martes, 31 de marzo de 2015

SAÚL GODOY GÓMEZ, SER EGOÍSTA O ALTRUISTA,


Nunca sacrifiques algo que tengas en alta estima por algo que vale menos, ese es uno de los principios del Objetivismo de Ayn Rand, y tiene sentido, para ella es una regla de oro en el arsenal ético de las personas que se manejan con la razón, y más en una cultura como la occidental, que influenciada por los valores del cristianismo, promueven el sacrificio como valor.

Para un cristiano verdaderamente comprometido, para los santos y personas virtuosas, estar dispuestos al sacrificio es una forma de vida, pero cuidado, mal entendido, esta predisposición al sacrificio podría significar la carencia de autoestima.

Como seres humanos nuestro aparato biológico viene comprometido con la vida, de hecho la auto preservación de la vida es un instinto; ante un peligro eminente actuamos de forma automática evitándolo, sustrayéndonos de la amenaza, huyendo o enfrentándolo.

Cuando una persona prefiere sacrificar su vida o su bienestar por otra, una de dos, o el sacrificio lo hace por un valor superior (se trata de su esposa, un hijo, o un amigo) o esa persona está confundida en su escala de valores, tiene disminuida en su autoestima, o simplemente no quiere seguir viviendo.

Si la felicidad es el imperativo moral de toda vida humana, sería inmoral pedirle a una persona que subordine su vida a la necesidad de los demás, ni que el bienestar de otros anteceda al suyo propio, las personas actúan en la vida bajo códigos morales en los que su propia seguridad y felicidad debe estar de primero, si esto no es así, esa persona no sólo está en peligro, sino que puede ser manipulada por intereses ajenos que pueden perderlo.
Sucede en momentos de emergencia, cuando un extraño se ahoga en la playa, está colgado sobre un precipicio o está atrapado en un fuego, al verlo se activa en nosotros un sentimiento de empatía, nos ponemos en su lugar e inmediatamente tratamos de sustraerlo del peligro que lo embarga, esto sucede porque nos vemos reflejados en esa persona y su situación extrema.

Pero inmediatamente se activan nuestros instintos de conservación ¿Qué peligro corro si trato de ayudarlo? ¿Estoy en capacidad física de hacerlo?  Si soy buen nadador y tengo el entrenamiento para socorrer a personas ahogándose, si soy bombero voluntario y entiendo cómo se comporta el fuego, si tengo como asegurarme para no caer al vacío con la persona que trato de rescatar, quizás me atreva a ir en su auxilio, sopeso primero los pro y contras de mi acción, siempre buscando preservar mi vida primero y si el riesgo es mínimo, procedo.

Pero hay personas cuya escala de valores se encuentra invertida, la vocación de sacrificio se antepone a la de su propia sobrevivencia y actúan sin otra consideración, sobre todo inducidas por el histerismo de las personas que presencia la escena y claman por el auxilio, en ese caso cualquier cosa puede pasar, pueden que tengan éxito en el rescate, pero igual, es probable que ambos perezcan arrastrados por el siniestro.

En estas situaciones límites es que se miden los valores que rigen nuestras vidas, y cuando entendemos las enormes fuerzas del egoísmo y el altruismo.

Si soy un empresario exitoso puedo contribuir con las causas sociales que me son importantes, porque me preocupan y me intereso por ellas, pero darles mi dinero a personas que me son extrañas, con las que no tengo ninguna conexión es, cuando menos, extraño.

Y aquí vamos de nuevo a la escala del sacrificio, invertir mi dinero, esfuerzo, colaborar, poner en riesgo mi vida por persona que amo y respeto, por causas que me son importantes no significa ningún sacrificio, lo hago porque en mi escala de valores, esas personas y esas causas son primordiales en mi vida, lo hago por egoísmo. Pero hay religiones, sectas, instituciones y personas que le exigen a la personas sacrificios mayores, por ejemplo no solo dar su vida por unos principios, la patria, por ejemplo, sino renunciar a sus bienes para dárselos a otros, a extraños, el inal es siempre el mismo, si la persona acepta el sacrificio, el estado de bienestar que lo embarga es superior a la perdida y hasta puede rebasar el dolor.

El altruismo es un valor, una forma de comportamiento que para algunas religiones y maneras de pensar son altamente apreciadas, se trata de un comportamiento que tiene que ver con el desprendimiento, no solo de cosas materiales sino de atributos más personales como mi tiempo, mi trabajo y hasta mi vida, el sacrificio por los otros, por quienes no conocemos, implica una entrega absoluta, una especie de santidad, de bondad extrema que no es para todo el mundo, esto, cuando se hace a consciencia.

Pero hay un altruismo utilitario, más bien político que inducen a las personas a creer que al ser bondadoso y caritativo con el prójimo, principalmente con los que menos tienen, con los pobres, con las masas de los desposeídos te hace, de alguna manera, mejor persona, entre otras cosas, y según explican algunos psicólogos sociales, te hacen sentir bien, lo que, si es bien estudiado, puede muy bien explicarse como una forma de egoísmo, de auto satisfacer una necesidad de prestigio, me importa la gente, soy bueno.

Es el caso de los candidatos para posiciones políticas y partidos socialistas que se promocionan como adalides de los menesterosos, de las clases depauperadas, lo que buscan es justamente despertar en los votantes esa necesidad de ser buenos, de sentirse parte “de la solución” a los problemas sociales, sus programas y promesas apuntan a que, con tu apoyo, ellos se encargarán de lo que nadie más se va a ocupar, y es la atención a esas clases sociales necesitadas.

En la escala del sacrificio, si te anotas con tu apoyo a estos candidatos, o partidos, estás haciendo patria con un sacrificio mínimo que es tu voto, para que estas “buenas personas” atiendan a esa masa anónima de conciudadanos a los que no les llegan los beneficios de la democracia.

Pero ¡cuidado! Sobre esta plataforma política se monta la promesa de una burocracia enorme de funcionarios e instituciones que van a crear un estado socialista, es decir, unos intermediarios que manejarán esos fondos sociales que tu voto aprobó, para llevarlos a quienes lo necesitan, es decir, de cada cien dólares que el gobierno gasta en ayudas sociales, 80 son para mantener esa burocracia para hacer el bien, 10 que se pierden en ineficiencias y redundancias, 5 en corrupción y apenas 5 dólares les llegará a quienes requieren ver sus necesidades resueltas por el estado.

Bajo esta fórmula del estado benefactor, estos políticos y usted mi querido lector socialista, tendrán asegurados pobres hasta para lanzar por los aires, la miseria jamás menguará, las injusticias continuarán, pero lo que si tendremos son ministerios cada vez más grandes e ineficientes, un estado más voraz por recursos sociales, compañeritos de partidos socialistas cada vez más gordos y rollizos por la buena vida y hasta una unión cívico militar para asegurarles programas sociales con nuestros hermanos cubanos.

Donde exista un gobierno socialista, es señal de que algo no anda bien con los valores de esa sociedad, lo más probable es que el egoísmo sea perseguido y condenado y el altruismo exaltado y promocionado; la solidaridad y el amor por el pueblo, cuidado con esos lemas.

La respuesta a los problemas sociales deberían estar en las instituciones civiles no gubernamentales compitiendo por el interés de empresarios, ciudadanos, corporaciones que aporten dinero para sus causas, compitiendo por llamar la atención sobre sus objetivos, demostrando su eficiencia en resolver los problemas, involucrando a sus donantes en sus misiones de modo de clasificar alto en la escala de valores de estos inversionistas de lo social.

El gobierno ha demostrado ser el peor actor en resolver los problemas sociales, sobre todo el de las clases sociales más vulnerables, y si se trata de un gobierno socialista, es la excusa perfecta para siempre pedir más recursos y poder, pues de seguro, pondrá ese problema como prioritario en su agenda, obligando a todo el mundo a participar en su solución, eternizándolo y agravándolo para tener continuidad, tanto en las políticas, como en la burocracia que crea para, supuestamente, solucionarlo.

 Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul
  
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