martes, 24 de marzo de 2015

VICTOR VARGAS VALERA, LOS PRESIDENTES VIVEN EN EL LIMBO

FLOTANDO EN EL ESPACIO
Si hay algo que ha caracterizado la vida de nuestros Presidentes ha sido su absoluto deslinde con la realidad nacional, especialmente de aquella que diariamente percibe y en la que permanentemente se desenvuelve el ciudadano común.

Bajo un método totalmente reñido con la lógica de la planificación podríamos asegurar que, cada uno en su momento, ha olvidado que la mejor técnica de investigación es la personal y directa, efectuada en el mismo campo que puebla el universo a investigar, o sea, la calle donde transita o el hogar donde reside dicho ciudadano.

En lugar de eso, parecería que los Presidentes se conforman con obtener información a través de los miembros de su gabinete, quienes a su vez son informados por todos los directores de sus respectivos ministerios... y así sucesivamente, lo que impide que el Ejecutivo llegue a saber con veracidad lo que realmente sucede ocho, diez o quince escalafones más abajo.

Y como cada funcionario suministra la información a su manera -teniendo el cuidado necesario para no arriesgar su cargo-, el Presidente termina por aplicar el método que se conoce en el argot mercadotécnico como “desk-research”, es decir, la investigación de escritorio, que genera acciones en base a su apreciación personal y subjetiva de los hechos descritos, la cual difícilmente corresponde a la realidad.

Es por todo lo anterior -y como integrante que soy de la más simple, llana y pura clase media (o lo que queda de ella) de la sociedad civil- que me atrevo a formularle a todos los Presidentes que hemos tenido, muy especialmente al actual, cuántas veces -en el transcurso de sus respectivas gestiones como máximos representantes del gobierno nacional- tuvieron necesidad de hacer personalmente, por ejemplo, lo siguiente:

Economía: Ir a hacer mercado para alimentar a su familia.
Educación: Conseguir cupo en un colegio privado.
Seguridad: Regresar por la noche del cine o de alguna fiesta.
Salud: Acudir de emergencia a algún hospital.
Divisas:  Obtener dólares para adquirir una medicina.
Transporte:  Desplazarse bajo la lluvia durante un paro.
Diversión:  Asistir a un cine sin aire acondicionado.
Servicios: Hacer cola para pagar la CANTV. Solicitar un camión de agua para su casa. Pagar el cobro abusivo de la Electricidad de Caracas.
Tráfico: Atravesar la ciudad para ir al trabajo a las 7 de la mañana sin escolta (grosera y atropelladora) que le vaya abriendo el paso.

Apuesto triple contra sencillo que la respuesta de todos y cada uno de los Presidentes debe ser la misma: NINGUNA. Entonces, ¿cómo pueden decidir las políticas a seguir para resolver los problemas cotidianos del ciudadano común? ¿Cómo pueden valorar la angustia de una madre ante un hijo que se le muere por falta de asistencia médica? ¿Cómo pueden apreciar la desesperación de un padre cuando el salario no le alcanza ya para alimentar debidamente a su familia?

Es hora de que nuestros engreídos dirigentes, que transitan confortablemente en sus automóviles último modelo (hasta blindados, como los del Presidente), con choferes, guardaespaldas y celulares, que viajan alegremente con los dólares que se les niegan a la ciudadanía, que almuerzan opíparamente en sus despachos sin pagar un centavo y que usan indiscriminadamente las partidas secretas para muchos gastos personales y los camiones cisterna del ejército para llenar los tanques de agua de sus mansiones, bajen de sus pedestales de cristal y se enteren de lo que realmente piensa el pueblo.

Pero, tristemente, el que se decidan a hacerlo no pasa de ser una absurda utopía, la cual sólo puede caber en la mente de un individuo como yo, que nunca ha militado un partido político, ni ha ostentado un carnet con privilegios, ni ha ocupado ningún cargo en la administración pública y que dolorosamente debe reconocer que -ante la cruel realidad de nuestra corrompida sociedad y el poco respeto que ésta tiene por lo que en otros tiempos eran valores morales- ya no sabe si por suerte o por desgracia

Es decir, un paria social cuyo mayor o menor éxito lo obtuvo con su trabajo de más de treinta años -de los treinta y seis y medio que lleva en Venezuela sin ni siquiera haber vuelto una sola vez a su patria natal- dentro de la actividad exclusivamente privada, en la cual, si bien hoy día no está totalmente “libre de pecados”, el ascenso es aún en gran parte el resultado de la capacidad profesional y la dedicación al trabajo, en lugar de responder a la retrógrada como detestable “carnetocracia”.

Señor Presidente, con todo el respeto que la constitución me obliga a tenerle a su alta investidura, permítame cantarle como aquel viejo bolero que seguramente usted bailó más de una vez, al menos cuando todavía era un ciudadano común y corriente como yo: “Bájate de esa nube y ven aquí a la realidad”. Sólo si usted lo hace podré confiar que algún día mis cuatro hijos -venezolanos todos- lleguen a tener una patria libre y justa como la soñó Simón Bolívar.

Victor Vargas
victorvrgs1@gmail.com
@victorvrgs1

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