domingo, 22 de marzo de 2015

SIMON GARCIA, LAS VERDADERAS AMENAZAS,

Las fuerzas democráticas deben andar con pies sensatos y cabeza clara ante la pretensión del gobierno de volver a dividir al país en base a disyuntivas ideológicas. Aunque antes no ha necesitado pretextos, ahora intentará aprovechar las medidas que le retiran a siete funcionarios gubernamentales el permiso para entrar a EEUU y confisca depósitos bancarios y bienes en el territorio de ese país. 

            El gobierno de Maduro ha adoptado medidas similares en materia de visas y ha confiscado bienes a empresas estadounidenses. Hasta allí el decreto del presidente Obama pareciera un ordinario acto de reciprocidad que afecta directamente a unos individuos determinados señalados en Venezuela por actuaciones represivas contra estudiantes y jóvenes. Lo nuevo y lo que el gobierno de EEUU está obligado a explicar es por qué “la situación en Venezuela es una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad de Estados Unidos”.
          El gobierno volvió a montar su tinglado. La identidad con nuestra tierra, nuestra gente, nuestra idiosincrasia y nuestra historia, todo eso que constituye la noción de patria (el lugar de nuestros padres) es una vena muy sensible y que tradicionalmente ha sido manipulada por dictaduras y fuerzas reaccionarias para conectar con el pasado lo que deben ser disyuntivas del presente.
            Pero si hay que identificar esa patria, es seguro que ella está en la gente, en su situación, en sus calamidades, en sus alegrías, en sus valores, en sus opiniones y en sus esperanzas. La patria es el soberano, no el gobierno.
            Pese a la esperada manipulación patriotera, la cadena del presidente Maduro estuvo muy por debajo del objetivo de levantar uno de los falsos términos de la polarización: de un lado el gobierno con su falso gorro patriótico y del otro “los enemigos de la patria”, un saco donde meten a opositores, disidentes, inconformes o decepcionados con el modelo y la gestión de este gobierno destructor del país. Los rostros de sus acompañantes reflejaban  sensaciones bien distintas a la dignidad.
            La respuesta gubernamental ni siquiera estuvo a la altura del grito caza/incautos “ni una gota de petróleo para los EEUU” o una contundente respuesta diplomática. Las contramedidas no buscaban poner al imperio en su lugar, sino compactar a sus seguidores y colocarle un chaleco de impunidad a funcionarios que deberían demostrar que están libres de sospecha. El gobierno acudió a su costumbre autocrática: premiar a los que son fieles al poder y confundir las cosas de un modo que no se pueda distinguir entre decencia y villanía.
            Sin apartarse de su plan de atornillar el modelo económico estatista y el ejercicio autoritario del poder, piden que se otorguen más poderes al presidente. La ley habilitante no será para llevar a cabo un plan nacional contra el desabastecimiento, ni parar la inflación, ni reducir las muertes físicas de más de siete venezolanos diarios, cuyo derecho a la vida debería preocupar más al gobierno que siete de sus funcionarios no puedan  comprar en Miami o guardar dinero en los aborrecidos bancos yanquis.
            El presidente Maduro pretende que la oposición se doblegue al gobierno en la bandeja de burdas manipulaciones. Pero la oposición no puede renunciar a sus deberes y a sus compromisos con el pueblo agredido por la crisis, para ayudar a reflotar los planes de hegemonía autoritaria de un gobierno que ya ha hecho demasiado daño a Venezuela.
            La soberanía del país debe defenderse frente a los EEUU si en verdad cualquier decisión suya vulnerara intereses del país.  Pero el gobierno no puede esperar solidaridades automáticas para desconocer una medida motivada en la defensa de los derechos humanos, en el combate a la corrupción y en la exigencia internacional de parar la represión gubernamental contra la mayoría de los venezolanos.
            La cúpula pide gestos antiimperialistas mientras cede atribuciones y autonomía frente a Cuba, se hipoteca servilmente con China o entrega el Esequibo a Guyana. Pretende imponer una visión ideológica y única de soberanía y de patriotismo para tratar de remendar su sobrevivencia en las próximas elecciones parlamentarias.
            Maduro habla del cabito Castro para pedirle a la oposición que lo apoye. Olvida que lo primero que hizo Don Cipriano en 1902 fue poner en libertad a todos los que estaban presos por hacerle oposición. Este gobierno solicita apoyo y justifica el secuestro de Lopes y Ledezma.      
              El presidente olvida que aquel fue un bloqueo naval de tres potencias europeas, no el retiro de un permiso para viajar a un país proclamado como el antimodelo. Que se les impida a funcionarios implicados en delitos universalmente condenables ir a Disney, no es una violación a sus derechos humanos.
              A la manipulación gubernamental hay que responderle explicando la verdad, a su odio con convivencia, a su violencia con paz, a su división con unión de todos, incluidos los que aún permanecen dándole su apoyo a los responsables de la crisis.
Simon Garcia
simongar48@gmail.com
@garciasim             

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