre ­se nos dirá- ¿y vosotros no sabéis que el filósofo español, republicano por naturaleza, eludió el compromiso en momentos políticos cruciales? Es posible, por supuesto, visto desde la perspectiva de un activista, pero no desde la de un pensador que no teme distraer su tiempo reflexionando sobre temas que varios intelectuales de las alturas considerarían oficios menores. En su periódico El Sol, Ortega entró sin concesiones a “la batalla de las ideas”, para repetir la expresión actualizada por ese colega suyo, el filósofo Nicolás Maduro. La recolección de sus columnas permitió editar obras de trascendencia como La Rebelión de las Masas y España Invertebrada. De las cadenas de su colega Maduro seguimos aguardando una compilación que nos permita discernir lo que intenta decirnos.

Voy con un tema de Ortega que le va bien a Teodoro y, desde luego, a quien esto escribe: Se odia al político y al parlamentario porque buscan la convivencia y el acuerdo y esto causa irritación y frenesí en quienes no quieren contar con los demás, a quienes en el fondo envidian o desprecian.

Me permito agregar que mientras los políticos serios y honrados convienen en hacer transacciones mediante las cuales ceden parte de sus promesas a cambio de rescatar y hacer posible lo esencial, los militaristas pretenden imponer íntegramente las suyas, apartando a los demás. Es la razón de ser del despotismo y la dictadura. Pero mientras las transacciones de los políticos al principio les dan mala prensa, los regímenes de hecho proporcionan una popularidad momentánea a los militaristas. Se les aplaude la firmeza “principista” de excluir a los demás, aplastarlos, silenciarlos…. hasta que la guadaña comienza a caer sobre los entusiastas de la primera hora y la mordaza a facilitar las expresiones más fétidas de la corrupción.

Y ahora que hablamos de consenso y conflicto, veamos el impresionante fresco que se abre ante nosotros a propósito de la VII Cumbre Iberoamericana. Se cruzaron y alejaron las líneas de Raúl y Maduro: Raúl Castro y Barack Obama han optado por negociar, tras 50 años de dura confrontación cuyo resultado está a la vista: Cuba ya no daba más. En el frontispicio de la reforma postulada por el hermano sucesor en el sumo Congreso del partido (abril de 2012) figuraba un lema parecido al de nuestro Simón Rodríguez pero más radical: “cambiamos o nos hundimos”. Ya no es cuestión de seguir con las especulaciones ideológicas o las citas de Marx, Lenin o Fidel. Se trata de salvar el país ya que no la revolución. La reforma o apertura al mercado se aprobó y lo demás fue coser y cantar. Fidel, anímicamente vencido, retrocedió permitiéndose declarar: “el modelo cubano no nos sirve ni a nosotros” Se ha desatado una competencia trasnacional muy intensa por invertir en la Isla y fortificar su comercio, aprovechando las enormes facilidades abiertas. Los productores gringos quieren prevalecer en el intercambio agrícola, aprovechando la ventaja de la localización. Tampoco quieren quedar fuera de la Zona Económica Especial de Mariel, que ya tiene más de 300 proyectos de inversión internacional. En fin, Cuba, aprendiendo de China, se dejó de quimeras y entra del brazo de su antiguo enemigo ­pronto su mejor amigo -en el universo capitalista. Puede uno sospechar que estos progresos se proyectarán tarde o temprano sobre el área de democracia y libertad. Dice algo el entusiasmo del gobernador de Nueva York Andrew Cuomo, quien al frente de un poderoso grupo de empresarios fue recibido en Cuba por Miguel Díaz Canel, el número 2 del poder.

Raúl y Obama apuestan a un consenso que cambiaría la fachada americana, en tanto que Maduro sigue envuelto en la retórica del imperialismo invasor y magnicida. Las líneas de los dos revolucionarios se cruzaron y cada día se alejan más.

Si Maduro fuera tan pragmático como Raúl, y creyera en el consenso y no en la ruptura, trataría de vincularse a ese viraje. Si lo hizo para lo malo, pudiera hacerlo ahora para lo promisor.

Es posible que lo intente, desde el fondo del abismo en que se encuentra, pero no lo es menos que entre su débil liderazgo y la presión de los violentos le aten de manos y se resigne a no hacer nada.

Una derrota voto a voto de las planchas oficialistas pudiera sembrar en muchos del PSUV la convicción de que corruptos y violentos son indigestos, premisa para el renacimiento de la vilipendiada política.

A la que, por cierto, la humanidad debe mucho más que a los graznidos de iluminados, militaristas y sedicentes salvadores de la patria.

Americo Martin
amermart@yahoo.com
@AmericoMartin

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