El fin de semana fue de reflexión con el material que extraje del libro
“un dragón en el trópico” y de la información de los resultados del trabajo
conducido por la UCV, UCAB y USB (las nombro en orden de antigüedad) sobre la
pobreza en Venezuela. El libro por haber sido editado unos años atrás no ofrece
la actualización al día que proporciona el trabajo en relación con ésta,
llegando prácticamente hasta ayer, pero de ambos se deduce que, al aproximarse
al hecho social, se tiene como verdad que durante el régimen de Chávez se
redujo la pobreza y la pobreza extrema, ambas situadas hoy, sin embargo, en un
nivel superior a aquel en el cual se ubicaban cuando llegó al poder.
Me voy a permitir disentir con la impudicia propia de quien ya cruzó la
barrera de los 70 años de esas dos fuentes de conocimiento científico y
metódico. El primero basado en el acopio de datos estadísticos que permiten
tocar la realidad subyacente; y el segundo en el trabajo de campo que va
tocando aquí y allá esa realidad y construye luego el todo. Hace más de diez
años escribí unas reflexiones bajo el título ‘el lenguaje’, para destacar que
cuando uno emplea palabras a las cuales se les ha privado de sentido o se ha
oficializado un sentido que obliga a interpretarlas de determinada manera,
cuanto digamos haciendo uso de esas palabras no podrá transmitir otra cosa que
no sea “la verdad oficializada”.
Ocurre así con la pobreza. Se la mide en términos de ingreso. Un dólar
al mes, más de un dólar, menos de un dólar. Eso explica que tan encomiables
trabajos científicos muestren que las
misiones hicieron disminuir la pobreza y que su derrumbe la haya hecho aumentar
para colocarla en un nivel superior al existente en 1998. Señores, las misiones
aumentaron la pobreza desde el momento cuando se pusieron en práctica y aumentó
el número de venezolanos esperanzados en ser beneficiarios de alguna de ellas.
En ese momento aumentó la mendicidad, como actitud colectiva. Aumentó la
pobreza, porque hubo más venezolanos tomados por la idea de que no necesitaban
producir. “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”, no es como se ha
pretendido un castigo divino impuesto al hombre por el pecado original, sino
una enseñanza para la vida social.
Quizá de esta experiencia, de esta danza de billones, podamos obtener como ganancia el aprendizaje
de que la pobreza no la determina el nivel de ingresos, sino la rendición, la
abulia que aunque puede provenir del hambre, es peor cuando se origina en la
anti enseñanza de un benefactor que te provee
pan sin que sudes tu frente, salvo cuando te pide que salgas a marchar
por él, y te reduce a la esclavitud.
Oswaldo Paez Pumar
paezpumar@cantv.net
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