Recientemente he tenido oportunidad de leer
los mensajes de texto de un grupo de ciudadanos congregados bajo la etiqueta de
social demócratas. Ello ha sido posible gracias al acceso al dispositivo de
mensajería conocido como WhatsApp. Experiencia interesante y reveladora de las
preocupaciones y angustias que embarga a este conjunto de compatriotas en torno
a la situación política que confronta el
país. Es interesante resaltar, igualmente, la utilidad de esta nueva tecnología
para la comunicación política: acceso rápido de la mensajería que permite la
conexión entre personas ubicadas en distintas partes de la geografía nacional y
en temporalidades distintas.
Por otra parte, esta iniciativa permite saber
de primera mano la evaluación que los participantes en este foro virtual de la
socialdemocracia hacen de la coyuntura política del país. Sobre este tema, me
voy a tomar la libertad de elaborar una opinión que pueda contribuir a
enriquecer este intercambio. Lo voy hacer desde una perspectiva distinta a la
que, hasta ahora, ha prevalecido en la mayoría de las opiniones formuladas en
este foro social demócrata. ¿Que pretendo indicar con esta última afirmación?
Veamos.
En líneas generales, existe una propensión en
la oposición de evaluar las
posibilidades del cambio político y electoral a partir de las circunstancias de
orden material: inflación, desempleo, inseguridad, precariedad de la
infraestructura, deterioro de la economía, etc. Los amigos que forman este
grupo virtual no escapan a esta tendencia de otorgar preeminencia a las
condiciones de naturaleza objetivas. Estas situaciones, hay que tenerlo
presente, tradicionalmente han
proporcionado los elementos para la elaboración de propuestas programáticas e
insumos para la actividad oposicionistas y las rutinas electorales. Estas
circunstancias, desde luego, poseen un peso específico y, pudiéramos decir,
sirven de piso sobre el cual debería asentarse la estrategia comunicacional de
la oposición. Pero estas realidades, por si mismas, no han sido suficientes para
inducir en los sectores empobrecidos un cambio en su conducta electoral. Este
segmento de la población tradicionalmente ha votado por las apuestas
oficialistas. En otras palabras, estas circunstancias “objetivas,” por si
solas, no han podido construir subjetividades e identidades políticas
alternativas a las que han sido hegemónicas a lo largo de este período
histórico. Y, esta elaboración es esencial para construir la nueva mayoría que
requiere el país.
Esta afirmación se encuentra respaldada por
el “sentido común” y, en la actualidad, por el desarrollo de un conjunto de
disciplinas entre las que destacan la lingüística, la neuro política y la
antropología. Todas ellas apuntan a resaltar la importancia de la dimensión
subjetiva por encima de la objetiva. En breve, los argumentos “racionales”
requieren de los “emocionales” y, ambos espacios, operan en la dimensión
inconsciente de nuestros cerebros.
Por ejemplo, los sondeos de opinión resaltan
que la población en una gran mayoría se siente preocupada, molesta, confundida
y triste. En otras palabras, se encuentran emocionalmente vulnerables. Aquí es
donde es posible formular la siguiente interrogante: ¿Emociona la oferta
política de la oposición a estos
venezolanos?
En fin, los demócratas tienen por delante una
ardua tarea: conquistar los corazones de esos compatriotas y, para lograr esa
meta, se haría indispensable enmarcar
sus propuestas en un nuevo lenguaje que permita abordar el cerebro de los
ciudadanos a través de sus emociones. La cultura popular y sus abigarradas
locuciones son fuentes indispensables para tejer la urdimbre de este nuevo
discurso político. Sin dudas, la política ahora es así.
Nelson Acosta Espinoza
acostnelson@gmail.com
@nelsonacosta64
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