domingo, 15 de marzo de 2015

MALÚ KIKUCHI, PRUEBAS Y DUDAS, DESDE ARGENTINA, CASO NISMAN

Alberto Nisman murió, de eso no hay dudas, de forma violenta, a causa de un balazo de una  Berza 22, a 1 cm de la cabeza, 3 cm arriba del oído derecho, de eso no hay dudas, y “la trayectoria del proyectil fue de derecha a izquierda, de abajo hacia arriba y de atrás hacia adelante”. Estas son pruebas.

Los peritos del estado, los que responden a la fiscal Fein y los peritos de parte, contratados por la jueza Sandra Arroyo Salgado, ex mujer y madre de las hijas de Nisman, no tienen dudas sobre lo dicho anteriormente. En el resto, difieren.

Y acá empiezan las dudas y las dudas generan preguntas y las preguntas no tienen respuesta. Los ciudadanos de a pie tenemos demasiadas preguntas, que no tienen respuesta. Eso es malo para los ciudadanos y es peor para el gobierno. En particular es pésimo para llegar a la verdad.

La presidente escribió en Facebook en su 2° carta con respecto al fiscal Nisman y su muerte, diciendo: “Estoy convencida que no fue suicidio.  No tengo pruebas, pero tampoco tengo dudas” (22/1/15). Dos días antes, también en Facebook, se había preguntado:” ¿Qué fue lo que llevó a una persona a tomar la terrible decisión de quitarse la vida?” (19/1/15).

En esa misma carta también se peguntó entre paréntesis “¿fue suicidio?”. 72 horas después estaba segura del asesinato. El tema es que los peritos oficiales no se deciden entre el suicidio y el asesinato. El 1° barrido electrónico (para buscar restos del dispara de la pistola en la mano de Nisman), dio un negativo …  inseguro.

Se volvió a hacer la misma prueba en Salta (¡que tiene mejores instrumentos que Buenos Aires!), resultado negativo… pero inseguro. Todo es inseguro para los peritos oficiales del caso. Recordemos la primera frase de la Dra. Fein cuando dijo: “Lamentablemente, no es suicidio”. ¿Lamentablemente?

Se explica, la Dra. Fein es una buena funcionaria, cerca de la jubilación, nunca le tocó un caso de esta magnitud, tenía pagadas sus vacaciones que hacía más de un año que no se tomaba, y un suicidio le hubiera solucionado el tema con rapidez. Da la sensación que sigue intentando encontrar la forma de comprobar que fue un suicidio. Más hechos se conocen, más certezas sobre el asesinato.

Los peritos de parte liderados por ese gigante de la criminología que es el Dr. Raffo, dan cuenta detallada de todas las contradicciones que tienen con los peritos oficiales, desde la hora de la muerte, muy anterior a la fijada oficialmente, al hecho que sostienen que el cuerpo fue movido de lugar, que no hubo rigor cadavérico, que agonizó, lo que explica la pérdida de sangre (no se explica cómo en la autopsia no se midió la sangre que quedaba en el cuerpo, para calcular la que perdió). Un muerto no pierde sangre, sólo lo hace una persona viva.

A partir de ahí, todo es diferente. Unos peritos dicen A, los otros, Z. Y la gente, la gente común, la de la calle, habla de “lo mataron al fiscal”, “lo mataron a Nisman”. Y nadie tiene la sensación de que el gobierno está decidido a buscar la verdad. Y que de haber sido un asesinato, estaría dispuesto a descubrir quién apretó el gatillo y quién mandó hacerlo.

La presidente insultó solapada o directamente al fiscal muerto. Indujo a pensar que tenía una relación homosexual, como si fuera algo malo (que de haber sido cierto, no hubiese tenido nada de particular en un país que permite el matrimonio de personas del mismo sexo; el INADI debería decirle algo al respecto); lo trató de suicida, aunque después se corrigió.

Lo llamó destituyente; sostuvo que la denuncia se la escribió Stiuso, y permitió que un sitio oficial lo tratara de borracho, lo que fue una flagrante mentira. Nada de esto la ayuda. Al contrario, la convierte en sospechosa.

Personalmente, yo no tengo dudas, casi no necesito pruebas, fue un asesinato y no creo que la presidente haya tenido algo que ver con el tema. Por eso no se entiende que no haga lo imposible para dilucidar el caso lo antes que se pueda, porque su imagen, con el tema  Nisman, cae en picada.

La gente, los ciudadanos de a pie, Doña Rosa y Don José, seguro estudiaron historia en la primaria. Algunos en el secundario. No me refiero a los universitarios. Todos aprendimos que en las guerras por la independencia, tanto argentina, como chilena, peruana y del resto de sud América, que el héroe máximo en cuanto a coraje, fue Juan Galo de Lavalle. Lo llamaban el sable sin cabeza. Combatía desde los 15 años. No pensaba en las posibilidades de salir victorioso calculando sus ventajas y desventajas; no le importaba tener muchos menos hombres que el enemigo, él arremetía, sable en mano.

Y por regla general, ganaba ante el asombro de sus atacados, que no podían entender que un pequeño grupo de hombres maltrechos y peor pertrechados, se les animaran a ellos, un ejército multitudinario y bien armado. Río Bamba es una prueba de esto.

Y sin embargo, si le preguntamos a alguien en la calle qué recuerda de Lavalle, es seguro que contesten, “fusiló a Dorrego y no se sabe porqué”. Me temo que toda la etapa K quede manchada con la sangre de Nisman. Que dentro de 10 o 30 años, al nombrar a los K, la gente conteste, “los que mataron al fiscal”.

Malu Kikuchi
maluki@fibertel.com.ar
@malukikuchi

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