domingo, 15 de marzo de 2015

SAÚL GODOY GÓMEZ, LAS REBANADORAS DE DICK,

Releí el cuento largo de Philip K. Dick, Second Variety (Segunda Variedad), y me gustó más que la primera vez; se trata de una de sus historias que sucede en la tierra arrasada por el holocausto nuclear, publicada en 1953, que se ha convertido en uno de sus “clásicos” de ciencia ficción y del cual ya se han hecho varias películas, entre ellas Screamers (1995) del director Christian Duguay y protagonizada por Peter Weller, una película que, aunque resultó ser un fracaso de taquilla, con el tiempo ha reunido seguidores que le han hecho culto y, para mi gusto, es buena.

El cuento recoge de manera convincente el ambiente de desolación de una tierra destruida, donde sólo quedan los restos de dos ejércitos, el de las Naciones Unidas y el ruso, enfrentados a muerte en medio de un desierto radioactivo.
Para el momento en que comienza la historia, tanto el gobierno norteamericano como su infraestructura productiva se han mudado a una estación en la Luna y lo que queda de sus tropas siguen la lucha en la tierra.  El Mayor Joseph Hendricks es enviado como emisario para abrir unas conversaciones con los rusos en la que pudiera discutirse el fin de la guerra.
Las fuerzas de las Naciones Unidas han introducido un arma letal, las garras, unos pequeños ingenios mecánicos que detectan el calor humano y lo atacan con sus cuchillas giratorias; estas esferas de metal viajan debajo de la superficie y, cuando descubren un objetivo, lo persiguen y lo destrozan; las tropas aliadas cuentan con un dispositivo especial que evita la detección por parte del pequeño robot.  Como estos artefactos tienen la capacidad de autorepararse y autodiseñarse, se construyen a sí mismos, sin intervención humana, la tierra está poblada de ellos.
Cuando Hendricks emprende su camino para reunirse con los rusos se da cuenta de algo espeluznante: los robots han evolucionado, ya no son simples esferas sino réplicas de humanos, las divisas protectoras de las tropas aliadas ya no funcionan con los modelos avanzados y se ha producido una carnicería en ambos lados.
Y aquí vuelve Dick a utilizar su idea de un mundo donde hay diferentes realidades, las cosas no parecen lo que son, nunca sabes si la persona es real, los Rusos han descubierto que hay una primera variedad de robots, derivados de las esferas, que parecen soldados heridos y que, al momento de ser auxiliados, atacan; es más, ya han creado una segunda variedad, que simulan niños clamando por ayuda, los cuales, cuando son introducidos en las trincheras, desatan una mortandad.
Hendricks trata de comunicarse con la Luna, pero es imposible; no le queda otra sino idear su salida de la tierra para avisar personalmente a sus superiores sobre la situación, hace contacto con los rusos, de los que sólo quedan tres soldados, que tratan desesperadamente de ayudarlo.
La historia es genial y Dick, como consumado maestro de la escritura, nos lleva de la mano por esta senda del horror.
En la película las cosas son algo diferentes, la historia no sucede en la Tierra sino en el planeta Sirius 6B, en el año 2078, en una colonia minera venida a menos, y en vez de “garras”, tenemos screamers, apodo que reciben por el sonido que emiten, aunque su nombre es “espadas móviles autónomas”.
Lo increíble de esta historia es que Dick, en 1953 del pasado siglo, profetizó una tecnología que hoy está siendo discutida y experimentada y se llama ensamblaje molecular o nanoindustrias, que pudiera dar vida a los temidos robots replicantes.
En 1986 se publico un libro con el título Motores de creación, de Erick Drexler, donde advertía que la nanotecnología (la tecnología de lo muy pequeño) podría crear bacterias que podrían, en caso de ser liberadas en el exterior, reducir nuestro mundo a polvo en cuestión de días.  Escribía Drexler que estas bacterias artificiales se auto reproducirían, utilizando lo que encontraran a su paso, lo que los científicos del ramo llaman “ecofagia global”.
La comunidad científica especializada en nanotecnología toma muy en serio esta amenaza y ha creado una serie de normas internacionales para evitar algo parecido, introduciendo las medidas para que este tipo de tecnología no caiga en manos de terroristas.
Con la nanotecnología sucede lo que en cualquier otra tecnología, puede ser buena o mala; concurro con muchos profesionales de la comunidad científica en que evitar el desarrollo de estas tecnologías sería un error, pues al momento en que alguien las desarrolle clandestinamente y ataque a la sociedad, ésta no podrá defenderse; lo que hay que hacer es regularlas, crear mecanismos de inspección y vigilancia, estudiar sus posibles efectos y crear maneras de desactivarlas en caso de que sean liberadas por criminales o por error.
El tema ha sido tratado por la ciencia ficción en varios niveles, tenemos escenarios apocalípticos pero también el de grandes avances para la humanidad; hay autores que predicen el final de la pobreza y el auge de la abundancia para la humanidad gracias a estos desarrollos.
El ensamblaje molecular esta aquí con nosotros, hay laboratorios, universidades y gobiernos invirtiendo en su desarrollo, hay igualmente una gran preocupación por su control y legislación.
Dick ha sido uno de los visionarios al entender sus alcances y por medio de sus obras nos advierte del futuro. Para terminar, hay una secuela de la película y es del 2009,  Screamers, la cacería, de Sheldon Willson, y creo que se hizo una tercera, pero no estoy seguro; el asunto es que la historia funcionó y que se trata de un tema que tiene su público.  En cuanto a la historia de Philip K. Dick, si les gusta este autor y el tema, no dejen de leerla. –
Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul

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