Releí el cuento largo de Philip K. Dick,
Second Variety (Segunda Variedad), y me gustó más que la primera vez; se trata
de una de sus historias que sucede en la tierra arrasada por el holocausto
nuclear, publicada en 1953, que se ha convertido en uno de sus “clásicos” de
ciencia ficción y del cual ya se han hecho varias películas, entre ellas
Screamers (1995) del director Christian Duguay y protagonizada por Peter
Weller, una película que, aunque resultó ser un fracaso de taquilla, con el
tiempo ha reunido seguidores que le han hecho culto y, para mi gusto, es buena.
El cuento recoge de manera convincente el
ambiente de desolación de una tierra destruida, donde sólo quedan los restos de
dos ejércitos, el de las Naciones Unidas y el ruso, enfrentados a muerte en
medio de un desierto radioactivo.
Para el momento en que comienza la historia,
tanto el gobierno norteamericano como su infraestructura productiva se han
mudado a una estación en la Luna y lo que queda de sus tropas siguen la lucha
en la tierra. El Mayor Joseph Hendricks
es enviado como emisario para abrir unas conversaciones con los rusos en la que
pudiera discutirse el fin de la guerra.
Las fuerzas de las Naciones Unidas han
introducido un arma letal, las garras, unos pequeños ingenios mecánicos que
detectan el calor humano y lo atacan con sus cuchillas giratorias; estas
esferas de metal viajan debajo de la superficie y, cuando descubren un
objetivo, lo persiguen y lo destrozan; las tropas aliadas cuentan con un
dispositivo especial que evita la detección por parte del pequeño robot. Como estos artefactos tienen la capacidad de
autorepararse y autodiseñarse, se construyen a sí mismos, sin intervención
humana, la tierra está poblada de ellos.
Cuando Hendricks emprende su camino para
reunirse con los rusos se da cuenta de algo espeluznante: los robots han evolucionado,
ya no son simples esferas sino réplicas de humanos, las divisas protectoras de
las tropas aliadas ya no funcionan con los modelos avanzados y se ha producido
una carnicería en ambos lados.
Y aquí vuelve Dick a utilizar su idea de un
mundo donde hay diferentes realidades, las cosas no parecen lo que son, nunca
sabes si la persona es real, los Rusos han descubierto que hay una primera
variedad de robots, derivados de las esferas, que parecen soldados heridos y
que, al momento de ser auxiliados, atacan; es más, ya han creado una segunda
variedad, que simulan niños clamando por ayuda, los cuales, cuando son
introducidos en las trincheras, desatan una mortandad.
Hendricks trata de comunicarse con la Luna,
pero es imposible; no le queda otra sino idear su salida de la tierra para
avisar personalmente a sus superiores sobre la situación, hace contacto con los
rusos, de los que sólo quedan tres soldados, que tratan desesperadamente de
ayudarlo.
La historia es genial y Dick, como consumado
maestro de la escritura, nos lleva de la mano por esta senda del horror.
En la película las cosas son algo diferentes,
la historia no sucede en la Tierra sino en el planeta Sirius 6B, en el año
2078, en una colonia minera venida a menos, y en vez de “garras”, tenemos screamers,
apodo que reciben por el sonido que emiten, aunque su nombre es “espadas
móviles autónomas”.
Lo increíble de esta historia es que Dick, en
1953 del pasado siglo, profetizó una tecnología que hoy está siendo discutida y
experimentada y se llama ensamblaje molecular o nanoindustrias, que pudiera dar
vida a los temidos robots replicantes.
En 1986 se publico un libro con el título
Motores de creación, de Erick Drexler, donde advertía que la nanotecnología (la
tecnología de lo muy pequeño) podría crear bacterias que podrían, en caso de
ser liberadas en el exterior, reducir nuestro mundo a polvo en cuestión de
días. Escribía Drexler que estas
bacterias artificiales se auto reproducirían, utilizando lo que encontraran a
su paso, lo que los científicos del ramo llaman “ecofagia global”.
La comunidad científica especializada en
nanotecnología toma muy en serio esta amenaza y ha creado una serie de normas
internacionales para evitar algo parecido, introduciendo las medidas para que
este tipo de tecnología no caiga en manos de terroristas.
Con la nanotecnología sucede lo que en
cualquier otra tecnología, puede ser buena o mala; concurro con muchos
profesionales de la comunidad científica en que evitar el desarrollo de estas
tecnologías sería un error, pues al momento en que alguien las desarrolle
clandestinamente y ataque a la sociedad, ésta no podrá defenderse; lo que hay
que hacer es regularlas, crear mecanismos de inspección y vigilancia, estudiar
sus posibles efectos y crear maneras de desactivarlas en caso de que sean
liberadas por criminales o por error.
El tema ha sido tratado por la ciencia
ficción en varios niveles, tenemos escenarios apocalípticos pero también el de
grandes avances para la humanidad; hay autores que predicen el final de la
pobreza y el auge de la abundancia para la humanidad gracias a estos
desarrollos.
El ensamblaje molecular esta aquí con
nosotros, hay laboratorios, universidades y gobiernos invirtiendo en su
desarrollo, hay igualmente una gran preocupación por su control y legislación.
Dick ha sido uno de los visionarios al
entender sus alcances y por medio de sus obras nos advierte del futuro. Para
terminar, hay una secuela de la película y es del 2009, Screamers, la cacería, de Sheldon Willson, y
creo que se hizo una tercera, pero no estoy seguro; el asunto es que la
historia funcionó y que se trata de un tema que tiene su público. En cuanto a la historia de Philip K. Dick, si
les gusta este autor y el tema, no dejen de leerla. –
Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul
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