En
nuestro léxico político no caben los malos augurios; no estimulamos pesimismo ni encandilamos ilusiones. La represión del
gobierno es más que suficiente para entender el por qué cada día los vientos
del retorno a la democracia se sienten
con mayor fuerza. La insistente violación a los derechos humanos
son claras evidencias de que este
gobierno quedó atrapado en las redes del autoritarismo, del cual ya no tiene
posibilidad de salir: mientras más aprieta sus tenazas, con mayor celeridad
cava su propia tumba.
Más
que el precio del petróleo, que les redujo la programación de la política
engañosa, superior es la incompetencia
para darle respuesta a los problemas, dado el efecto que está causando en la población de menos recursos. Ellos lo saben, no lo inventamos; hay nerviosismo, se agota la
paciencia. Pérez Jiménez sigue vigente
en la memoria de los venezolanos; la historia se repetirá: la huida cada día
está más cerca.
Se dice que “mayor cuidado debe tenerse frente
al cobarde que al que manifiesta su guapeza”;
esto tiene sentido si lo asociamos al dicho de que “el cementerio está
lleno de guapos”. La referencia la hacemos por quienes viendo solamente el
cielo encapotado apuestan a la violencia.
Si esta actitud es una muestra de valentía, reflexionemos; el adversario es cobarde, tiene las armas y
16 años son más que suficientes para contabilizar nuestros muertos. Ellos
desvían la Ley a sus conveniencias: culpables en inocentes e inocentes presos
sin fórmula de juicio.
No
conocemos los mecanismos para determinar el proceso parlamentario del 2015; sin
embargo, ya vemos cómo el color rojo sigue siendo visible en el ordenamiento
del nuevo Consejo Electoral.
No
esperamos menos de quienes a sabiendas
de la derrota que les va a propinar el pueblo,
se preparan con sus cartas marcadas.
Es aquí donde alertamos sobre nuestra apreciación del pesimismo y los
deseos; estamos obligados a ganar, solo
que la decisión es de cada
venezolano. La propiedad del voto no es
transferible y la defensa de la Patria, como el porvenir de los hijos, no admite tregua ni lamentaciones.
Cuando
hablamos de pueblo, no hay diferencia con los chavistas. Ellos creyeron y fueron defraudados; ellos
sufren del mismo mal con el que nos están matando. Somos venezolanos por igual. Despertarnos de
esta pesadilla es una responsabilidad compartida.
Luis
Garrido
luirgarr@hotmail.com
@luirgarr
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